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Toda la vida vamos a recordar este confinamiento que sufrimos ahora por dos motivos: porque cada día nos levantamos como si esto fuese un sueño, y porque va a ser el principio de algo totalmente nuevo. Otro mundo. Todos los expertos vaticinan que a partir ... de ahora compraremos más por internet, estaremos más en casa, nos relacionaremos menos, cambiarán las pautas de consumo... Seremos un poco más finlandeses.
De eso hablaremos más adelante. Antes hay que conocer el germen de todo ello, lo que está ocurriendo ahora. Como decorado de fondo de la crisis sanitaria que sigue segando miles de vidas está una reclusión doméstica inédita que, eso sí, nos está permitiendo ahorrar. No alternar, ni ir al cine, ni al teatro, ni viajar, supone una reducción del gasto medio por hogar en Euskadi de unos 600 euros al mes.
Es fácil llegar a esa cifra. Según la Encuesta de Presupuestos Familiares que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE), cada familia vasca se gasta 2.850 euros al mes (según sus últimos datos, de 2018). La cuarta parte de esa cantidad se va para hostelería, transportes y ocio y cultura, que se llevan el 10,62%, el 10,37% y el 5,2%, respectivamente. Es decir, las parcelas de nuestras vidas con las que ha terminado el confinamiento nos suponían un desembolso de 741 euros que ahora, varados como estamos cada uno en su piso, se quedan en el bolsillo.
También es cierto que pasar tanto tiempo en casa dispara ciertos consumos. Por ejemplo, en comida. Algunos estudios cifran el aumento en un 15%, pero desde BM Supermercados aprecian un repunte en las ventas que en la última semana se ha estabilizado en «un 30% con respecto a una semana normal de antes de la crisis», apunta Miguel Ángel Zamorano, director de gestión de la cadena. Eso, para una familia vasca, supone unos 120 euros más al mes, ya que el gasto medio en alimentación, según el INE, es de 390. Además, no salir de casa hace que la calefacción esté más tiempo encendida, que cocinemos más, que pongamos más el lavavajillas... Los consumos de gas y electricidad incrementarán la factura en 26 euros, según una estimación realizada por la firma Selectra.
En fin, que entre alimentos y energía el desembolso crece en algo más de 140 euros. Si se le restan a los 741 que nos habíamos ahorrado por no alternar, sale un saldo positivo neto de unos 600 euros de media ahorrados con respecto a un mes normal. Seguramente, y como pasa con todas las medias, será una cifra en la que muy pocas familias se reconozcan. Unas, porque esperarán facturas mucho más elevadas y, por lo tanto, el saldo será menos positivo. Otras, porque tendrán un ahorro mucho más notable gracias a la cancelación de actividades extraescolares para los niños, comedores... Es más, sólo con lo que dejaremos de gastarnos en las fallidas vacaciones de Semana Santa los 600 euros mencionados serán ampliamente superados en muchos casos.
De lo que no hay duda es de que, a la fuerza, estamos gastando menos. «La situación está ayudando a las familias a ahorrar para lo que se nos viene encima», razona Massimo Cermelli, profesor de Economía en la Deusto Business School. Se refiere a la crisis económica que se avecina tras este parón de la actividad productiva, que generará desempleo y una caída de la recaudación tributaria. Ocurrirá justo en el peor momento, cuando el gasto social de las administraciones públicas va a tener que incrementarse enormemente. Visto así, el escenario es pavoroso.
Evidentemente, no van a salir a nuestro rescate los 600 euros que nos estamos ahorrando este mes. Y no sólo porque es una cifra modesta para lo que se avecina. También porque, en los sectores de la población que se queden sin empleo «el ahorro se autodestruirá para paliar la falta de recursos». El resto, quien no esté en una posición desesperada, hará lo que se hace siempre en épocas de incertidumbre: ser conservador. No gastarlo por si vienen mal dadas. Así que incluso cuando termine el confinamiento no hay que esperar una explosión del gasto que haga despegar la economía. Un problema porque «entre el 50% y el 60% del PIB es consumo interno», explica Cermelli.
741 euros es lo que se gasta al mes cada hogar vasco en hostelería, transportes, ocio y cultura, los sectores condenados por el actual confinamiento. Supone un 25% del gasto total (2.850 euros), según la Encuesta de Presupuestos Familiares del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Más energía y comida para hacer en casa. Quedarse en casa también supone más desembolsos en algunos aspectos. Así, en alimentación el gasto ha aumentado un 30%, según las firmas de distribución. Eso supone un desembolso extra de casi 120 euros al mes ya que, según el INE, las familias destinan normalmente casi 400 a llenar la despensa. Además, la factura de la luz y el gas subirá 26 euros para un hogar con cuatro miembros con una potencia instalada de 4,6 KWh y un consumo de 3.500 KWh, según cálculos de Selectra.
