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Siempre me ha suscitado una atracción especial los ganchos o batidas al jabalí con pocos perros de rastro, donde el trabajo de estos y de ... los perreros es vital; incluso el de los cazadores que cubren los puestos. Todo debe estar dispuesto para que el monte y los cazadores vibren con las primeras ladras. Pero para que todo esto se pueda llevar a feliz término, un personaje ejecuta el trabajo más importante y, posiblemente, más bonito.
Es el perrero o rehalero; hombre de campo, correoso, capaz de descifrar por las huellas y escarbaderos todos los movimientos de los jabalíes. El perrero revisará desde primeras horas pasos y veredas para localizar los encames de los bichos. Una vez hallados, informará a los postores de los lugares o querencia por donde entiende que los jabalíes pueden romper. Allí se situarán los puestos. Luego, con la traílla debidamente sujeta, intentará localizar el último rastro o demanda. Cuando los perros denoten con sus latidos, cada vez más insistentes, la presencia próxima del jabalí, se producirá uno de los momentos más emocionantes de la caza mayor: la suelta de la rehala y el posterior levante de la presa. Son instantes de gran excitación y nerviosismo por parte de perros y perreros, dónde los ladridos de aquellos se confunden con los gritos de ánimo de estos. El perrero, consciente del peligro que corren sus animales ante un gran jabalí que les haga frente, no dudará en ayudarles antes de que empiecen a recular. El perro, por su parte, encontrará en las voces de aliento de su dueño el coraje necesario para tratar de romper la defensa del verraco.
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Silvia Cantera, David Olabarri y Gabriel Cuesta
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