NO SON HIJOS DE PERRA
El Piscolabis ·
Lo peor de los monstruos es que se nos parecenjon uriarte
Sábado, 25 de enero 2020, 01:27
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
El Piscolabis ·
Lo peor de los monstruos es que se nos parecenjon uriarte
Sábado, 25 de enero 2020, 01:27
Es una fotografía. Pero sus ojos parece que se muevan. Con esa cadencia ágil y a la vez pausada, que tienen los ojos de un labrador retriever. Como si preguntara a la cámara qué tiene de raro estar tumbada en la arena. Al fin y ... al cabo, hasta quienes sirven y ayudan a los demás tienen derecho al descanso. Poco, eso sí. Por eso lleva puesto su chaleco amarillo. Siempre alerta, siempre activa. Tiene dos años. Una edad preciosa para una perra. Joven, pero madura. Y esta semana iba a conocer a Clara. Su nueva compañera de viaje. Una niña de 15 años con movilidad reducida que se pasa la jornada en una silla de ruedas, intentando algo tan simple como sobrellevar su día a día. Lo que incluye abrir puertas, sacar ropa de un cajón o recoger las llaves del suelo. Pero cuatro delincuentes sin escrúpulos le arrebataron ese ansiado futuro. Al menos, de momento. Conocen la historia. Aunque no viene mal recordarla.
La familia Carpintero decidió hace dos navidades emplear sus ahorros en adquirir un perro que ayudara a su hija a llevar una vida normal. No iba a ser barato. Ni fácil. Exigía inversión, tiempo y esfuerzo. Finalmente lo lograron. Su asistente sería una perra de nombre Pocahontas, negra como la noche más bella. Pero la semana en que les iba a ser entregada Alfonso García, su entrenador, paseaba con ella por Aranjuez y un vehículo se detuvo ante ellos. Cuatro tipos bajaron de él. Alfonso recuerda que era una furgoneta Renault Express de color blanco. Le pidieron que les diera todo lo que llevaba y él intentó evitarlo argumentando que, como iba en chándal, no tenía dinero. En ese momento uno de ello sacó una pistola. Y no tuvo más remedio que confesar. Llevaba su cartera colgada del cuello. Tras entregarla, escuchó al de la pistola decir-Y el perro-. Sintió un brusco tirón, le arrebataron la correa, metieron a Pocahontas en la furgoneta y desaparecieron.
La policía busca desde entonces esa furgoneta blanca con cuatro ocupantes, al parecer de etnia gitana, que podrían moverse por la Comunidad de Madrid y alrededores. Advierten, por si intentan venderla a alguien con la misma falta de escrúpulos, que Pocahontas tiene un chip y una cicatriz ya que acababa de ser esterilizada. Vamos que no cabe la excusa de no sabía que era una perra robada. La Fundación Bocalán, a la que pertenece Alfonso y que se encargó de su adiestramiento, ofrece 800 euros de recompensa por el rescate. Y el escritor invidente Emilio Ortiz, que sabe lo que supone un perro así, añade 1200. No me olvido que ha sido una semana dura, con muertos por el temporal y una nueva víctima de la violencia machista. El drama humano es lo más importante. Pero cuesta digerir que haya gente capaz de secuestrar a un animal así. Por no hablar de la atrocidad descubierta en Arganda del Rey, donde un matrimonio acompañado de otra gentuza de la misma calaña, incluidos dos veterinarios, llevaban años criando chihuahuas en un zulo hermético, sin ventilación, bajo tierra y, para que no les escucharan los vecinos, con las cuerdas vocales cortadas. Cuesta hasta escribirlo. El propietario del lugar contaba ayer en Telemadrid que «los perros ya llegaban así, que reconoce que estaban en jaulas pero que los sacaban de vez en cuando a la calle». Ah y que «si no cumplía la normativa sanitaria aprobada en 2017, era porque no le había dado tiempo». Con un par. No hace falta decir que Seprona y veterinarios serios han inspeccionado a los perros y muchos tenían graves problemas articulares, quistes en los ovarios, amputaciones y enfermedades de la piel. Ojo hablamos de 260 canes. Y nos parecía una exageración lo de la película de los 101 dálmatas. Total, que hay indignación general por el caso y el de Pocahontas. Tanta, que ocupa informativos de radio, televisión y prensa escrita. Las redes arden y solo se escucha una frase. Son unos hijos de perra. Hasta periodistas amigos míos lo dicen. Pero no. El lenguaje puede ser tramposo. Y adulterar el mensaje. Los que roban a una perra entrenada para una persona discapacitada, con su chaleco que así lo indica, y los que cortan las cuerdas vocales a unos perros para que nadie descubra el zulo en el que malviven no son hijos de perra. Nacieron de una señora como su madre o la mía. Probablemente sin los valores de estas. O con los mismos y no son culpables de que la siguiente generación saliera torcida. Pero, y esto es lo más duro, pertenecen a nuestra misma especie. La humana. Esa que se devora a sí misma. La que usa palabras como cerdo, zorra, burro, cucaracha, rata o buitre para explicar actitudes que son nuestras, aunque no nos gusten. No les llamen hijos de perra. Qué más quisieran. Son basura humana y punto. Dejemos en paz a las madres. Da igual quién les parió. Simplemente, esa gente, no debería haber nacido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.