X8 se han multiplicado las ventas por internet con envío a domicilio, según estimaciones de El Corte Inglés y de BM Supermercados. Todos los expertos apuntan a que este periodo especial supondrá la consolidación en un futuro del comercio online.
Compras para hacer ejercicio. Las grandes multinacionales como Amazon evitan dar datos sobre cuánto han aumentado sus ventas en esta situación. Sin embargo, un vistazo a los productos más vendidos es muy revelador de cómo el confinamiento lo condiciona todo: los artículos de deporte más demandados son cintas elásticas y otros artilugios para hacer ejercicio en casa.
Cinco horas al día nos pasamos los vascos delante de la televisión durante estas semanas de lucha contra la pandemia. Es un 30% más que antes del confinamiento, según datos de Euskaltel. Los servicios de banda ancha fija han aumentado un 80%.
Más wasap y la necesidad de hablar. El volumen de datos en wasap ha crecido el 300%, aseguran en la empresa Eukaltel. Y se ha multiplicado por dos el tiempo que hablamos por el móvil, las llamadas de voz. Además, según datos de Telefónica, el uso del teléfono fijo ha crecido en Euskadi un 59% desde el inicio de esta crisis del coronavirus. En el conjunto de España lo hizo un 51%. La operadora achaca el fenómeno, en buena medida, al teletrabajo.
En realidad, es lo que ocurre en todas las crisis, apunta Juan Antonio Barrenetxea, profesor en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) y experto en Sociología del Consumo. «La incertidumbre de la gente va a ser muy grande y eso provoca que mantenga su dinero en el banco aunque tenga ingresos más o menos asegurados». Ocurrió tras la última recesión, cuando cayó el gasto en cultura, en hostelería..., «en cuestiones que se ven como superfluas». Y a esa contención ayudarán los hábitos adquiridos durante este periodo de confinamiento, en el que estamos aprendiendo a vivir de otro modo.
¿Cómo? En zapatillas. En primer lugar, por el teletrabajo, que es algo que ha llegado para quedarse: hacía mucho tiempo que estaba ahí, pero las empresas eran reacias a romper el vínculo presencial. Hasta ahora. Además, parece que funciona. De modo que no hay marcha atrás en este sentido.
No sólo vamos a trabajar más en casa, sino que también vamos a comprar más desde el sillón. El comercio online no era ningún desconocido pero ahora se ha disparado. ¿Cuánto? Las grandes plataformas, como Amazon, rechazan aportar datos que puedan dar pistas sobre la magnitud de su negocio. Pero en El Corte Inglés sí ofrecen una estimación. La modalidad 'click & express' -para recibir en casa todo tipo de productos menos alimentación- «se ha multiplicado por ocho», revela Carmelo Lezana, director de comunicación y relaciones institucionales de la firma en Euskadi. Y en el resto de posibilidades (desde la compra de comida con servicio a domicilio, hasta la que supone hacer el trámite por internet e ir a buscar los productos en coche) se han multiplicado por cuatro. «La compra online está aumentando de manera exponencial; esto está siendo una prueba de fuego».
Para hacer frente a semejante avalancha las firmas de distribución han tenido que reforzar su estructura logística tanto con medios técnicos como humanos. Claro, alguien tiene que recoger los productos, meterlos en cajas, distribuirlos. «Nos ha servido de guía lo que pasó antes en Italia», reconoce Miguel Angel Zamorano, de BM Supermercados, donde las ventas a domicilio se han multiplicado más que por ocho. Tanto, que ahora mismo hay «una demora de una semana para las entregas» de la tienda online, que solo despacha productos de primera necesidad. También dan la opción de hacerlo por teléfono a los clientes mayores de 70 años, los más sensibles al coronavirus. En otras marcas, como Eroski, las demoras del servicio online rondan las tres semanas.
Hay más cosas que nos estamos acostumbrado a hacer sin salir del salón. Como el ocio. El gran negocio del mundo desarrollado. Muchos han desenterrado el Scrabble o el Monopoly, pero lo que ha hecho casi todo el mundo es exprimir la banda ancha. «El consumo de datos en las redes fijas se ha duplicado», dice Norberto Ojinaga, director de Red del Grupo Euskaltel. Claro, al estar en casa la gente conecta el móvil al wifi, se navega más por internet... Pero, especialmente, se ven más películas en streaming. «El consumo en los canales de cine que hemos dejado en abierto se ha multiplicado por trece, y los infantiles, por cinco».
