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javier gangoiti
Jueves, 22 de agosto 2019, 11:32
El último rescate de una joven que se lesionó la espalda después de saltar al agua en el Faro del Caballo, en Santoña, el martes, ha sido la gota que colma el vaso en la gestión de una imprudencia demasiado frecuente entre los visitantes ... que acceden a este rincón del monte Buciero, uno de los más visitados en verano. La imagen del helicóptero de los servicios de emergencia socorriendo a estos bañistas se ha convertido en una postal habitual y, por eso, quienes lo viven de cerca en la villa han puesto el grito en el cielo.
El primero, el alcalde de Santoña, Sergio Abascal (PSOE), quien urgió a la autoridad competente en esta materia, «Puertos del Estado (el Gobierno de España, a través del Ministerio de Fomento)» –aunque la gestión del monte, dentro del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, compete a la Consejería de Medio Natural– a tomar medidas para atajar el problema mediante «control u otras restricciones», aunque sabe dónde radica el fondo del asunto:«En los irresponsables que se tiran desde cualquier a sitio». A partir de ahí reconoce que toda medida bien intencionada, más allá de la señalización ya existente, «es como intentar poner puertas al campo». Por eso teme que el fenómeno de los 'saltadores' «obligue a cerrar el Faro del Caballo. Esperemos que no», decía, «aunque todo es posible».
Y el problema no viene de ahora. «No paramos de decir que hay que ir con ropa deportiva, que es una ruta de riesgo, que hay que tener responsabilidad y prudencia», clama Abascal, antes de lamentar la cara menos positiva que, de unos años a esta parte, acompaña el auge de este lugar: «Se ha masificado ; algunos días, hasta dos mil personas suben al Buciero, y hay muchos que no saben ni a dónde van».
En opinión de Abascal, lo ideal es ascender al monte con ayuda de especialistas, como los que componen y organizan excursiones en la empresa Buciero Natura, que también se quejaron ayer. Su director gerente, José Alonso, declaró que «evitar estos riesgos es imposible, pero, si se señalizan los peligros, se puede crear conciencia entre la gente».
Además del Faro del Caballo, estas imprudencias también se repite de forma destacada al menos en cuatro municipios cántabros más, como informa el Gobierno regional. Uno es Piélagos, que acumula zambullidas entre los arenales de Portio y La Arnía, en Liencres; su alcaldesa, Verónica Samperio (PSOE), dijo estar preocupada por «estos saltos incontrolados que son un problema de seguridad y un peligro». En la misma línea que su homólogo en Santoña, la regidora llamó a plantear medidas, en alusión al Gobierno regional, pero también al patronato del Parque Natural de las Dunas de Liencres, que compete a Medio Natural.
Los saltos se repiten en Santillana del Mar, con Ubiarco y diferentes puntos entre la playa de Santa Justa y la cala de El Higuero como referencia; en la Punta de Saltacaballo (Castro Urdiales) y en los 'trampolines' que se multiplican hasta la Punta de Ontón. Por último, Santander también acumula este tipo de incidencias –aunque no a un nivel «tan preocupante» como en Santoña, como informó el Consistorio–, sobre todo entre el Faro de Cabo Mayor y Mataleñas, así como en la Punta del Médico y el Faro de la Cerda, en La Magdalena.
En lo que respecta al puerto de Santander, el baño no autorizado puede suponer una multa de 200 euros, según informó ayer la Autoridad Portuaria. Es más, la institución lo prohibe en cualquier dársena o aguas portuarias, como asegura en el artículo 64 del Reglamento del Régimen de Policía y Puerto de Santander.
Las multas, sin embargo, se quedan en advertencias. En el día a día, y como informó el Puerto, no es común que se sancione a estos bañistas, casi siempre jóvenes. Únicamente se les avisa. Lo demás queda en manos de los carteles de las rampas o pantalanes –donde ya se advierten estos saltos– y la vigilancia continua de la policía portuaria.
Ni el enésimo rescate de un herido tras saltar en el Faro del Caballo ni las exigencias de las que se hicieron eco ayer algunos municipios costeros van a recibir, hoy por hoy, una respuesta tangible y traducida en medidas reales por parte del Gobierno de Cantabria ni el de España. Así lo dejaron claro desde ambas instancias ayer, preguntados por esta misma cuestión y la posibilidad de poner en común algún plan con los lugares más afectados por estas imprudencias. Pero no, señalan que no hay ninguna iniciativa nueva ni, menos todavía, una puesta en común con los diferentes niveles de la Administración para atajar el problema más allá de la señalización existente.
Las responsabilidades alrededor de esta cuestión son compartidas entre la comunidad autónoma y el Ejecutivo nacional. Al Gobierno de Cantabria le atañe el problema en todas las zonas portuarias de la región –a través de Puertos de Cantabria, que depende de la Consejería de Obras Públicas y Vivienda– y, de hecho, prohibe el baño en todas ellas. Por su parte, en Santander y en los faros –incluido el Faro del Caballo, a pesar de estar inactivo, como aseguró el alcalde de Santoña– la competencia en esta materia es de Puertos del Estado (Ministerio de Fomento), que también prohibe el baño.
Según informó el Ejecutivo regional, el helicóptero de los Servicios de Emergencias del 112 ha acudido al rescate de personas después de saltar en estas condiciones al menos en seis ocasiones este año.
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