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Julio César Rico
Burgos
Sábado, 15 de marzo 2025, 12:42
La de los Siete Infantes de Lara y su decapitación es una de las historias más trágicas de la primitiva Castilla. Y si esa narración es terrible, la muerte, el suicidio de doña Lambra, su tía, aún más. La mujer, atormentada por la muerte de los Infantes y de su esposo, a manos de su hijo bastardo Mudarra, se tiró al vacío desde lo más alto de este cubo de la muralla.
Doña Lambra fue, como señala Domingo Hergueta, en el Boletín de la Institución Fernán González, la causa de toda la tragedia de los Siete Infantes. La mujer «aguardó a que muriese en 995 el conde de Castilla Garci Fernández», primo suyo, que movió su proceso, en el que fue «condenada a ser apedreada y quemada»; pero por su altivez y soberbia, antes de sufrir muerte tan horrible, «se subió al adarve de la torre, que desde entonces lleva su nombre, y se precipitó desde su altura, matándose».
El torreón formaba parte de la primitiva muralla que tenía en la puerta de San Martín, unos metros más arriba, la entrada principal de la ciudad. Así que, por tradición, y por dar continuidad a la enigmática muerte de doña Lambra, se conoce a este cubo, como el 'de los suicidas'.
Doña Lambra forma parte de la leyenda de los Siete Infantes de Lara. Todas las leyendas y mitos en torno a este acontecimiento las convirtió Lope de Vega en teatro, en tragicomedia. Es 'El bastardo Mudarra' que el pueblo de Castrillo de la Reina recrea todos los años en agosto en el atrio de su iglesia.
Corre el siglo X en las tierras de Lara. Dos familias, la de Gonzalo Gustios, Doña Sancha y sus siete hijos, y la de Ruy Velázquez y Doña Lambra -que es hermana de doña Sancha-, están enfrentados. En venganza, Ruy Velázquez traiciona a sus sobrinos, los Infantes, se los entrega a un capitán moro que los decapita y enseña sus cabezas al padre, Gonzalo Gustios, al que retenía como prisionero en una cárcel de Córdoba.
Gustios volverá a su casa de Salas, pero en Córdoba nacerá un hijo bastardo suyo y de una noble mora Zaida, que lo cuidaba en prisión. Ese hijo, Mudarra, llegará años más tarde a Castilla a conocer a su padre cristiano y cobrarse venganza. Doña Lambra aparece en esta historia como una malvada mujer a la que no le importa la muerte de una parte de su familia con tal de mantener la honra de la otra.
En ese asesinato, como parte de las intrigas palaciegas, juega un papel fundamental doña Lambra, la tía de los Siete Infantes. Esta acción atormentó a la noble que huyó de las tierras de Lara para, en Burgos, arrojarse desde este torreón al vacío, buscando una muerte segura.
El medievalista Ramón Menéndez Pidal, recrea en su obra la figura de la señora de Barbadillo del Mercado. Cuenta el erudito gallego que «Saliendo ya de la villa (de Salas de los Infantes) en dirección a Vilviestre (del Pinar), al atravesar la dehesa, muestran los pastores en una calva peñascosa del suelo, que ellos llaman La pata del caballo, una herradura estampada en dirección contraria a la Sierra de Neila: persiguiendo los de Salas a Doña Alambra, huía ésta con el caballo herrado al revés para dejar tras de sí rastro engañoso; pero luego se vio acosada de cerca, y rompió en una maldición: «¡Así la tierra me tragase!». Entonces el caballo pegó un bote desde el peñasco y fue a hundirse allá en la Laguna Negra».
De vuelta a Burgos, el torreón, el cubo que hace esquina entre el paseo de los Cubos y Francisco Salinas fue conocido como el de los suicidas. Está emplazado junto a la Puerta de la Judería, antigua entrada a los barrios judío y musulmán, y constituye uno de los cubos mejor preservados de la muralla.
El imaginario colectivo, la sociedad medieval de Burgos ha recordado -y en nuestros días lo ha hecho caer en el olvido- a esta construcción o recreación, a mitad de camino entre la leyenda y la historia, que nos traslada a otras épocas. Ahora cabe preguntarse y no esperar respuesta porque no la tiene, en realidad. ¿Por qué darle el apelativo del suicida a esta torre? Sea realidad o leyenda, ¿qué ocurrió en este lugar?
Sea cierta o sea nada más una invención, esta parte de la ciudad tiene un aroma especial. Al caminar por el paseo de los Cubos y notar la presencia de la enorme muralla, de sus cubos, uno no deja de imaginar el olor a muerte que a lo largo de los siglos se llegó a sentir en su derredor.
Batallas, avatares llenos de misterio; enigmas y conspiraciones… en esta parte de la ciudad hubo de todo. Al pasar por este trozo de la muralla respira todo ello; y se acentúa al llegar a la torre del Suicida. El paisaje acompaña a estas percepciones. Al frente se aparece, de entre la vegetación, un palacio de cuento de miedo. De sus torres semi almenadas se descuelgan historias para no dormir. Es un ambiente extraño, rodeado de misterio. Son sensaciones encontradas porque la belleza del entorno se confunde con las percepciones sensoriales poco habituales.
Mucho más difuso es otro nombre que recibe este cubo. Fue conocido también como la Torre del Invencible; quienes conocen la Historia de la ciudad lo atribuyen a un supuesto héroe local que resistió los asedios y asaltos a la ciudad a muy pocos metros de la entrada del Arco de San Martín. No existe documentación escrita de esta denominación, aunque se quedó presente en una época de la ciudad.
Domingo Hergueta «como una sospecha», se atreve a indicar que «en una escritura de la iglesia de la Blanca, de 2 de marzo de 1451, 'se da a censo por los clérigos de esta iglesia, una herren y el, suelo de la ermita de San Mathé a Juan Beltrán Embito', que en otras se le llama Beltrán invicto, así, con letra minúscula, corno si no fuera su apellido, sino su sobrenombre».
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