Unas cervezas entre sonrisas de oreja a oreja. Era el cierre perfecto para la noche del miércoles tras el triunfo del Athletic ante Real Madrid. Hablábamos sobre detalles del partido, mientras contemplábamos el resumen en las pantallas del local. En el campo no habíamos visto ... bien el penalti de Julen o la jugada que provocó la llamada del VAR. Teníamos entretenimiento. Pero entonces entró aquella cuadrilla. Eran, por decirlo de una manera fina, singulares. Mi amigo Moko susurró socarrón que en la taberna de la Guerra de las Galaxias había tipos menos raros. Quizá por ello eran capaces de aguantar a un miembro así. Un cenizo. Fue abrir su boca y echar por los suelos toda nuestra euforia. La futbolística y la vital. Porque no dejó títere con cabeza.

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«Yo creía que hacía repetir el penalti, le sacaba tarjeta y lo expulsaba». Ese fue su comentario sobre la pena máxima parada por Agirrezabala. La primera de sus sentencias. Después advirtió que pudieron pitar más penaltis en contra, que creía que nos anulaban el gol de Berenger por mano y que al ver a Guruzeta enfilando con el balón hacia la portería Courtoise pensó que no marcaba. Para entonces ya se nos había atragantado el botellín. Si no hubiese llevado bufanda rojiblanca habríamos pensado que era madridista. Sobre todo cuando auguró que vamos a perder contra el Villareal, no vamos a llegar lejos en Europa y vamos a tardar décadas en lograr otra Copa del Rey. Ah, Nico se va en navidad y Simón a final de temporada. Estoy seguro, lo apostaría todo, a que pensó que la Gabarra se iba a hundir durante el recibimiento.

No solo hablaba mucho y triste sino que lo hacía en voz muy alta. Estuve a punto de acercarme a su cuadrilla para preguntarles si era siempre igual de positivo. Pero no hizo falta. En ese instante sus amigos propusieron seguir de cañas. «Ese bar estará cerrado, el otro cae muy lejos, aquél tendrá poca gente y el cuarto demasiada». No había forma de que dijera algo positivo de alguno. Tampoco del tiempo. Según él debería estar lloviendo a esa hora de la noche. No sabía si estaba aliviado o disgustado por la ausencia de nubes. «Si no cae ahora, caerá de golpe en navidad. Ya veréis nochevieja», sentenció con un tono que impregnaba el aire de tristeza. Podría haber dejado de escuchar. Pero era como esa sensación que tienes cuando te ha chupado la sangre un mosquito y clavas tu uña en la picadura. Una de esas cosas absurdas que hacemos los humanos. Además, debo reconocerlo, empecé a verlo como objeto de estudio.

Personas como ese aficionado cenizo hay muchas. Pero basta una para joderte el día. Perdón por el verbo, pero no hay otro que lo defina mejor. Y cuidado, porque es contagioso. Todos conocemos a gente que ve la apertura de una nueva tienda y le da, como mucho, seis meses de vida. O esa otra que se apunta a un viaje en grupo y solo augura problemas. Me han dicho que vamos en la peor época, que va hacer un calor terrible, que está todo carísimo... Con tanta profecía negativa no es raro que acierten alguna vez. Lo que les lleva a reforzar su actitud. Nos pasó con una compañera de trabajo. Todos los días aseguraba que iba a llegar el fin del mundo. Fuera por una guerra nuclear o un virus mortal. Cuando sufrimos la pandemia proclamó a los cuatro vientos que ella ya lo veía venir. Es cierto. Lo lleva advirtiendo desde que la conocí. Y también que el corralito de Argentina llegará a nuestro país o que comprar una casa en la costa es un error porque con el cambio climático el mar se la tragará. No es que esté concienciada con el tema, sino que le convence la idea de un final dramático. En eso y en todo.

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Volviendo al Athletic hay un conocido periodista, muy del Athletic y muy cenizo, que criticó el fichaje de Aduriz, cuando regresó al Club en 2012, porque estaba en edad de retirarse. Al año siguiente lo repitió. Y lo mismo en los siguientes. Solo que, rendido ante su calidad y goles, la predicción iba acompañada de una gran desazón. Hasta que en 2020, ocho años después, llegó la retirada. «¿Veis cómo tenía razón?» soltó con un par. Recuerden que el cenizo se aferra a sus aciertos y olvida los errores. Pero el resto no lo hacemos. Imposible hacerlo con quien siempre ve o espera que la moneda caiga por el lado malo. Porque amarga. De cara a la navidad hay mucho cenizo augurando lo peor. Da igual el tema. Puede ser sobre asuntos familiares o de política general, de aquí o de allá y de temas serios o cotidianos. La cosa es jodernos el día. Como el tipo del otro día. Me fui a casa con tal bajón que puse de nuevo el partido para ver los goles y meterme en la cama con la sonrisa recuperada. Lo siento por el dueño. Pero la próxima vez, si veo que está el cenizo tomándose una caña, no entro a ese bar.

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