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Familiares de víctimas del Covid depositaron rosas y lirios en los humedales de Salburua. BLANCA SÁENZ DE CASTILLO

«Duele cerrar los ojos para verte, sé que vives en mí»

Vitoria acoge el aniversario del programa Betirako que ayuda a afrontar el duelo por una muerte por Covid. Más de 600 familias han recurrido a él

Sábado, 24 de abril 2021

Uno de los efectos secundarios del Covid es la tristeza que han generado las 4.100 muertes registradas en Euskadi. Un sentimiento que no es invisible y que continúa patente en la sociedad. De hecho, a día de hoy, dos familias reclaman de media a ... diario apoyo para superar, o al menos sobrellevar, el duelo que ha supuesto la pérdida de un ser querido. Así, más de 600 personas han recurrido al servicio de apoyo psicológico impulsado hace once meses por el Gobierno vasco (Betirako), es decir, una por cada seis víctimas que suma la pandemia. Medio centenar de ellas inundaron ayer los humedales de Salburua, en Vitoria, con rosas, lirios amarillos y lágrimas en recuerdo de quienes se fueron, pero también para animar a quienes aún viven su tristeza en soledad a levantar el teléfono en busca de comprensión y consuelo.

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«Vivimos en un estado general de aturdimiento personal, incredulidad, soledad, incertidumbre y tristeza generalizada. Son sentimientos que amplifican el dolor consustancial a la muerte de una persona querida», afirmó el lehendakari Iñigo Urkullu, que presidió un acto cargado de emoción por la música, el canto de los pájaros de este parque natural y el vendaval que en cierta manera abrazaba a los presentes.

Muchos negaban con la cabeza, algunos secaban los signos de emoción de su rostro y otros preferían mantener oculto cualquier sentimiento tras la mascarilla y las gafas de sol. Cada cual recordó a sus seres queridos. Según los datos oficiales de Betirako, de las personas que han recurrido a este servicio, el 54% ha perdido a alguno de sus padres y el 23% a su pareja. «No les pudisteis acompañar en los últimos momentos. No pudisteis despedirles como os hubiera gustado. Tantos abrazos perdidos, tanto sufrimiento inconsolable. Al dolor por la pérdida sumasteis el sufrimiento íntimo de una experiencia de frustración, impotencia y profunda tristeza. Hoy os trasladamos nuestro más profundo sentimiento de comprensión y solidaridad», transmitió Urkullu.

Vídeo. Urkullu destaca 'entereza' de familiares que no pudieron despedirse de seres queridos. EP

Las olas en llamadas

Junto al lehendakari participaron en el acto la consejera de Políticas Sociales, Beatriz Artolazabal, y el alcalde de Vitoria, Gorka Urtaran, y también profesionales de Betirako y personas que han buscado su apoyo. «Con cimientos de respeto, confianza y seguridad, las profesionales de este proyecto han hecho una labor encomiable. Las llamadas al servicio siguen curvas muy similares a las sucesivas olas de contagios. En esta última semana hemos tenido trece peticiones de ayuda», explicó Artolazabal.

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Pero fue el testimonio de las familias el que puso un nudo en la garganta de los asistentes. Blanca leyó una carta al «guerrero de sonrisa eterna» que fue su padre y que sintieron como propia muchos de los asistentes. «Te prometo que sigues aquí, vivo en cada latir, sigues en cada abrazo, cada lágrima, cada logro y en cada uno de mis fracasos. Sigues incluso cuando creo que nada tiene sentido. Tu esencia permanece, tu voz se escucha, te siento sonreír y duele cerrar los ojos para verte, pero sé que vives en mí. No pude verlo, pero estoy segura de que en el momento de tu partida tus ojos estaban llenos de coraje porque una despedida así solo está preparada para los valientes como tú, para los que llevan a sus espaldas mucha lucha y poco miedo», dijo.

David, vecino de Llodio, relató cómo hace un año el Covid le arrebató a su padre –que murió sin compañía en el hospital de Galdakao– y una semana después a su madre, con quien compartía confinamiento. «Estaba buscando ayuda externa cuando surgió Betirako. No podía dejar que el dolor se enquistase, tenía que sacarlo cuanto antes», admitió. En las mismas fechas murió la madre de Olga y Paz en una residencia. «No nos pudimos despedir de ella. Necesitábamos llorar con alguien», comentaron.

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El padre de Nora murió en septiembre y sus ojos aún se llenan de lágrimas al recordar que tuvo que decirle adiós a través de un cristal. El caso de Arrate es mucho más reciente. Su aita murió hace siete semanas y en uno de los WhatsApp de condolencias que recibió, una amiga le incluyó el número de Betirako. «Siempre le estaré agradecida», reconoció.

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