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Izaskun Errazti
Sábado, 16 de noviembre 2024
«¿Generación de cristal?», se preguntaba Jorge Zabala, de 19 años y alumno de Biotecnología en la Politécnica de Valencia, en una entrevista para este periódico mientras limpiaba, hace apenas una semana, un lodazal en la localidad levantina de Massanassa. «No sé por qué nos ... llaman así. Seguro que habrá alguno de la generación de cristal que se esté tocando los cojones, pero yo creo que somos de la generación del 'hoy por ti, mañana por mí'», defendía. Seguro que como él los miles de jóvenes voluntarios que en las últimas semanas se han hecho protagonistas en un escenario devastado por la dana también están deseando sacudirse esta etiqueta. Una etiqueta que es una adaptación al castellano del término 'snowflake' (copo de nieve, en inglés) y que acabó convirtiéndose en el insulto favorito de los seguidores de Donald Trump para referirse a quienes se hicieron adultos en la década de 2010.
En España el término fue acuñado por primera vez en 2012 por la filósofa y exdiputada del Parlament de Catalunya Montserrat Nebreda. Con él quería referirse a la supuesta fragilidad emocional de una generación de adolescentes víctima de la sobreprotección familiar y, en pura teoría, más vulnerable. Pero lo sucedido en Valencia, el ejemplo de solidaridad que ha dado la juventud y que tanto ha llamado la atención de la sociedad, parece haber cambiado esta percepción. Ahora se habla de su fuerza, no de su ultrasensibilidad. El mantra de que 'no valen para nada' ha quedado aparcado.
Amparo Lasén
Socióloga de la UCM
Sin embargo, lo acontecido ahora no es nada nuevo. Otros momentos críticos vividos con anterioridad en España también movilizaron a una legión de jóvenes que se mostró incombustible. Ocurrió con la 'generación del chapapote', que acudió en masa para librar a la Costa da Morte, en Galicia, de la huella del 'Prestige', y también en Madrid, cuando los brutales atentados del 11-M llenaron los hospitales de voluntarios para donar sangre. Por eso a Amparo Lasén, profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), le hace tanta «gracia» la reacción de la ciudadanía ante la inmediata respuesta juvenil a las necesidades que ha provocado la dana. «Hacemos una valoración sesgada e insultante de la juventud que, desgraciadamente, tiene más que ver con cómo operan los entornos mediáticos hoy en día que con las características de este colectivo, y luego nos tenemos que sorprender por su actitud. Nos hemos creído la idea de que a los jóvenes sólo les interesa estar en las redes sociales, en internet, que están desconectados de la realidad y no tienen fuerza y esto, evidentemente, no es así», subraya la experta, que aboga por «dejar de usar» el término 'generación de cristal'. «Llevamos ya demasiado tiempo con esas visiones estereotipadas, homogeneizadoras y peyorativas» de los veinteañeros, lamenta la socióloga.
Guillermo Fouce
Psicólogo
«¿Que son de cristal? ¿Que se rompen fácil? Son fruto de su tiempo y son magníficos precisamente por eso, porque reflejan la realidad. Si son más individualistas es porque vivimos en una sociedad cada vez más individualista. Si son más competitivos es porque la sociedad también lo es. Y si son de cristal en algunos casos es porque esta sociedad está acostumbrada a la pastilla que lo resuelve todo de manera inmediata. El problema no son los jóvenes, es la sociedad en la que viven», explica Guillermo Fouce, colega de Lasén en la universidad madrileña y que, como ella, considera que lo que vemos en ciertos individuos «lo hemos convertido en diagnóstico de todo el colectivo». «Jóvenes hay muchos y muy variados. Son mucho más plurales de lo que creemos», asegura el psicólogo. «Por eso entre ellos crece la solidaridad, pero también el rechazo y el odio. Y determinados elementos negativos. Así que es posible que se produzcan ambas cosas y fenómenos que son contradictorios», añade.
Estíbaliz Linares
Profesora de Trabajo Social en la Universidad de Deusto
En eso coincide Estíbaliz Linares. Profesora de Trabajo Social en la Universidad de Deusto, vive muy de cerca la realidad de un colectivo que «se mueve en mucha contradicción. Con unos medios de comunicación que, por una parte, te están vendiendo el liberalismo, el feminismo, por ejemplo, ideales socialdemócratas, pero que, a la par, se están mezclando con un montón de ideales consumistas y capitalistas. Así que muchas veces no saben muy bien dónde moverse», lamenta. Y pone como ejemplo la situación de Valencia, «donde hemos visto cómo se ha entremezclado la catástrofe con intereses políticos, capitalistas...».
