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gerardo elorriaga
Miércoles, 25 de abril 2018
Hannibal Lecter, encerrado en su celda de máxima seguridad, cantaba las excelencias gastronómicas del corazón humano asado y servido en su punto, manjar que solía degustar acompañado de una botella de 'chianti'. Probablemente, Mohammed Jabbateh, más conocido como el comandante 'Jungle Jabbah', no compartía los ... refinados y depravados gustos culinarios de aquel sofisticado asesino. Ahora bien, según testimonios de varios supervivientes, este señor de la guerra liberiano mandó también cocinar el órgano de una de sus víctimas y lo repartió entre su milicia, tal vez para estimular creencias atávicas y ancestrales odios tribales. El canibalismo ritual ha sido una de las causas que lo han conducido a la celda estadounidense donde cumplirá una condena de treinta años.
Aquel joven guerrillero de pelo ensortijado, gafas oscuras y aspecto sombrío se había convertido en el probo hombre de negocios, dueño de una compañía marítima radicada en Pensilvania. Pero su acomodada vida en Norteamérica estaba basada en un delito que le persiguió durante dos décadas. Cuando solicitó asilo político a finales de los años noventa, falseó su pasado al rellenar la solicitud de residencia permanente. El emigrante aseguró que no estaba implicado en actos de genocidio ni en crímenes motivados por la religión, la etnia o la opinión política. Nada más lejos de la realidad.
El perjurio cometido y la falsedad en los documentos aportados dieron lugar a su procesamiento. Las investigaciones sobre la verdadera condición del recién llegado le condujeron hace dos años hasta el banquillo de un tribunal. Entonces, los testimonios revelaron la verdadera identidad de Jabbateh como dirigente militar del Movimiento Unido de Liberación por la Democracia en Liberia (Ulimo, por sus siglas en inglés), una de las facciones guerrilleras que sumieron al pequeño país africano en el caos desde 1989 a 1996, durante la primera fase de su guerra civil. Tras la división del grupo, fue uno de los cabecillas del sector afín a la etnia mandingo, enfrentada la krahn.
La violación colectiva y la esclavización sexual, la mutilación y el asesinato se suman a la degustación de carne humana en la relación de cargos que han recaído sobre el antiguo caudillo. «No tengo nada que decir», fue su escueta respuesta ante los relatos expuestos por diecisiete testigos que pormenorizaron sus crueldades. El abogado defensor achacó la sucesión de acusaciones a un ánimo de venganza sobre el imperturbable ejecutivo de 51 años, casado y padre de cinco hijos en el territorio americano y de otros siete residentes en África.
Tierra de libertos La Sociedad Americana de Colonización designó en 1822 a Liberia como el destino para el regreso de los esclavos afroamericanos liberados. El 26 de julio de 1847 estos emigrantes declararon la independencia de la República de Liberia, cuya bandera, leyes y Constitución se inspiraron en las de EE UU.
5% de la población liberiana representan los descendientes de aquellos esclavos negros que retornaron a África tras ser manumitidos. Pese a su escaso porcentaje, han dominado históricamente la vida política del país.
Dos guerras civiles En su historia reciente, Liberia se ha visto sacudida por dos cruentas guerras civiles sucesivas, la primera entre 1989 y 1996 y la segunda entre 1999 y 2003. Cientos de miles de ciudadanos se vieron obligados a abandonar sus hogares, y su economía resultó duramente castigada. Un acuerdo de paz en 2003 condujo a unas elecciones democráticas dos años más tarde, en las que Ellen Johnson Sirleaf resultó elegida presidente del país; fue la primera mujer que accedió democráticamente a la jefatura de un país africano. El actual presidente es la leyenda del fútbol George Weah.
La sentencia de 'Jungle Jabbah' es la segunda dictada sobre los protagonistas de las dos guerras civiles que padeció la república. Curiosamente, su ex presidente George Taylor, principal impulsor de las matanzas, fue condenado a medio siglo de cárcel por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la vecina Sierra Leona, donde se asoció con otros guerrilleros para el robo de diamantes. La encarcelación de Jabbateh es la segunda tras la de Chuckie Taylor, hijo del exdirigente liberiano, también condenado en Florida a 97 años de prisión como líder de las Demon Forces, una supuesta compañía antiterrorista implicada en todo tipo de atrocidades.
Pero las responsabilidades por el terror padecido en Liberia entre 1989 y 2003 no han sido aclaradas. Prince Johnson, el guerrillero que apresó al presidente Samuel Doe y grabó su tortura y asesinato, se ha convertido en un venerable senador que amenaza con el ruido de sables cada vez que se apunta su implicación en los hechos. Otros jefes milicianos, caso de George Boley o Alhaji G.V. Kromah, gozan hoy también de escaño y una red clientelar que preserva su impunidad.
El fin de la contienda impuso una desbandada de los antiguos señores de la guerra. Muchos huyeron a Estados Unidos, muy vinculado a Liberia ya que fueron libertos negros llegados de aquel país los que fundaron la república africana a mediados del siglo XIX. Las matanzas de civiles empujaron a cien mil personas a buscar refugio al otro lado del Atlántico. Entre ellos estaba aquel muchacho de anteojos redondos y perversos hábitos alimenticios, todo un ejemplo de las segundas oportunidades. Para su desgracia, una pequeña mentira al rellenar cierto formulario ha recordado su historial como asesino en masa y arruinado esa respetabilidad.
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