![El abogado del diablo](https://s1.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/2024/09/20/pelicotjuicio-kPKC-U2201286292713VLI-1200x840@El%20Correo.jpg)
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Una voz se elevó por encima de las demás. «¡Cerdo violador!», gritó la mujer. No era familia de la víctima. Ni siquiera amiga. Simplemente una ciudadana asqueada tras descubrir que en su localidad vive un monstruo que, durante años, sedó a su mujer para que ... fuera violada por más de 70 degenerados. Nunca he entendido a esa gente que, no teniendo nada que ver con el caso y por mucha repulsa que provoque, se planta en la puerta del juzgado para insultar o, si se tercia, golpear tanto al acusado como al coche policial que lo lleva. Viene a ser un Fuenteovejuna cutre, primitivo e inútil. Pero puedo entender a quien lo vea diferente. Como aquella señora. En cambio lo que jamás lograré digerir es lo que sucedió después. Uno de los 50 acusados que están siendo juzgados, tras escuchar que alguien le llamaba cerdo violador, lejos de avergonzarse o callar miró hacia la espontánea y le gritó«. Espera que me suelten y te violo a ti». Imagino que tras leerlo sentirán lo mismo que yo. Indignación, asco y rabia. Pero lo que vino después fue peor. Un periodista allí presente se dirigió a la abogada del tipejo aludiendo a la barbaridad que acababa de soltar su cliente. Y ella, con una media sonrisa y sorprendente retranca, sentenció. «Es que ella se lo ha buscado». Ahí queda eso. Y es el detalle y motivo que da pie a nuestro Piscolabis de hoy. Hablemos de los abogados del diablo.
Todo el mundo tiene derecho a una defensa, a un juicio justo y a la presunción de inocencia. No hace falta recordarlo. Y que la obligación de un abogado es obtener la mejor sentencia posible para su cliente. Estamos de acuerdo. Pero eso no implica que haya casos donde se les tiene que hacer bola en el estómago. Sobre todo en estos que provocan arcada. Juicios como el del monstruo Dominique Pélicot y del resto de violadores de su mujer. Porque esa abogada, era mujer, podría limitarse a ejercer su labor. Pero no. Tuvo que añadir una frase que siendo corta dice mucho. Deja clara la forma de pensar de la letrada. Y provoca escalofríos. No solo apoya profesionalmente a su defendido. Lo normal. También lo avala moralmente. Lo que no es tan normal. De lo contrario jamás habría soltado esa frase. Tengo amigos y familiares cercanos que ejercen la abogacía. Incluido el derecho penal. Pero no les veo diciendo algo así. Aunque solo sea por mantener un mínimo de decencia. Todo lo contrario que la abogada de ese acusado al que no le ha importado que el mundo entero sepa que iba a casa de Pélicot para violar a una mujer sedada por el cerdo de su marido. Esa profesional de la justicia cree que la respuesta -«espera que me suelten y te violo a ti»- es lógica ante la recriminación de una mujer en la puerta del juzgado. Ese es el nivel. Lo que me lleva a una pregunta a la que no me han respondido aún de una manera convincente. Qué tipo de persona tienes que ser para defender a un diablo. No hablo de alguien que mató o agredió a otra persona o personas en un contexto que podría tener diferentes motivos o lecturas. Sino a un ser que admite los hechos más vomitivos y crueles, dejándote claro que es un monstruo y que se jacta de ello. Porque, si de lo que se trata es de hacer justicia, lo suyo sería no intentar que se vaya de rositas. En cambio aplaudimos al bufete de abogados que más casos logra a favor de sus clientes, sean o no culpables. Aunque supongan un peligro para su familia y entorno.
Esa es la madre del cordero. Por eso me pregunto cómo se irán a la cama sabiendo que han ayudado a que un violador o un asesino esquive la cárcel o haya logrado una extraordinaria rebaja de la pena. Y no me hablen del código deontológico, porque el dilema ético algunos se lo pasan por debajo de la toga. Por eso insisto en la pregunta. ¿Cómo puede alguien vivir con la conciencia tranquila mientras intenta que un monstruo sufra la menor condena posible o salga libre? Admiro esa fría profesionalidad. Pero no las formas. Para salvar a su cliente muchas veces, casi siempre, echan mierda sobre la víctima, transformándola en culpable. Y luego se van a casa para cenar en familia y besar a los niños antes de que se vayan a la cama. Con un par.
Cada día conocemos casos de asesinatos, violaciones, torturas, terrorismo o estafas, donde el acusado va a la cárcel o paga por sus delitos. Pero nunca, o rara vez, vemos que su abogado, o abogada, los acompañen. A veces deberían. Como más de un asesor fiscal. Los clientes, para defraudar o sacar el dinero del país, necesitan de un conocimiento y contactos que no tienen. Un pequeño detalle que parece no importar a la dama de la balanza y los ojos vendados. Pero ese debate ya sé que lo tengo perdido. Por eso vuelvo al principio. Al de hoy. Cuando veo y escucho a abogadas como la de uno de los imputados en Francia, justificando que su cliente amenace con violar a una mujer, comprendo la dimensión real de la frase «hacer de abogado del diablo». No solo no les cuesta. Algunos, y esto es lo terrorífico, lo consideran algo normal.
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