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DANIEL martínez y Álvaro Machín
Jueves, 1 de agosto 2019, 09:26
Juan Francisco Aured no se estrelló voluntariamente con su vehículo contra un árbol en la carretera autonómica CA-460, a menos de un kilómetro de la vivienda de Escalante donde previamente había asesinado a su mujer, con la intención de suicidarse. Esa es al menos ... la principal hipótesis que manejan los miembros de la Policía Judicial de la Guardia Civil que están llevando a cabo la investigación. Es más, lo tienen «prácticamente descartado», como ya adelantó el Diario Montañés el mismo día en el que se produjeron los hechos. El hombre, que según ha confirmado la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género –un organismo dependiente del Ministerio de Igualdad– es el autor del crimen machista que minutos antes había acabado con la vida de Maruchi Rodríguez, sufrió un accidente de forma totalmente casual. Es decir, que cuando alrededor de las 17.40 horas se salió de la vía con resultado fatal en el barrio Baranda, a la altura del punto kilométrico 0.800, no tenía intención de llevarse por delante el platanero contra el que se empotró su Mercedes y estaba abandonando la localidad con destino desconocido.
El abanico de posibilidades que ahora se abre es muy amplio. Desde que perdiera el control debido a su estado de excitación después de apuñalar a la que había sido su pareja durante más de 25 años hasta que sufriera un desvanecimiento. Según han confirmado fuentes cercanas a los fallecidos, Juan había sufrido en el pasado problemas de corazón. Además, cuando los bomberos del parque de Laredo excarcelaron su cadáver, detectaron que también presentaba heridas de arma blanca, previsiblemente de un enfrentamiento previo al crimen, aunque no se descarta que fuera él mismo quien se autolesionara. Todos esos escenarios están sobre la mesa y será la autopsia la que arroje más luz sobre un caso que desde el principio está repleto de dudas.
El análisis forense preliminar ya está concluido y ha sido remitido a la titular del Juzgado de Primera Instancia de Instrucción número 1 de Santoña, que se ha hecho cargo del caso y ha decretado el secreto de las investigaciones, por lo que aún no se conoce su contenido. Los agentes de la Guardia Civil que acudieron al lugar del accidente ya descartaron casi desde el primer momento que el hombre –de 56 años– tuviera la intención de quitarse la vida en la carretera después de cometer el crimen.
Fueron precisamente las heridas de arma blanca que presentaba Juan Francisco lo que hizo sospechar a los investigadores. Tampoco había restos de frenada en el asfalto y, aunque todos los vecinos daban por hecho en el pueblo que se trataba de un suicidio, destacaban que no era la mejor manera de asegurarse la muerte. Primero, porque el coche de alta gama era especialmente seguro y no garantizaba que consiguiera su objetivo y, después, porque en ese tramo, por sus características y porque solo había recorrido unos 800 metros desde su casa, no era sencillo coger velocidad suficiente para un impacto certero. Así, había algunas piezas que no encajaban en un suceso de estas características. Varias.
Todo se volvió aún más complejo con el hallazgo de la mujer, que se produjo cuando las autoridades fueron a la vivienda familiar ubicada en el barrio de San Roque a comunicarle que su marido había muerto. Al acceder al domicilio, los agentes encontraron el cuerpo de la esposa, que había sido apuñalado. A falta del atestado completo, al parecer fue un amigo que reside en las inmediaciones el que facilitó la entrada a los guardias. Lo que es seguro es que el cadáver de Maruchi Rodríguez, de 52 años, se encontraba envuelto en un charco de sangre.
La segunda víctima de un crimen machista en Cantabria de 2019 era natural de Mahón (Menorca), pero cuando conoció a su presunto asesino se trasladó a vivir a La Muela, un pueblo de Zaragoza de 5.000 habitantes. Allí montaron un restaurante y hace unos dos años lo traspasaron y decidieron comprar una casa en Escalante, donde se habían integrado a la perfección en la vida social y cultural del municipio cántabro.
Entre tanto, los actos de condena se sucedieron durante la jornada. En Santander, varios de los asistentes al minuto de silencio convocado por el Ayuntamiento de la capital sostenían pancartas en las que podía leerse «en recuerdo a la mujer asesinada en...». Debajo, en el hueco vacío, escribieron con tiza «Escalante». Este año ya han rellenado ese hueco 36 veces. «Si es algo que no queremos que suceda nunca, en ningún municipio, hoy además nos toca más de cerca. En Cantabria», dijo la alcaldesa, Gema Igual.
Y, en realidad, según Ana Bolado, de la Comisión 8 de Marzo, son más. Puso, de hecho, dos ejemplos. «Una chica de 17 años que le pegó veinte puñaladas su novio» y «Laura Luelmo, que no mantenía ninguna relación afectiva con el asesino, que la estaba vigilando». «Esa es una de las cosas que debe modificar nuestra ley. Necesitamos un gobierno, que se pongan a trabajar y que se ocupen de la vida de las mujeres y las niñas, que somos más de la mitad de este país. La ley, que ha sido estupenda, ahora mismo no es suficiente y no contempla todos los supuestos. No siempre hay una relación afectiva entre el asesino y su víctima, y eso lo tenemos que reconocer».
La Comisión, junto a la Asamblea Feminista Abierta de Cantabria, convocó su propia concentración de repulsa por la tarde en el mismo escenario (la Plaza del Ayuntamiento). Y actos similares se repitieron también en Aragón. En la Plaza de Don Vicente Tena, en La Muela (el pueblo donde la pareja vivió durante años), se guardó otro minuto de silencio y se suspendió el pleno municipal previsto. Cerca, en Zaragoza, interrumpieron el suyo para condenar el asesinato. «El Ayuntamiento no va a cejar y no va a dejar de poner todos los medios que están a su alcance para que eliminemos esta lacra de la sociedad actual», aseguró Jorge Azcón, alcalde de la capital maña.
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