![Querida juventud, estáis en un error: el empeño por etiquetar la identidad sexual de cada cual es lo más fascista que puede existir](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/07/27/trans-kEaF-U220821255916GNC-1200x840@El%20Correo.jpg)
![Querida juventud, estáis en un error: el empeño por etiquetar la identidad sexual de cada cual es lo más fascista que puede existir](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/07/27/trans-kEaF-U220821255916GNC-1200x840@El%20Correo.jpg)
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No entendía aquel gesto de desaprobación de su hija. Solo le había preguntado si la pareja de su amiga Ana era chico o chica. -¡Qué simples sois!- le soltó antes de poner cara de puerro. Todo empezó cuando le comentó que el novio de Ana ... ahora era no binario. Ahora. Lo que implica que antes no. Que era binario. Como no tenía ni idea de lo que eso significaba, lanzó otra pregunta. Pero se quedó sin respuesta. Con la excusa de que está en cuarto de medicina y tenía que estudiar le dejó con la duda. Así que el padre nos la trasladó a nosotros, que recurrimos a Internet. No binario significa que no te sientes ni hombre ni mujer y entiendes el género como algo más diverso. -¿Lo que viene siendo bisexual?- aventuró a decir uno de la cuadrilla. -Eso es lo que le pregunté a mi hija antes de que se largara pensando que soy gilipollas- añadió el padre.
Bigénero, agénero, pangénero, trigénero o género fluido. Todo eso puede ser la pareja de Ana. Son las variantes dentro de la opción no binario. En mala hora empezamos a investigar. Era solo la punta del iceberg. Luego están las opciones intergénero, transgénero, transexual y sexo no ajustado, también llamado genderquuer. Que suena a palabra inventada por Chiquito de la Calzada, pero existe. En este punto dejamos de indagar y cambiamos de tema. Lo que no quiere decir que no haya más opciones. Las hay. Pero nuestra cabeza no daba para más. Somos demasiado simples. Pertenecemos a una generación donde eras heterosexual, homosexual, transexual o bisexual. Y si me apuran, asexual. Nada más. Así hemos ido tirando, desconocedores de nuestra suprema ignorancia. Por eso las nuevas generaciones nos miran con desdén. Tamaña simpleza hace daño a sus múltiples sensibilidades en este asunto. Lo que me lleva al tema de hoy. Querida juventud, estáis en un error. Ese empeño por etiquetar la identidad sexual o las opciones de cada cual es lo más fascista que puede existir. Porque la verdadera libertad sexual reside, precisamente, en que nadie se sienta con la obligación de contar lo que le gusta o no le gusta, ni de qué género se siente esta mañana. Y les pongo un ejemplo muy reciente.
Hace unos días descubrí que un compañero de trabajo era gay. Fue de forma natural. Apareció con otro hombre y quedó claro desde el principio que eran pareja. No hizo falta decir nada. Como estaban de visita por Bilbao les recomendé lugares para hospedarse, cenar, tomar unas banderillas y disfrutar de una buena copa. Como querían algo romántico llamé a un amigo tasquero que les preparó una mesa idílica. Días después regresaron a su tierra encantados de la nuestra. Conozco a ese compañero desde hace 14 años. Y me ha importado su condición sexual, y con quién se acuesta, lo mismo que la vida de una ameba. No surgió el tema. Otras veces sí, por ejemplo con una compañera lesbiana. No fue así en este caso. Pero se ve que hicimos mal. Deberíamos haber hablado al respecto. Es lo que a mucha gente, demasiada al parecer, más preocupa. Por eso, al presentarnos, deberíamos haber añadido nuestra opción sexual. Una cosa así:-Soy Fulanito García, vivo en Berango y soy pangénero, aunque a veces agénero y abierto al poliamor-. Si creen que exagero pregunten en su entorno. Cada vez tengo más clara una cosa. Nos encanta complicarnos la vida. Pero, sobre todo, señalar y etiquetar.
Uno pensaba que el siglo XXI sería el de las libertades plenas. Error. Vivimos inmersos en la censura permanente. Y, lo que es peor, en la autocensura por aquello de no salirse de la línea de lo correcto. Por eso hay tanta ofendiditis aguda. Haga lo que haga y diga lo que diga, alguien me lo recriminará. O me etiquetará. Sea política, social o sexualmente. Como si tuviera que definirme en todo. Lo que va, he aquí la paradoja, en contra de la primera de las libertades. El derecho a no tener que dar ninguna explicación sobre nuestra vida y lo que nos gusta o sentimos. Confundimos el derecho a ser con la obligación de contarlo. De manera que cuando más buscamos la igualdad más nos empeñamos en diferenciarnos. Por eso me importa, y me seguirá importando un bledo, la opción sexual o la identidad de género de los demás. Lo importante es que sea buena gente. Su entrepierna y lo que haga con ella no es cosa mía. Ya lo siento. Pero me niego a etiquetar braguetas. Será que soy un antiguo. O, mejor dicho, un politonto de baba que no sabe fluir.
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