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Joseba Vázquez
Viernes, 18 de mayo 2018, 00:28
Perplejidad. Los resultados arrojados por un estudio realizado en el Reino Unido entre 16.000 personas nacidas en 1989 y 1990 –difundidos hace apenas una semana– han generado una extrañeza generalizada; completa incredulidad en muchos casos. Dice el informe, administrado por la University College London, ... que uno de cada ocho de los encuestados llegó virgen a los 26 años. Da lo mismo el prestigio acumulado durante casi dos siglos por el organismo que firma la investigación;ese porcentaje del 12,5% de individuos que se confiesan castos y castas a tan madurita edad chirría como una puerta desengrasada. Mikel Resa, vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología, directamente niega verosimilitud al documento. «Desconozco los detalles del estudio, qué y cómo se ha preguntado, pero mis datos no cuadran con los suyos. No me lo creo». Resa, que a lo largo de un curso da charlas a cerca de 2.500 jóvenes en decenas de centros escolares, recuerda que «la edad media en que se tiene la primera relación coital en la Unión Europea está entre los 16 y 18 años».
Como coetáneos de los investigados británicos, tampoco ofrecen más credibilidad al dato César López, estudiante de Filosofía de 22 años, ni Oihane Eguren, arquitecta de 31. «No tengo conocimientos sobre la sociedad inglesa, pero, para un ámbito como el español, esa estadística no concuerda. Es impresionante», dice el primero. «Me cuesta darle crédito –agrega la segunda–. De hecho, creo que la edad ha bajado muchísimo porque el sexo se banaliza y desde jovencita te sientes muy presionada socialmente, por el grupo y por las redes, para mantener relaciones. Parece que si no las tienes no eres aceptada». Con sus diferencias de edad y de situación, Oihane y César pertenecen a la que se ha dado en llamar 'Generación Millennial'. O 'Generación Y'. Un grupo, al igual que sus antecesores, perfectamente heterogéneo. Más quizás en su caso, para el que no existe consenso a la hora de delimitar un comienzo y un final. Según la fuente que se consulte, se considera 'millennials' a los nacidos de 1980 a 2000, de 1984 a 2002, o de 1981 a 1997. Una ensalada difícil de aliñar. Máxime si se tiene en cuenta que, a nivel mundial, el 60% de sus integrantes no se identifica con la etiqueta que se les ha asignado, según el estadounidense Centro de Estudios Pew.
Será seguramente porque a esta tribu, que para el año 2025 supondrá en torno al 70% de la fuerza laboral en el mundo, se la ha estigmatizado con una larga lista de adjetivos poco cariñosos. Tachados de frívolos, narcisistas, egoístas, malcriados, perezosos o poco comprometidos, ¿quién va a desear ser considerado 'millennial'?
¿Quiénes son? Según la fuente que se consulte, los 'millennials' han nacido de 1980 a 2000, de 1984 a 2002, o de 1981 a 1997.
Desconfían de los políticos La encuesta INJUVE señala que los jóvenes españoles de este grupo desconfían de los políticos. Más del 85% de ellos cree que el país necesita reformas profundas y que la sociedad debe cambiar de modo radical.
21,4% Según la horquilla de años que se elija para delimitar la edad máxima y mínima de esta generación, varía también el número de sus miembros. Como término consensuado, se estima que en España suponen unos diez millones de individuos; esto es, el 21,4% de la población total. En el mundo se les cifra en casi la cuarta parte. Para 2025 supondrán en torno al 70% de la fuerza laboral del planeta.
Sin vivienda propia En doce años, los hogares de jóvenes con vivienda propia han caído del 65,5% al 43,9%, según la Encuesta Financiera de Familias (EFF). El 55% de los emancipados españoles menores de 30 años vive en alquiler.
5 años de su vida invertirán los 'millennials' del mundo en atender las redes sociales, lo que significa un promedio de unas dos horas diarias.
Ellos cargan estoicamente con esta cruz que distintas voces contribuyen a hacer más pesada. En 2013, la revista 'Time' dedicó al grupo una de sus cotizadas portadas con el concluyente título 'The me me me generation', lo que viene a ser 'La generación del yo yo yo'. No hacía falta leer el artículo. Por fortuna, el escenario va mucho más allá y existen estudios sociológicos que demuestran que los 'millennials' tienen, por ejemplo, mayor conciencia social y medioambiental, así como más inquitudes culturales, que sus padres o hermanos mayores de la 'Generación X', los venidos al mundo entre 1965 y 1984. También muestran un interés superior por la política, aunque desconfían de los políticos. Seguramente por ello protagonizaron el Movimiento 15-M. Sus principales preocupaciones son el empleo, la educación y la sanidad.
