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Cuatro veces en menos de tres años han caído a la Tierra de forma incontrolada grandes fragmentos del cohete chino Larga Marcha 5B. La primera fue en mayo de 2020, cuando piezas de un lanzador se estrellaron en Costa de Marfil. La última, este viernes, ... cuando restos de otro obligaron a cerrar 40 minutos parte del espacio aéreo español antes de precipitarse al Pacífico sur. Los cuatro incidentes han tenido la misma causa: China lanza sus cohetes sin combustible suficiente para dirigirlos en la reentrada hacia zonas deshabitadas. Caen donde caen. Como la superficie habitada del planeta es muy pequeña, Pekin confía en la suerte.
Un Larga Marcha 5B despegó el lunes del Centro Espacial de Wenchang, en la provincia sureña de Hainan. Tras poner en órbita el tercer y último módulo de la estación orbital Tiangong, emprendió la vuelta a la Tierra sin control. La reentrada en la atmósfera podía ocurrir en cualquier punto de su trayectoria orbital y en cualquier momento entre la mañana de ayer y la de hoy, calcularon expertos occidentales el martes. Posteriormente, la ESA y la NASA previeron que tendría lugar hacia las 9.40 horas de ayer, con un margen de error de tres horas.
Los restos descontrolados del vehículo obligaron a cerrar parte del espacio áereo español entre las 9.38 y las 10.18 horas, cuando estaba previsto que sobrevolaran la península. Siguiendo las recomendaciones de la Agencia de Seguridad Aérea Europea, Enaire abrió un pasillo libre de aviones a lo largo de la trayectoria prevista del cohete, con un margen de seguridad de 100 kilómetros al norte y al sur. Se quería evitar que un fragmento impactara con un avión y provocara un accidente. La interrupción del tráfico aéreo afectó especialmente a los aeropuertos catalanes y provocó desvíos de vuelos en el norte de la península. Al final, los restos del cohete entraron en la atmósfera sobre el Pacífico sur a las 11.01 horas, según el Comando Espacial de Estados Unidos.
El Larga Marcha 5B es un lanzador de unos 31 metros y unas 23 toneladas. Son las medidas aproximadas que manejan la ESA y la NASA a partir de fotos del lanzador, dado el secretismo con que Pekín envuelve su programa espacial. «No conocemos su diseño, los materiales de los que está hecho ni sus dimensiones exactas», aseguró ayer a este periódico el ingeniero español Benjamín Bastida Virgili, de la Oficina de Basura Espacial de la ESA. Lo que sí saben los expertos es que, a diferencia de otros cohetes, en este la etapa inferior y la superior son una sola «muy grande» de la que puede llegar al suelo entre el 10% y el 40%.
«De las reentradas anteriores de este cohete, se han encontrado tanques de combustible que pueden tener un metro de diámetro, tubos de unos cuatro metros y paneles de hasta un metro cuadrado», recuerda Bastida Virgili. De cualquier cohete suelen llegar al suelo los tanques de combustible y las cámaras de combustión, «piezas hechas para aguantar temperaturas muy altas y que sobreviven a la reentrada».
«Los restos de basura espacial caen a una velocidad terminal, no como un meteorito. Les frena el aire y caen por su propio peso. Cuando llegan al suelo, no abren ni un cráter. Pueden hacer un agujero en un techo o una fachada, pero nada más. Ahora bien, si un trozo pequeño choca con un avión, puede destruirlo. Por eso, se ha cerrado el espacio aéreo», indica el ingeniero español. En toda la historia de la astronáutica, no se ha registrado ningún impacto catastrófico de basura espacial.
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