

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
«Cada día viene más gente al saber que él estuvo aquí». La frase rebota en las paredes de arcilla y se escapa por las ... chimeneas por las que entra el aire que nivela la humedad. La bodega recuerda, a cada paso, sus años en este mundo que llaman Tierra.-Estará muerto, pero sigue siendo nuestro mejor influencer-. Tras escuchar a nuestro anfitrión y guía Eduardo no podemos evitar volver a mirar la puerta del viejo, oxidado y forjado hierro que se muestra ante nosotros. La misma que habíamos visto arriba, en una fotografía, donde aparecen Antonio Ordoñez y Ernest Hemingway. Torero y escritor. Uno entre toros. El otro sobre páginas en blanco. Con el estoque. Con la tecla. Ambos de carácter imprevisible. Pero juntos en una puerta que simula reja carcelaria. Como si la vida fuera una prisión para almas indomables. Y todo, bajo tierra. En ese lugar donde la uva pasa a barrica, para morir, resucitar y ser eterna. Al fin y al cabo donde mejor se guarda el vino es en la memoria. Quizá por ello Hemingway sigue siendo el mejor influencer. Al menos en ese poco valorado arte que se llama disfrutar de la vida.
Estamos en una bodega cargada de centenas de añadas. De esas que han cambiado de nombre y de dueño tantas veces como vidas caben en una vida. No desvelaré su nombre actual porque son gente seria y les parecería una publicidad gratuita, fácil y grosera. Por cierto, servidor y acompañantes pagamos religiosamente. Lo digo por el típico gorrón que cree que todos son de su condición. Cada cual elige su camino y principios, como Guillermo de Baskerville en la torre de mil caminos del monasterio de «El Nombre de la Rosa». La bodega en la que estamos también es laberíntica. Pero en este lugar como pudo ser en otro. Porque el legendario escritor dejó huella en tantos suelos y vasos que pocos lugares quedan en los que no se acodara para brindar por esa vida que un día le pesó tanto que se la quitó. Pero resulta buen ejemplo para explicar, en estos tiempos de jetas, que lo de influenciar viene de viejo. De la misma forma que Marco Polo mostró el camino de los futuros guías de rutas exóticas, Hemingway diseñó sin pretenderlo una ruta por todo el orbe de aperitivos infinitos. Esos de saca un vino y ya que estamos pon algo de picar. Cuentan en esta bodega que el creador de «El Viejo y El Mar» se emocionó al descubrir una botella del año de su nacimiento. Mirándola alargó su silencio hasta provocar la incomodidad del resto, que no sabía cómo actuar. Entonces gritó el nombre de su amigo.-¡Antonio!-. Tras escucharlo, el torero bajó y brindó con él por su natal 1899. La foto que nos acompaña es de ese instante. La sacarían por las risas o porque les dio la santa y real gana. Jamás pensaron que acabaría junto a estas líneas de 2023. Y mucho menos que el hombre de barba blanca y alma gris perla seguiría siendo uno de los más grandes influencer de todos los tiempos. Ya les gustaría a quienes no han dado un palo al agua y cuentan su vida en las redes tener el poder de Hemingway. Sea para hacer de Sanfermines una fiesta intergaláctica, para llevar hordas de seguidores al cementerio de Mundaka a ver la tumba de su amigo y cura Andrés Unzáin o para convertir la visita a una bodega de Ollauri en un viaje místico a otro tiempo. Y todo, sin cobrar un euro.
Pienso, es una opinión, que la gente que cree que puede vivir del cuento comiendo, bebiendo o vistiendo gratis por el simple hecho de que tiene seguidores en Internet y cuelga cuatro fotos merecería picar en una mina hasta el resto de sus días. Ojo, no quienes lo hacen y les pagan por ello de forma correcta, hay gente para todo y seguidores de cosas raras, sino esa chusma que chantajea al hostelero o al comerciante de turno para trincar unos euros como la Mafia el día de pago. Me cuesta pensar en ello sin imaginar lo bien que les sentaría un sopapo a mano abierta para que entiendan, de una vez por todas, que ser Influencer es otra cosa. Ni es nuevo, ni es de ayer. Desde la noche de los tiempos hubo quien recomendó un lugar para dejarse unas horas de existencia. Aventureros que mostraron lo que había más allá de las rutas o camioneros que antes de la dictadura del tacómetro te mostraban, con su camión aparcado, dónde recobrar fuerzas y seguir destino. Y entre unos y otros personajes como Hemingway. El tipo que, paradojas de la vida, ansió morder el pan de la felicidad absoluta sin darse cuenta de que iba dejando migas de pan a su espalda. Y que ahora, décadas después, legiones de seguidores las siguen por tierra, mar y aire. O, como en este caso, bajo el suelo. Allá donde aún se escucha el eco del influencer que sigue hablando desde la tumba. En la arcilla donde duermen, a la espera de ser despertadas, miles y miles de pacientes botellas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.