Hay, por supuesto, relevantes diferencias geográficas y de clase, pero a nivel global se acepta que a quienes hoy tienen menos de 37 años les definen dos condiciones comunes. «Es una generación de crisis y es una generación de revolución tecnológica», lo sintetiza Antonio Elorza, profesor de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid. En realidad, Elorza dice sentir por nuestros 'milenarios' «una especie de compasión budista». «Antes encontrábamos trabajo con rapidez y eso te permitía planificar tu vida. Ellos, sin embargo, viven en una sociedad de opulencia donde su precariedad salarial es dramática. No pueden ser solidarios, tienen que sobrevivir. Es una generación del sálvese quien pueda porque la realidad es amenazante. Esta sociedad ha roto los lazos tradicionales de inserción en el mercado de trabajo y los jóvenes se encuentran en un magma líquido, braceando desesperadamente para no hundirse. No es tiempo de utopías», añade.
Son numerosos los datos que confirman las impresiones del profesor Elorza. Baste decir que, en España, los 'millennials' padecen una tasa de paro promedio del 31,91%, casi el doble de la general (16,74%), según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre del año en curso. Ese índice de desempleo es mayor entre los 19 y 29 años (37%) y desciende entre los 31 y 37 (16,65%). Por contra, los integrantes de esta generación cobran en sus trabajos casi la mitad –en ocasiones, incluso menos– de los 23.106 euros en que se sitúa el salario medio anual y no alcanzan esa cifra hasta acercarse a la cuarentena. La mitad de sus contratos laborales tienen, además, una duración inferior a los seis meses y la tasa de temporalidad asciende al 57% en los menores de 25 años.
Esta bofetada de realidad desconcierta cuando menos a chicos y chicas que, a menudo, fueron educados en situaciones más favorables. Lo explicó gráficamente en una de sus conferencias el escritor y consultor inglés Simon Sinek. «Les dijeron que eran especiales, que tendrían todo lo que quisieran en la vida, solo por quererlo. Algunos obtuvieron honores o buenas notas no por merecerlas, sino porque sus padres se quejaron a los profesores. Cuando se gradúan y obtienen un trabajo se dan cuenta de que no son especiales y de que su mamá no puede conseguirles un ascenso». El panorama se complica con el abuso de las tecnologías, en opinión de Sinek: «Las redes sociales son altamente adictivas y no contribuyen a formar relaciones profundas». En conclusión, el experto piensa que esta juventud «educada en la recompensa instantánea» necesita «aprender que cosas que importan, como el amor o el éxito laboral, la alegría y la autoestima, llevan tiempo y requieren paciencia, constancia y habilidades sociales».
Mientras asimilan esta lección, los 'millennials' que consiguen un empleo se ven a menudo condenados a sufrir una abismal brecha salarial por realizar el mismo trabajo que sus mayores. Y así su existencia se complica. Según un estudio recién publicado por CaixaBank, la riqueza neta media de este grupo de población (lo que les queda tras restar deudas a sus activos financieros e inmobiliarios) es de 3.000 euros, frente a los 63.400 de que disponía la 'Generación X' a su misma edad. El informe dice también que el 55% de los emancipados menores de 30 años vive en alquiler y que la edad media de independización en España es de 29,3 años, tres más que el registro europeo. Y según el INE, los jóvenes de 20 a 34 años que han emigrado al extranjero son ya 446.812, casi un 80% más que hace una década.
«De nuevo el viejo Marx tiene razón –dice Antonio Elorza–. Para el capitalismo es estupendo tener disponible un ejército técnicamente mucho mejor preparado que el anterior y más barato». Con cierta retranca, a sus 74 años, el profesor universitario añade una reflexión que no le va a granjear muchas amistades entre sus coetáneos: «Habría que medir bien el asunto de las pensiones, que de alguna manera se comen el trabajo de los jóvenes. Hay hordas de ancianitos viajando por el mundo, adquiriendo cultura, pero ¿qué joven puede moverse por Europa a cien euros la noche de hotel?».
Yo no contemplo el futuro con gran esperanza porque mi horizonte encuentra problemas que otras generaciones no tuvieron». César López, estudiante nacido en Pamplona hace 22 años, no es un joven esencialmente pesimista. En absoluto. Ahora bien, comparte la tesis del inglés Simon Sinek cuando habla del desencuentro entre las expectativas creadas en la infancia y el mundo real. «Eso provoca un desfase absolutamente depresivo». También hay que tener en cuenta que César cursa un máster en Filosofía de la Historia, Democracia y Órden Mundial en la Universidad Autónoma de Madrid y se encuentra, por tanto, en un punto de inflexión clave en su vida: próximo a concluir una larga etapa de alumno y lanzarse a la búsqueda de un empleo, a lo desconocido. «Te ves un poco al borde de un precipicio, en una situación de desamparo. Llega el momento de tomar decisiones y estas son muy restringidas, no hay demasiadas posibilidades». Y, claro, surgen comparaciones inevitables. «Mi hermana me lleva diez años y al acabar la carrera encontró trabajo y se pudo independizar». Él cree que le costará más dar ese paso.