Paula Macías, una joven riojana de 25 años, no ha podido desplazarse a la 'zona cero' del desastre. Su trabajo como auxiliar en una residencia de ancianos se lo ha impedido. Hubiera echado una mano de buena gana, aunque se confiesa «harta de tener que demostrar constantemente» lo que vale su generación, «que no se calla, que lucha y está dispuesta a sacrificarse por el bien común». «Vale que hemos nacido en una situación social muy distinta a la de nuestros padres, pero eso no nos hace ni frágiles ni malcriados», advierte. «Hemos pasado una pandemia, tenemos dos guerras abiertas muy cerca y un futuro incierto; precariedad laboral y muchas dificultades para comprar una vivienda e independizarnos. Y todo eso te hace mella». Una mella de la que Linares es testigo directo por su trabajo académico. «Estamos viviendo a diario sus frustraciones, su miedo al fracaso...», destaca la profesora. Y todo, sostiene, «porque tendemos a generar sociedades cada vez más proteccionistas, estamos haciendo burbujas de cristal».
Joseba Pérez Trullós
Coach y fundador y CEO de LORTU Desarrollo
Dice esta docente que, a pesar de todo, la juventud «tiene inquietudes, se mueve», pero le preocupa su «desafección política». Con Valencia se ha rescatado el lema de que 'sólo el pueblo salva al pueblo' y el discurso de que «la clase política no vale para nada, y eso puede generar ciertos riesgos en la gente joven», alerta. La socióloga de la Complutense Amparo Lasén pone el foco, en este sentido, «en el universo mediático en el que vivimos, que por captar la atención le da más peso a cuestiones que tienden a escandalizar, a tensionar y a buscar el conflicto».
A Vanessa Fernández, doctora en Psicología. le ha llamado la atención «la conciencia social» que ha demostrado una generación «muy echada para adelante, muy altruista». No obstante, quiere resaltar un aspecto que, asegura. le han trasladado varias personas -«algunas valencianas»- que se han sentido «molestas» por ello: «el uso que esta misma generación está haciendo de las redes para hacerse la típica foto». Una cuestión que, a su juicio, «empaña su comportamiento».
«Vivimos en una sociedad 'postureta'», reconoce Linares. «Lo que no se publica no existe». Pero esto, apunta Fouce, «no es algo exclusivo de esta generación. En esta crisis hemos visto a periodistas, a famosos que han ido a Valencia al postureo. Vivimos en la sociedad del 'like' y de la imagen y con eso se juega. Pero juega todo el mundo». Amparo Lasén también rompe una lanza a su favor. «Que los jóvenes estén hiperconectados quiere decir también que están atendiendo, que están pendientes de los otros», destaca.
Vanessa Fernández
Psicóloga
La parte positiva de esa dependencia de las redes de la que se acusa a los veinteañeros es «su capacidad de generar movimiento y alianzas y de articular estrategias comunitarias en la red. Es importante que nos quedemos con la capacidad que tiene el mundo digital para subvertir, cambiar y transgredir», destaca la profesora de Deusto. Un discurso al que se suma Joseba Pérez Trullós, coach y fundador y CEO de LORTU Desarrollo. «En un mundo interconectado, nuestras decisiones, por pequeñas que parezcan, tienen un impacto que puede traspasar fronteras y generaciones, y eso es precisamente lo que ha ocurrido con la implicación de los jóvenes en esta catástrofe natural». Ahora toca ver cuánto durará el impacto que han causado en la sociedad. El optimismo no reina entre los expertos, ni tampoco entre los propios chavales. «Hay una diferencia generacional muy grande entre los adultos que tenemos como referentes y los nuevos adultos que seremos nosotros», zanjan.
España participó hace un par de años, junto con Chile, México y Brasil, en un estudio centrado en los jóvenes nacidos entre 1990 y 2010. 'Generación de cristal. Más allá de la etiqueta' fue el título de la encuesta promovida por el Observatorio de la Juventud en Iberoamérica que buscaba descifrar si los adolescentes se sienten identificados con el retrato que se hace de ellos. 1.600 chavales de 15 a 29 años tuvieron que responder a preguntas relacionadas con ocho de las características que se les atribuyen: preocupación por la salud mental, sensibilidad hacia los problemas sociales, baja autoestima, defensa de la diversidad, poca tolerancia a la crítica y la frustración, confianza en la cultura del esfuerzo y falta de autonomía en la toma de decisiones.
Los resultados arrojaron que los jóvenes se identifican con los aspectos positivos pero no tanto con los negativos. Para el 66% de los españoles entrevistados la etiqueta de 'cristal' es injusta y el 74% considera que los mayores les acusan sin fundamento de falta de esfuerzo.
La sensibilidad ante las injusticias sociales es la característica con la que más se identifican los encuestados, que tampoco toleran las bromas que ridiculizan a las minorías.
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