La increíble historia de 'El coche más bonito del mundo'

De las seis unidades fabricadas del Mercedes Benz 540 K Autobahn Kourier, el clásico que atesora más premios, solo se conserva la que adquirió en 1938 el oftalmólogo catalán Ignacio Barraquer

Óscar Villasante

Miércoles, 8 de marzo 2023, 18:12

Para muchos es sin duda el coche más bonito y exclusivo que se ha fabricado en la historia y han pasado ya 85 años desde que saliera carrozado de los talleres de Mercedes en Alemania. El Mercedes-Benz 540K Autobahn Kourier nació en 1938 como ... una serie limitada sobre un modelo anterior de la que apenas se fabricaron seis unidades, en un país donde los nazis querían mostrarse ya como la primera potencia mundial. La obsesión de Hitler por extender una red de autopistas por todo el territorio –las autobahn– explicaría el origen y lo extraordinario de este coche, bautizado popularmente como el 'Mensajero de la autopista'. Pero lo que hoy en día hace más relevante a este vehículo es que sólo se conserva uno: el comprado por el prestigioso oftalmólogo español Ignacio Barraquer (1884-1965), que lo condujo por miles de kilómetros de carreteras de Europa y caminos desérticos de Oriente Medio.

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Pero, ¿qué tiene de especial este coche? y ¿cómo llegó a las manos de Barraquer? La primera pregunta es fácil de responder, porque nos encontramos sin duda ante uno de los éxitos de la ingeniería de la automoción. Estamos ante una 'bestia' diseñada para la conducción de calle con todos los adelantos de la mécánica deportiva de su época. Para responder a la otra pregunta y explicar cómo llegó a manos del oftalmólogo hay que echar mano de algunas conjeturas.

Barraquer, con su Mercedes.

Otro para el Shah persa

De la media docena de unidades montadas –se fabricaban por encargo– se cuenta que una fue para la amante de Hitler, Eva Braun, aunque este 'autobahn' fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial. De otros tres coches nada se sabe, pero quedan dos cuyo rastro se pierde en Irán y en Barcelona. Uno habría sido vendido o regalado por el Gobierno nazi a Mohammed Reza Pahlevi, el Shah persa. Y el último es el que ilustra este relato, aunque su compra está aderezada por varias versiones.

Algunos apuntan que Ignacio Barraquer recibió el Mercedes 540 K como un regalo de algún jeque árabe en agradecimiento a una cirugía exitosa; otros sostienen que el español fue obsequiado por un alto cargo del régimen nazi por haberle salvado la vista, pero su hijo, Joaquín Barraquer, asegura que su padre –una eminencia mundial en intervenciones de cataratas– lo compró en un viaje cuando operaba en Alemania. El historiador Antonio Palacín, uno de los mayores especialistas en la historia del motor, relata que el coche se entregó a Barraquer el 1 de noviembre de 1938 en Gibraltar, donde se abonó la mitad de su precio porque la otra parte se había pagado antes en Zurich. Lo cierto es que el catalán estrenó el mercedes con su mujer recorriendo todo el norte de África –Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto– hasta volver a España al concluir la Guerra Civil.

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Se cuenta que el oftalmólogo era tan hábil con la mecánica como en el quirófano y podía solucionar las más complejas averías mecánicas en pleno desierto al ir equipado con todas las herramientas necesarias, además de dos ruedas de repuesto. De vuelta a casa, cambió la matrícula alemana por la original de Barcelona que todavía hoy conserva: B-69475.

Pero volvamos al 'Coche más bonito de la historia'. Esta calificación le viene a nuestro mercedes de los muchos concursos de clásicos del automóvil ganados en los últimos años, el más prestigiado es el certamen de Elegancia de Pebble Beach en Estados Unidos. Su imponente capó y su forma aerodinámica, con unos guardabarros que recorren buena parte del chasis, lo convierten en una joya estética... y mecánica.

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El más bello de la historia, designado en Pebble Beach.

A los ingenieros de Mercedes se les encargó un turismo que rodara sin límites por las incipientes autopistas alemanas. El nazismo se empeñó en trazar el país con una red de carreteras de gran anchura y sin restricciones de velocidad, circunstancia que se mantiene hasta hoy aunque no en todas estas autovías. Hitler demostraba así su poder e inauguraba la barbaridad de mil kilómetros cada año. Para 'tragárselos' se creó este prototipo de 'carreras' de cuatro marchas que no necesitaba de circuitos.

A más de 180 por hora

En el corazón de este purasangre latía un motor de 8 cilindros y 5,4 litros en línea, capaz de entregar una potencia variable de 115 o 180 cv, según el pulso del conductor. En su denominación aparece la 'K' de kompressor y ahí está la explicación. Si se pisaba el pedal del acelerador hasta el suelo entraba en funcionamiento este dispositivo de sobrealimentación y las prestaciones se disparaban hasta la máxima potencia, lanzándose los alrededor de 2.700 kilos de peso de este tanque a más de 180 kilómetros por hora. Una velocidad de vértigo entonces. El problema es que ese vértigo apenas duraba medio minuto, el tiempo que el ingenio mecánico alimentaba el motor con ese depósito de combustible extra y revitalizaba la combustión. El riesgo era que los materiales de entonces no podían soportar durante mucho más tiempo la brutal fuerza de torsión y el cigueñal –el eje que transforma en giros el trabajo del motor– podía terminar retorcido como un muelle. Así que después de una pedalada a fondo del acelerador tocaba enfriarse y esperar a que el depósito nodriza de gasolina volviera a llenarse.

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Otros extras del 540-K le dotaban con el mejor equipamiento que se podía pedir en los años 30. Se entregaba con cristales de seguridad, frenos de asistencia hidráulica, luces de desvío intermitentes, puertas con seguros o limpiaparabrisas eléctricos.

Ignacio Barraquer tenía dos pasiones fuera del trabajo: los coches y los animales. En la colección de su garaje, además del mercedes de nuestra historia, se aparcaron, entre otros, un Ford T, un Alfa Romeo, un Hispano Suiza y otros mercedes deportivos como el 300 S coupé. Su segunda afición le llevó a montar un pequeño zoológico en el jardín de su casa torre en la Bonanova. También era habitual verle en las funciones de circo, un espectáculo que gozaba de buena taquilla y del aplauso del público en esa época.

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Casi cuarenta años después de su muerte, en 2004, sus herederos decidieron poner en venta el coche tras recibir varias ofertas millonarias y ha terminado en manos del argentino Jorge Keller, uno de los propietarios de la mejor colección de vehículos clásicos del mundo... pero eso ya es otra historia.

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