Habitante de su tiempo, el joven navarro confiesa no imaginar un mundo sin internet, pero, paralelamente, ha decidido no disponer de cuenta en las redes sociales. «Solo utilizo Twitter para informarme». También marca distancias con las etiquetas más negativas que se cuelgan a su generación. «Impugno esa perspectiva que nos considera despolitizados y poco comprometidos. Yo lo veo al revés: nuestra generación ha puesto encima de la agenda política el impulso a cuestiones que eran minoritarias, como el feminismo o la conciencia ecológica», argumenta. Siempre que su economía se lo permite, él colabora con Amnistía Internacional.
Este estudiante de Filosofía se afilia al 85% de jóvenes españoles que reclaman cambios profundos en la sociedad, lo que supone un hartazgo del modelo actual. «Estamos en una nueva toma de conciencia –analiza César–. ¿Cómo no vamos a estar indignados? El otro día en clase, una profesora ensalzaba el Mayo del 68 y nos comparaba, degradando a nuestra generación. Para mí, la situación es a la inversa. Los estudiantes franceses de entonces lo tenían todo y estaban cansados de unas condiciones burguesas que querían transformar. Nosotros no podemos estar saturados de condiciones de vida de ese tipo; ni las conocemos ni las vamos a conocer si nada cambia».
Puede parecer un discurso algo complejo, aunque en realidad es muy simple. «En términos generales, las reivindicaciones que planteamos buscan gozar de una vida digna, como esa de la que han podido gozar nuestros padres». Ahí sitúa César la meta. «Eliminando y corrigiendo algunos defectos y corruptelas de generaciones anteriores», puntualiza.
A Oihane Eguren, vitoriana de 1987, arquitecta desde hace seis años, ya no le afecta en la misma medida el vértigo ante el futuro que siente César López. Ella ya pasó por eso. Y lo superó. Ha trabajado casi ininterrumpidamente desde que acabó la carrera –«he tenido suerte y he sido cabezona»– y lo hace ahora en doble vertiente: realiza diseños como autónoma en su estudio y da clases a alumnos de Secundaria en un instituto. Para esto tuvo que aprobar, además, un máster de capacitación. «Ahora veo las cosas más en mis manos». Tanto, que lleva unos años emancipada, compartiendo vida con su pareja.
Puede convenirse que Oihane comienza a disfrutar de una situación aceptable. El trabajo y la constancia son básicos para recoger frutos con el paso de los años. Y,en su caso, el pluriempleo. Pero la realidad está ahí. «Nos decían que seríamos la primera generación que vamos a vivir peor que nuestros padres. Y está siendo así. La crisis económica nos ha marcado en exceso. Tenemos estudios, másters... pero las oportunidades laborales son limitadas y las que te ofrecen, además, son económicamente irrisorias». Y esto genera «una sensación de desengaño, de frustración», dice Oihane. «Empiezas la carrera con mucha ilusión y luego ves que en el trabajo se te exige una dedicación que no se corresponde con el salario que recibes. Afecta a tus planes de futuro, los retrasa. A veces te planteas si ha merecido la pena el esfuerzo. Tengo compañeras de trabajo que se han presentado a oposiciones para una plaza de celador».
La joven alavesa comparte la «desconfianza en los políticos» que caracteriza a su generación, pero reniega de los peores calificativos que se le aplican. De ella no puede decirse que sea insolidaria. Colabora económicamente cada mes con la ONG 'Save the Children', el pasado verano realizó unos campos de trabajo en Senegal y, desde hace dos años, da clases de forma gratuita en Cáritas a chicos y chicas de Primaria.
Oihane saca tiempo para eso, para jugar a baloncesto, ir al cine y al teatro y hacer vida social. Tiene cuentas en las redes sociales, pero no está enganchada. Al contrario, no le hacen especial gracia. «Está claro que tenemos menos inquietudes culturales que generaciones anteriores. Con las redes sociales todo se hace más superficial, se pierde el interés por descubrir y aprender». Menos entusiasmo le producen aún los nuevos 'oficios' en boga. Piensa, de hecho, que 'youtubers' e 'influencers' son en buena medida responsables de transmitir «esa imagen algo frívola de nuestra generación». «No me siento nada identificada con ellos. Cuando se dedican a contar sus viajes, cosas privadas... me da vergüenza ajena. Pero ahora muchos chavales quieren ser 'youtubers' en vez de futbolistas».
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