Desde fármacos a cebos contra explosivos: la UPV es una fábrica de inventos
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La institución académica ha triplicado la creación de productos de invención propia en los últimos cinco añosInventos relevantes para la humanidad como la bombilla, la rueda, la máquina de vapor o el teléfono, entre una larga lista, transformaron el mundo y permitieron a la sociedad avanzar hacia el progreso. Siglos después, empresas de diferente índole, tecnológicas, farmacéuticas o de alimentación, adquieren ... patentes para blindar su productos, impidiendo a otros su fabricación, venta o utilización sin consentimiento. Y también las universidades son un importante vivero de ideas. En Euskadi, la UPV/EHU es la mayor generadora de patentes de tipo tecnológico. Una de cada dos que se registran en el País Vasco se desarrollan en la institución académica y es el segundo centro universitario en creación de empresas derivadas (spin-off) en el conjunto de España.
Entre las más de mil patentes que la Universidad del País Vasco ha creado en sus 40 años de historia, se han desarrollado investigaciones que han derivado en la obtención de productos de muy diversa tipología, aunque con una mayor prevalencia del ámbito tecnológico y biosanitario. Actualmente, destaca un cebo de entrenamiento para que perros policiales logren identificar un explosivo muy utilizado por el terrorismo yihadista y un fármaco que ha mostrado una elevada eficacia en linfomas y en tumores malignos de páncreas o de pulmón.
Pero hay otras invenciones que han generado interés por empresas de todo el mundo, como métodos diagnósticos para detectar enfermedades infecciosas. En el sector industrial, adhesivos que sirven para que piezas determinadas de un automóvil o un avión soporten muy altas o muy bajas temperaturas y se mantengan intactas, o membranas para proteger tuberías en refinerías de petróleo e impiden que determinados líquidos las atraviesen. Y en el alimenticio, microalgas que se han empleado para condimentar algunos productos y que han causado furor en Japón.
La UPV/EHU ha conseguido triplicar la producción anual de patentes en los últimos cinco años. En 2016, se generaron un total de 10 y el ejercicio pasado, 26. Se tratan de patentes completamente nuevas, pero si se incluyen las llamadas patentes de extensión, que no son de nueva creación y se recuperan porque se cree que pueden abarcar nuevos mercados, las cifras del año pasado ascienden hasta las 104. En todo caso, también son tres veces más que las que se solicitaron en 2016. Sin embargo, una patente solo tiene un impacto social y genera riqueza cuando se licencia. Un producto propio no se utiliza sin el consentimiento de su creador, pero puede ocurrir que a nadie le interese utilizarlo. Si alguna empresa lo considera atractivo y cree que se le puede sacar partido, es necesario disponer de la licencia. El pasado curso, la UPV/EHU solicitó este permiso para el cien por cien de nuevas patentes, una cifra más elevada que en años anteriores.
Sin embargo, la actividad investigadora de la Universidad también se ha visto afectada por la pandemia. En 2020 se generaron 31 nuevas patentes frente a las 26 del pasado año. Un «pequeño frenazo» que Guillermo Quindós, vicerrector de Desarrollo Científico-social y Transferencia en la UPV/EHU, confía en solventar pronto y recuperar los niveles precovid el próximo ejercicio. «El trabajo experimental no se ha podido llevar a cabo con normalidad. Necesitas hacer pequeñas comprobaciones de cosas concretas y para eso hay que estar aquí, y hubo un tiempo bastante largo que no pudimos estar al cien por cien», explica el también catedrático en Microbiología. Además, la desescalada fue progresiva y permanecían vigentes las medidas restrictivas para evitar contagios. «En laboratorios de 40 metros cuadrados solo podían estar tres. Con todo la caída no fue tan brutal», agrega.
Casi la mitad de las mil patentes registradas se han producido en los últimos seis años. En sus inicios, la Universidad pública del País Vasco se centró en potenciar la actividad docente, que actualmente oferta grados de todas las ramas del conocimiento. El empujón tuvo lugar a partir del año 2004, pasadas dos décadas desde el inicio de su andadura, ya con una oferta educativa consolidada y con una línea abierta de investigación más definida y potente. «Al principio patentábamos muy poco. Como Universidad joven había una prioridad que era publicar artículos científicos de mayor calidad, pero cuando ya alcanzas una madurez, empiezas a pensar que hay que dedicar mucha energía y mucho esfuerzo en la transferencia de conocimiento a la sociedad y eso se consigue a través de patentes, licencias y contratos a empresas», indica Quindós. La apuesta ha dado sus frutos, ya que la UPV se ha afianzado como la segunda Universidad española que más empresas derivadas (spin-off) ha creado -95-, solo precedida por la Universidad Politécnica de Madrid -168-.