«El consumo en los contextos sociales -léase bares, teatros, conciertos, etcétera- va a cambiar mucho», vaticina Miguel Cardoso, economista jefe para España en BBVA Research. ¿Cuánto? «Dependerá de las medidas que se tomen para normalizar la vida de la gente». A su juicio, tras el confinamiento que ahora sufrimos sólo recuperaremos los viejos hábitos en la medida que la ciudadanía «se sienta segura». Por ejemplo, si el Gobierno hace «pruebas masivas a la población» para descartar que la enfermedad se extiende, y si además es diligente a la hora de realizar confinamientos para evitar contagios. «Eso reduciría mucho la incertidumbre» y propiciaría un resurgimiento de la hostelería, el turismo... En general, del ocio compartido.
En esta estrategia también tienen un papel importante los sectores afectados, que deberán dar «más certidumbre» a sus clientes. ¿Cómo se hace eso? Según Cardoso, evitando locales «atestados», reduciendo la capacidad de cines o teatros, limitando el aforo en los establecimientos hosteleros... En todo caso, asume que el entretenimiento va a estar más vinculado al hogar y por eso vaticina que la televisión va a ganar enteros a la hora de seguir en directo desde obras de teatro hasta conciertos y cualquier tipo de evento.
Mucha gente se ha pasado a Netflix, que ha tenido que bajar la calidad de vídeo ante la enorme demanda de visionados. ¿Cuánto ha crecido su actividad? Como Amazon, evita dar cifras ni detalles. Si los da Jaume Ripoll, director editorial de Filmin, plataforma española que ofrece, entre otras cosas, clásicos y cine independiente. «El consumo de títulos ha aumentado estas semanas entre un 50% y un 70%», asegura. «Eso nos ha obligado a cerciorarnos de que los servidores van a aguantar sin perder calidad». De momento, asegura que es así.
Desde esta atalaya que es la gestión de medios digitales es posible asistir a cambios de hábitos curiosos en estos días tan raros. Mucha gente ve películas por la mañana, algo antes residual; y a partir de la medianoche, cuando antes había un apagón casi total, ahora una legión de personas se mantiene frente a la tele, dicen desde Filmin. Hay un dato interesante: el clásico más visto el mes pasado, en pleno confinamiento, ha sido 'La ventana indiscreta', de Alfred Hitchcock.
Semejante enclaustramiento genera, como es lógico, necesidad de contacto humano. Queremos relacionarnos con quienes se han quedado fuera. «El volumen de datos por wasap ha aumentado un 300%», asegura Ojinaga, de Euskaltel, porque «compartimos vídeos, imágenes, audios...». Pero para él, «la gran sorpresa es el aumento del uso de la voz en el móvil, que casi se ha duplicado. Tenemos necesidad de compartir lo que está pasando, de preocuparnos por los demás...». Eso lleva a menudo a una saturación de líneas que impide hacer llamadas. En la operadora aseguran que sólo habían vivido situaciones semejantes en Nochevieja tras el cambio de año.
Recapitulando: trabajamos en casa, tenemos ocio en casa... Comemos en casa. Como queda dicho, la compra de alimentos se ha estabilizado en un 30% más que antes de toda esta crisis. ¿Qué hay de los restaurantes? ¿No podían servir comida a domicilio? «Igual las empresas que antes ya se dedicaban a ello sí tienen algo más de actividad», dice Héctor Sánchez, gerente de la Asociación de Hostelería de Bizkaia, en relación, sobre todo, a los negocios de comida rápida. «Pero el 95% del sector tradicional está cerrado. En esta situación es difícil llegar a la gente, anunciarse, hacerse con una red de distribución para repartir a domicilio...». Si ya es difícil dar un giro al negocio en circunstancias normales, ahora mucho más.
Hay quien piensa que llegará un momento en el que termine el estado de alarma y todo el mundo saldrá con ansia a las calles para recuperar su vida de antes. Pero no será así. El presidente Pedro Sánchez ya avisó el sábado de que la sociedad que llegará será muy distinta a la que conocimos, y de que el fin del confinamiento será gradual, por fases.
Es más, «el Imperial College de Londres avanza sucesivas oleadas y confinamientos» porque el Covid-19 no va a desaparecer de un plumazo, apunta Barrenetxea, el sociólogo de la UPV/EHU. «Ocurrirá como con la gripe de 1918, que siguió llegando en años sucesivos». A su juicio, no habrá tranquilidad hasta que se diseñe una vacuna efectiva y se esté en condiciones de suministrarla de forma masiva a la población.
El primer fin de semana del confinamiento fue la locura en los supermercados. «Una avalancha de clientes, compras totalmente desestructuradas», recuerda Miguel Ángel Zamorano, director de gestión en BM. En las tiendas la gente salió de las oficinas para reponer en los lineales. «Fue el boom del papel higiénico, de las pastas secas, de las conservas». La clientela se llevaba todo lo que podía ser fácilmente almacenado temiendo el desabastecimiento.
