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Javier Martínez
Domingo, 5 de mayo 2024, 10:05
Jueves, 22 de febrero. El reloj marca las 17:35 horas. Un vecino graba un vídeo con su teléfono móvil de las llamas que salen de un balcón. En ese momento no se imagina la tragedia que planea sobre dos edificios de Campanar, ni ... que las imágenes serán clave para determinar el foco de uno de los incendios más catastróficos de la ciudad de Valencia.
Varias capturas del vídeo forman parte de las 176 fotografías del informe de la Policía Científica que arroja luz sobre las causas del siniestro y la rápida propagación del fuego. Tras dos meses de estudios técnicos, inspecciones y consultas a expertos, los investigadores tienen claro el origen del incendio (un frigorífico de la marca Beko) y por qué se descontroló con tanta rapidez: las fuertes rachas de viento y los materiales inflamables de la fachada ventilada.
Según consta en las diligencias instruidas por Grupo de Homicidios, la primera patrulla de la Policía Nacional (con el indicativo Z-10) llegó a los edificios siniestrados a las 17:40 horas. Los agentes observaron en ese momento numerosas llamas que salían de los balcones en las plantas séptimas y octava, concretamente en la fachada de la avenida General Avilés.
En esos instantes, los policías reiteraron de manera urgente la intervención de los bomberos, que llegaron poco después y acudieron a la fachada que estaba ardiendo y también a la puerta de entrada del edificio en la calle Poeta Rafael Alberti.
Según manifestaron estos agentes, en escasos diez minutos las llamas se propagaron a todas las alturas de los pisos séptimo y octavo de la esquina de la avenida General Avilés y la calle Director Luis Buñuel, y el fuego se descontroló debido a las fuertes rachas de viento, «cayendo cada vez de manera más agresiva fragmentos ardiendo de plástico y metal de tamaño muy considerable».
El día que tuvo lugar el incendio predominó el viento de poniente, salvo un breve período en la madrugada del día 23, con sucesivas corrientes de aire asociadas a la borrasca Louis. Además, las temperaturas fueron muy altas el 22 de febrero en Valencia para un día de invierno y superaron los 24 grados.
Las fuertes rachas de viento alcanzaron los 60 kilómetros por hora en la ciudad aquella tarde, según las mediciones de los observatorios de la Agencia Estatal de Meteorología situados en los Viveros y el aeropuerto de Valencia, los más próximos al distrito de Campanar.
La Policía Científica refleja en su informe que el complejo siniestrado se encuentra en una zona periférica de la ciudad «con escasa protección del viento por otros edificios», lo que favoreció también la propagación del fuego. Las tres circunstancias (fuertes rachas de aire, altas temperaturas y viento directo sobre la fachada ) se aliaron en contra de la extinción del incendio.
El informe policial remitido hace pocos días al juez incluye la declaración del único inquilino que residía en la vivienda número 86. El hombre salió de su domicilio a las 7:30 horas de la mañana para trabajar y se enteró del trágico incendio por una llamada telefónica de portero.
Cuando le preguntaron si había dejado algún electrodoméstico encendido, el inquilino contestó que durante su ausencia estaban conectados el frigorífico, la televisión, el termo eléctrico, la vitrocerámica y la tostadora, entre otros electrodomésticos. También explicó que no había toldos en las terrazas de la vivienda ni persiana eléctrica en el comedor ni cargadores enchufados de móvil u otros aparatos. En los 10 años que llevaba viviendo en el piso en régimen de alquiler, el hombre de 41 años afirmó que no había sufrido ninguna incidencia eléctrica, un dato que corroboró después la propietaria de la vivienda.
Otro dato relevante que desveló el inquilino es que dejó la puerta de la cocina cerrada cuando salió de casa. La fase inicial de un incendio en un ambiente cerrado favorece una lenta combustión y más aún en una cocina amueblada y llena de enseres. Esto generó una atmósfera muy caliente que fracturó los cristales de la ventana de la cocina, y el fuego avanzó súbitamente, con el aporte de más oxígeno, hacia el balcón y la fachada a través del falso techo, que estaba comunicado con el resto de la vivienda.
El informe policial refiere «una afectación generalizada por fuego en la fachada con desprendimientos de los paneles de aluminio composite y de la protección de lana de roca» que provocaron focos secundarios de fuego. Esta caída de elementos «aceleró el desarrollo del incendio», según la Policía Científica. Y respecto al interior de las viviendas, el fuego dejó zonas prácticamente diáfanas tras arrasar mobiliario, paredes, techos y puertas con un elevado grado de destrucción.
En la inspección de la casa donde se inició el incendio, «no se observa ningún elemento que determine el uso de acelerantes de la combustión, como pueden tatuajes, desarrollos anormales del fuego, focos independientes, olores extraños o sustancias altamente inflamables», por lo que los investigadores de la Policía determinan una etiología del incendio de «carácter accidental».
En cuanto a la causa del fuego, una posible fuga del gas refrigerante (isobutano) de una nevera de la marca Beko pudo provocar las primeras llamas «ante cualquier chispa o incluso la electricidad estática del aparato». Este gas (hidrocarburo) incoloro e inodoro es inflamable a temperatura ambiente, como advierte el manual de instrucciones del frigorífico. La propietaria de la vivienda compró el aparato en 2014 en una tienda de electrodomésticos en Paterna.
La Policía Científica solicitó la colaboración del Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas (GOIT) para la apertura del motor de la nevera. Los investigadores no detectaron ninguna señal de cortocircuito o mal funcionamiento del frigorífico tras examinar de forma minuciosa el cableado, las conexiones y todas las piezas del aparato, por lo que una posible fuga del gas refrigerante es la principal hipótesis que barajan del origen del fuego, aunque sin descartar un fallo eléctrico. La acumulación de polvo y pelusa en la parte trasera del frigorífico habría favorecido también la ignición.
Tras inspeccionar todos los electrodomésticos en la cocina, los especialistas de la Policía Científica constaron que presentaban diferentes grados de afectación, y esto les permitió determinar la dirección de las llamas: el lugar donde se ubica el frigorífico y el foco del incendio.
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