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«Estaba en su habitación. Le creíamos a salvo». La frase la pronuncia el padre de Jamie, el protagonista de 'Adolescencia', la serie de Nettflix ... de la que todo el mundo habla. Él cumple 50 años; su hijo, 13 meses de internamiento tras haber asesinado a una compañera de clase. La ficción británica, de factura impecable y atmósfera asfixiante (está rodada en plano secuencia), aborda de forma sorprendente y devastadora el peligro de las redes sociales como inoculadoras del perverso mensaje de la masculinidad más tóxica.
El primer ministro británico, el laborista Keir Starmer, ha dicho que la está viendo con sus hijos de 14 y 16 años y ha apoyado la propuesta de una diputada de proyectar la ficción en las escuelas «a fin de contrarrestar la misoginia tóxica desde temprano». Porque el 'leitmotiv' de la miniserie (ahora, spoiler) no es dar con el asesino (una cámara le grabó asestando siete puñaladas a la chica). Es dar con el por qué.
Se da de bruces en la búsqueda el policía encargado del caso, hasta que su propio hijo le facilita el 'código'. Jamie era un 'incel', célibe involuntario, personas incapaces de tener pareja y relaciones sexuales. Mucha gente ha descubierto el término con la ficción británica, pero para los psicólogos de adolescentes no es nuevo. «Es un movimiento peligrosísimo. Tengo chavales que me cuentan que su hermano, su amigo… son incel. Odian y culpan de todo a las mujeres, si no tienen novia es por su culpa, porque ellos tienen derecho», explica Bárbara Zorrilla, psicóloga sanitaria y forense y experta en violencia de género.
«La serie es muy actual. En los últimos años se están propagando mensajes de hombres que se sienten desplazados por el feminismo y revindican la visión arcaica de la masculinidad como poder», señala el sexólogo Roberto Sanz. En la misma línea, Zorrilla recuerda que «los modelos hegemónicos de feminidad y masculinidad pasan por el mandato de que los hombres sean duros, exitosos, autoritarios, competitivos, guapos…. Y eso también les perjudica a ellos porque, si no se ajustan a ese modelo (y el protagonista no se ajusta), se sienten unos fracasados».
«Hay hombres que no encajan en el modelo del guerrero y focalizan su rabia en las mujeres». Como Jamie, etiquetado por las redes, donde recibe burlas de la chica a la que asesina. «El problema es que a los chicos se les ha dicho cómo se tienen que comportar para gustar, y a ellas qué tipo de chicos les tienen que gustar». La regla del 80/20 que se menciona en la serie: al 80% de las mujeres les gusta solo el 20% de los hombres. Jamie no era del 20%. Y no podía ocultar que no lo era.
«El chaval ni siquiera es un hombre aún, tiene13 años y una cuenta de Instagram cuyo contenido no sabe digerir», advierte la psicóloga Silvia Álava. «A esa edad un chaval está formando su personalidad. ¿Y cómo lo hace? Principalmente con su grupo de iguales porque a su familia la tiene muy vista. El problema surge cuando se sustituye a los amigos de clase, del fútbol o de piano por un grupo de gente que le cuenta cosas muy peligrosas... Que un chico esté con su cuadrilla del barrio es un entorno mucho más seguro que dejarle horas y horas en su cuarto con el móvil o el ordenador, sin un adulto que supervise qué está viendo».
Los padres del protagonista no lo sospechaban siquiera. «Cuando tenía su edad mi padre me daba palizas. A veces se quitaba el cinturón y me daba como una bestia. Prometí no hacerlo con mis hijos. Y no lo he hecho, ¿verdad?». El casi monólogo del padre en el último de los cuatro capítulos es desgarrador. «'Como mis padres fueron muy estrictos conmigo, yo soy permisivo con mi hijo'. Ese 'efecto péndulo' es muy peligroso», advierte Silvia Álava.
No se ve en la serie si ese padre que trabaja a turnos lo es (permisivo) con su hijo, pero si aprecia con claridad el abismo que les separa sin que jamás haya habido una bofetada por en medio. «Los padres sufren un desenganche con sus hijos adolescentes, como si estos llevaran una vida paralela. Existe entre padres e hijos una especie de pacto de no agresión: ya que nos vemos poco, no vamos a hablar de nada conflictivo», señala Guillermo Fouce, de la Fundación Psicología Sin Fronteras.
En 'Adolescencia' los padres atraviesan por un amplio abanico emocional: enfado, frustración, tristeza, simulacros de vida normal... Y, siempre, culpa. «Es lo primero que aparece y lo más difícil de trabajar», reconoce Fouce. La de los padres es una travesía por el desierto. «No es culpa nuestra. No deberíamos culparnos. Pero lo criamos tú y yo». Irrumpe entonces la hija mayor en la habitación. «¿Cómo la educamos a ella?», pregunta el padre. «Como le educamos a él».
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