Ahora la situación se ha normalizado, dentro de lo normal que puede ser todo esto. Aunque sigue habiendo artículos a veces difíciles de encontrar como «levaduras, harinas, azúcar...». Muchas familias se han puesto a hacer bizcochos y galletas. La venta de cafés también se ha disparado «por la traslación desde la hostelería». Y la de cervezas, que ha crecido en Euskadi «un 60%». En el conjunto de España, según la asociación de distribuidores Asedas, escala por encima del 70%. Un estudio de este colectivo empresarial revela que casi se ha duplicado la venta de aceitunas y patatas fritas. El chocolate y el helado también han aumentado cerca de un 80%.
De ser eso así estaríamos ante la confirmación de que nuestro mundo no volverá a ser el mismo y se cronificará este repliegue hogareño. Algo que ya asume como inevitable Miguel Cardoso, economista jefe para España de BBVA Research, el servicio de estudios del banco. Eso lo va a cambiar todo. Desde el mercado inmobiliario porque «la gente va a invertir más en la vivienda, a demandar otro tipo de casas, más grandes, con terraza», hasta la automoción, una industria vital pero que se reducirá porque «habrá menos demanda de automóviles». Además, en entretenimiento «va a estar más ligado a la televisión, y seguramente invertiremos más en ella que en irnos de viaje lejos».
Claro, lo de viajar será más difícil porque las fronteras perderán porosidad. Los estados querrán protegerse, algo que ya estamos viendo. Y probablemente haya que tener «un pasaporte sanitario» que limitará la entrada en ciertos países a posibles enfermos, vaticina Barrenetxea. Los espectáculos masivos será otro fenómeno a estudiar.
En fin, que este confinamiento va a tener unos efectos inmediatos (ya se habla de un posible baby boom, un aumento de divorcios, más obesidad...), pero, sobre todo, futuros. ¿Qué podemos hacer para evitar que acabemos convirtiéndonos en una sociedad más triste, más solitaria? Ahora sólo hay una receta y suena como una broma cruel: quedarnos en casa.
Por María Rego | Vitoria
En casa de Patricia Cabrera y Rafa Resines hoy toca vermú. No sabe como antes, cuando salían los fines de semana «a echar un 'marianito' y unos pintxos con los amigos», pero al menos el bolsillo lo agradece. El aislamiento ha reescrito la hoja de gastos de esta pareja vitoriana que ha visto fulminado su ocio más allá de las cuatro paredes de su piso para disgusto sobre todo de Leyre, de cinco años, y Lucas, de dos. Ahora tiran más de Netflix y se han abonado a Disney+ «para entretener a los 'peques'», cuentan en un respiro de su teletrabajo, entre papeles, como archivero y administrativa.
La cuota por ver a la princesa Elsa o al cachorro Simba a todas horas asciende a 59,99 euros al año y se suma a otros extras a cargo del confinamiento, como esa factura de 120 euros por unas sillas «buenas» de oficina. «Con tantas horas delante de la pantalla, la espalda acaba mal y como no sabemos cuánto va a durar esto...», comentan. Tampoco tienen idea de los recibos que llegarán tras tres semanas de encierro pero el consumo de kilovatios, por ejemplo, intuyen que se habrá duplicado. Un par de ordenadores, la tele «puesta sin parar» para los críos, la luz, el lavavajillas a diario...
«Antes yo comía siempre en casa pero Patri y los niños iban donde sus padres», aclara Rafa. Así que, aparte de ensuciar más cacharros, el ticket del supermercado se ha estirado. De la compra mensual con el carro hasta los topes que rondaba los 180 euros han pasado a visitar el súper una vez a la semana y dejarse cerca de 100. «Nosotros igual con una ensalada nos arreglamos pero a Leyre y Lucas hay que ponerles primero, segundo y postre», explica Patricia, que teme la próxima factura del gas con una calefacción enchufada desde temprano en su piso de Salburua.
Mientras esperan a que el tiempo dé una tregua a la caldera piensan en las vacaciones. Las suyas y las de otros porque el estado de alarma se ha cargado las visitas que Rafa, que lleva a los turistas por Vitoria como guía de 'free tours', tenía cerradas para el pasado puente de San José y Semana Santa. «No es un dinero que he perdido, pero sí que no ha entrado», asume. La familia se ha ahorrado la escapada que pretendían realizar a final de mes y también las clases de gimnasia rítmica de la pequeña Leyre, un discreto alivio de 18 euros para la cartilla común.
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