Sin embargo, la UPV/EHU tiene asignaturas pendientes. Una de ellas es el retorno económico que producen esas patentes. En el presupuesto de 2021 los ingresos procedentes de patentes y licencias no superaron los 200.000 euros, pero, en palabras del responsable del área, es «poco». «Ganamos mucho más en contratos, unos 11 millones de euros. Tenemos que conseguir mejores invenciones y mejorar nuestra capacidad de venta», reconoce Quindós, que asegura que participar en ferias internacionales es clave, aunque el personal dedicado a esta labor es «reducido». «Siempre hace falta más personal para mejorar. Nos tenemos que adaptar a lo que hay. Tenemos un técnico de patentes y después profesionales que le apoyan, pero la Universidad de Burdeos, con la que colaboramos mucho, tienen 6. Nos defendemos, pero tenemos límites», zanja.
Eneko Aldaba y Yosu Vara
La empresa guipuzcoana Quimatryx tiene su origen en la UPV/EHU, pero ha dado el salto a nivel internacional. Entre otras líneas de investigación, desarrolla un nuevo fármaco para el tratamiento de tumores sólidos, como el cáncer de páncreas, pulmón o linfomas, una patente en la que se ha trabajado desde 2005 y que se está probando en ratones. «En un año esperamos hacer ensayos clínicos en pacientes y en cinco o siete recibir la aprobación para comercializarlo», revela Eneko Aldaba, socio fundador y director de investigación en esta empresa.
Este profesional y Yosu Vara, también fundador y director químico de Quimatryx, realizaron su tesis doctoral en la Universidad del País Vasco y participaron en una investigación junto a los profesores Ana Arrieta y Fernando Cossío. Recientemente, la empresa, con sede en San Sebastián, ha sido absorbida por la firma china, HI Diamond, que ha pagado 92 millones de dólares. En virtud de este acuerdo, esta compañía desarrollará la fase clínica regulatoria.
El compuesto de Quimatryx corrige las alteraciones causantes de la enfermedad y ayuda a combatirla, un avance para los pacientes que sufren cáncer. «En los tumores, el director de orquesta no está interpretando correctamente la partitura y el compuesto lo que hace es ayudar al director a dirigir bien a los componentes de la célula, de manera que esa célula que se ha desbocado vuelva a su estado normal», explica Aldaba.
Los precursores de la patente aseguran que la curación son palabras mayores, pero sí «permitirá ayudar a remitir el tumor». Por el momento, se encuentra en fase de ensayos clínicos en ratones en los que se han reproducido diferentes tipos de tumores con «muy buenos resultados». «Se mide el efecto del fármaco y de no utilizarlo, se ve que hay una diferencia enorme en el tamaño de los tumores. Ahora nos toca demostrar esta eficacia alta y prometedora en humanos», subraya Aldaba. Además, este fármaco solo ataca a las células tumorales, provocando menos toxicidad -y menos efectos secundarios- al enfermo. «Se hace de una manera muy dirigida. A diferencia de la quimioterapia clásica, nuestra terapia tiene menos invasión para el paciente».
Luis Bartolomé y Ainhoa Isla
El triperoxido de triacetona, más conocido como TATP o 'Madre de Satán', es un explosivo muy utilizado en las acciones del terrorismo yihadista y trae de cabeza a los cuerpos policiales por la complejidad que tienen los perros policía a la hora de detectarlo. Sin embargo, una investigación realizada en los dos últimos años en ZITEK, el vivero de empresas del campus de Leioa de la UPV/EHU, ha conseguido crear un cebo de entrenamiento para identificarlo con plenas garantías de seguridad. La efectividad del producto, de menos de un centímetro para que los canes no lo puedan identificar por la vista, ha sido tan alta que la Universidad del País Vasco lo ha patentado y ha creado una 'start up' que aspira a comercializarlo.
Aunque todavía espera el permiso para la fase de ventas, ya ha levantado una gran expectación. Además de la Ertzaintza, que ha participado en la fase de pruebas, la Policía Nacional, la Unidad Militar de Emergencias, la Policía Foral de Navarra o la de Gran Canaria han contactado con la Universidad. «Hay mucho interés porque es un producto que funciona muy bien y no hay alternativa», explica Luis Bartolomé, investigador de la UPV/EHU y precursor de la idea.
Las manos, sin embargo, pertenecen a Ainhoa Isla, que ahora ejerce de CEO de la empresa. Hace cuatro años el jefe de la Unidad Canina de la Policía autonómica vasca se puso en contacto con Bartolomé por la problemática para encontrar un cebo que permitiera a los chuchos identificar este explosivo, que se puede fabricar fácilmente en casa. En los adiestramientos de los perros policía se utilizan items reales. Por ejemplo, si se les entrena para detectar dinero, se les ponen billetes o monedas de verdad. En el caso de este explosivo no podía ser posible por su alta inestabilidad. Por ello, se ha patentado un sistema que posibilita tener el olor del TAPT, pero sin su peligrosidad. «Lo puedes golpear, lo puedes transportar... Hagas lo que hagas con ese cebo que no va a pasar nada. Además, hemos logrado que el material capte el olor y cuando queremos lo emite a través de compuestos químicos». El futuro es «prometedor», asegura el investigador vizcaíno.
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