

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
«No he visto a nadie interpretar tan mal. Nunca llegará a ser actor». La frase no es exacta, pero no difiere mucho de la ... real. No solo porque lo contara él. Cierto compañero de clase, por cuyo futuro artístico tampoco daban un penique, lo corroboró años después. Quizá por ello, cuando aquél tipo de 188 centímetros recogió su primer Óscar, al leer el discurso más importante de su vida se acordó de George Morris, su profesor de interpretación. Hubo alguna risa, incluida la de Liza Minelli, que fue la que abrió el sobre, dejando en el aire la duda de si lo decía con cariño o con retranca. Porque el centro en el que trabajaba ese docente fue el que expulsó a ese alumno que, años más tarde, tenía a Hollywood a sus pies. Me refiero a Gene Hackman. El inmenso actor que nos ha dejado a los 95 años y en extrañas circunstancias.
No es la primera persona, ni será la última, que ha recibido una sentencia tan cruel y rotunda. Hackman ha sido uno de los más grandes actores que ha dado el cine. De esos que podían ser versátiles sin dejar de ser ellos mismos. Algo que solo está al alcance de un puñado de estrellas. Por eso pienso hoy en aquél profesor. El que le dijo que no llegaría a nada. Fue en el Pasadena Playhouse State Theatre. Un lugar donde impartían clase unos docentes enamorados de sí mismos y sus presuntos conocimientos. Gene era el abuelo de la clase. Tenía 30 años y más ilusión que experiencia. Además, pensaba que la mejor forma de actuar era ser natural. Lo contrario a lo que proclamaban los gurús del séptimo arte. Vale que fueran de otra época. Y que gente monolítica incapaz de ver que las cosas cambian hay, y habrá, toda la vida. Pero decir a Hackman que es tan mal actor que merece un 1,3 sobre 10 en sus exámenes es mucha osadía, hasta para un tonto de baba engreído y pagado de sí mismo. De hecho, no fue el único.
En esa época y lugar, Hackman coincidió con un tal Dustin Hoffman. Profesores y compañeros les sentenciaron como lo peor que había pasado por aquél lugar. Interesante el ojo de esa gente. Hay que ser de una pasta especial para decir que alguien no vale para lo que desea ser. Y, lo que es más surrealista, cuando quien lo dice no ha empatado con nadie. Personas mediocres que tienen la desfachatez de opinar sobre cualidades y aptitudes ajenas con una superioridad abrumadora. Sé de lo que hablo y tú eres una mierda. Ese es el resumen de su docencia. Para que entiendan lo que quiero decir, nadie de esa clase alcanzó el nivel de interpretación de Gene Hackman y Dustin Hoffman. Por eso son anónimos. Y lo mismo sus profesores. Tipos que no lograron hacer carrera en el cine, pero tenían los santos bemoles de decidir quién tenía o no tenía futuro en la vida profesional y, en este caso, vital. Jamás sabremos sus nombres. Eso me cabrea. Porque ese profesor, y los alumnos que se mofaron de ambos actores, merecerían ser señalados como tontos del culo con aspiraciones.
La pasada semana defendí al profesorado ante esos alumnos cuyos padres y madres protegen hasta la indecencia. Eso no significa que haya docentes que deberían dedicarse, antes que a su trabajo, a cultivar amapolas, que tampoco debe ser fácil. No hace falta ser actor, ni Hackman, para sufrir a gente así. Mi amigo Ramón García, Ramontxu, empezó en ETB y arrasó con un programa llamado «Tal para cual». La gente de la Trinca, que luego triunfarían con formatos como OT, le ficharon para presentar «No te rías que es peor». Y cierto crítico de televisión, como está muerto no haré sangre, escribió una columna dedicada a él titulada «No te vayas que es peor». Antes de fallecer el ínclito le pidió disculpas. Ya daba igual. Ramón ya era una estrella y le importaba una mierda aquella opinión. Por eso hoy no solo hablamos de quien ha puesto en su sitio al mediocre que le dijo que no iba a ser nada. Sino a quien no ha podido hacerlo. Una sentencia así puede hundirte para siempre. Por eso, perdónenme, me cago en los muertos de quien sea profesor, crítico, opinador o simple tuitero que tiene la osadía de decir que alguien no va a ser nada en su profesión o en la vida. Podría ser más elegante, pero ya que estamos siendo sinceros, y en honor a Gene Hackman, váyanse ustedes a la mierda.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.