Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
JAVIER GUILLENEA
Domingo, 24 de abril 2022, 08:08
El biólogo navarro Ignacio Oficialdegui es uno de los tres seres humanos que han pisado el punto de la Antártida más alejado del mar. Todos ellos formaron parte de una misma expedición que recorrió miles de kilómetros de territorio inexplorado con un trineo propulsado por ... el viento. El Explorers Club de Nueva York lo acaba de elegir como uno de los 50 exploradores más influyentes del mundo. «La Antártida se convierte en parte de tu vida, en un lugar al que perteneces y te sigue llamando aunque no quieras», dice.
– Hace poco han encontrado en el Antártico el 'Endurance', el barco en el que en 1914 quedó atrapada la expedición de Shackleton. ¿Le habría gustado participar en aquel viaje?
– Pues no. A ver, cuando la gente se apuntó yo también lo habría hecho, pero sabiendo lo que pasó luego no me había gustado estar, la verdad.
– Sobrevivieron pero sufrieron.
– Quedarse sin barco y tener que pasar todo el invierno allí sin ningún tipo de abastecimiento tuvo que ser terrible. Y además, con la incertidumbre de no saber si iban a salir de allí.
– ¿Usted ha llegado a pensar en alguna expedición que no iba a salir de allí?
– Es algo que no te lo quieres ni plantear. En el tipo de expediciones que hacemos en el interior de la Antártida hay muchos altibajos de ánimo y ocurren muchas cosas. En un momento todo va perfecto pero al día siguiente parece que todo se hunde. Las experiencias más dramáticas que hemos tenido en una expedición ocurrieron en la primera transantártica, en 2005-2006. Tuvimos grandes dificultades.
– ¿Qué pasó?
– Era la primera vez que usábamos un trineo de viento. Nadie se había adentrado hasta entonces a atravesar la zona inaccesible de la Antártida con un vehículo así y nosotros lo estábamos probando en un lugar que no se conocía cómo era y cómo iban a ser los vientos. Llevábamos 63 días navegando, perdimos gran parte del equipaje y los últimos días apenas quedaba trineo, que acabó totalmente destrozado. Teníamos que llegar en una fecha determinada a un lugar de la costa para que nos recogiera un rompehielos ruso que pasaba por allí. Si no llegábamos a tiempo nos quedaríamos totalmente tirados porque el barco se habría ido y no teníamos recursos para poder aguantar. Fue muy dramático.
– ¿Cómo es un trineo de viento?
– Es un trineo como el de los esquimales. El concepto es el mismo, son unos raíles de madera unidos por travesaños de madera con cuerdas, solo que mucho más grande. Los últimos que hemos hecho llegan a tener hasta doce metros de longitud. Sobre él ponemos una tienda de campaña fija donde alguien puede estar a cubierto. En vez de estar tirado por perros lo que hacemos es poner grandes cometas. Hemos estado estudiando cómo se podría comportar el viento en el interior de la Antártida y en Groenlandia, y hemos ido validando los modelos de viento que propusimos como teoría.
– ¿Cuál es la teoría?
– Lo que llamamos autopistas de viento polares. Son una especie de autopistas invisibles que nos llevan por los grandes cauces del viento. Hemos validado que funcionan y que podemos transportarnos con cantidades grandes de peso. Ya llevamos mas de dos toneladas y hemos llegado a ir hasta seis personas en ese vehículo.
– ¿Para qué llegar tan lejos?
– Estas regiones en las que nos movemos están casi inexploradas. En el interior de la Antártida no hay actividad humana, nunca la ha habido. Es una superficie del orden de treinta veces España por donde no ha pasado nadie ni es posible la vida. Cuando la quiere explorar, el ser humano tiende a llevar grandes vehículos de oruga, gastando miles de litros de combustible, con unos aviones gigantes que a su vez necesitan de una base logística. Es todo un círculo vicioso de combustible, de ir contaminando una zona del planeta que está imperturbada, donde podemos estudiar cómo es la atmósfera cuando nadie la ha tocado. Nosotros hemos creado un modelo logístico. Con cuatro maderas, unas cuerdas y una cometa, nos metemos por ahí y lo único que hacemos es una raya en la nieve durante unos días, pero nada más. Este es el gran objetivo de todo el proyecto. Hemos demostrado que podemos hacer miles de kilómetros.
– ¿Y si se acaba el viento?
– Ahí está la liada. De hecho, hemos tenido en casi todas las expediciones algunos días sin viento. En la última estuvimos en el lugar más remoto del orden de una semana sin viento que, además, no sabes si va a volver o no. Es terrible porque te quedas totalmente tirado. Pero en este caso nosotros ya lo sabíamos de alguna manera porque según nuestros modelos queríamos atravesar la zona donde se generaba el viento y se crea la alta presión, que es precisamente donde no hay viento. Lo que queríamos era poder demostrar que íbamos a poder hacer un recorrido circular, que se podían romper esas autopistas en un momento dado para poder regresar con nuestros propios medios, no solamente ir en una dirección, y para eso hay que cruzar las zonas sin viento, y ahí fue donde nos metimos.
– ¿Se aburrieron tantos días parados en el mismo lugar?
– Mucha gente te compara con las típicas expediciones de alpinismo donde la mayor parte del tiempo se está en espera y el día tiene un horario regulado, pero nosotros en estas expediciones nunca paramos quietos. Más que una expedición de montaña es como viajar en un barco, como atravesar un océano que siempre está activo. Los días que no hay viento sigue habiendo mucha actividad porque es cuando aprovechas para arreglar todo lo que está roto y hacer los experimentos científicos más laboriosos. Nos viene muy bien para todo eso. La cometa tiene 150 metros cuadrados y es muy difícil hacerla descender salvo que tengas unos días de calma chicha y la puedas extender para arreglar y coser.
– ¿Qué se siente al pisar un lugar que nadie ha pisado?
– Para alguien que tiene espíritu de exploración es una maravilla estar donde no ha estado ningún ser humano y no lo ha visto ni a lo lejos. Esa una de las grandes satisfacciones de este tipo de exploraciones. Estar todo el día mirando al horizonte, hasta donde se ve la curvatura de la Tierra, hasta el infinito de tu vista, y saber que por ahí no ha pasado nunca nadie ni va a pasar en mucho tiempo es una sensación tremenda.
– Es la primera vez que alguien observa ese paisaje.
– Eso es. Es emocionante.
– ¿Se ha sentido feliz allí?
– La verdad es que sí, te sientes feliz, te sientes tú mismo. Te sientes desligado del resto de la humanidad y del planeta, es un poco como si estuvieras solo con lo que eres y ya está. Es una gran experiencia.
– ¿Es como estar en otro planeta?
– Eso no porque entre otras cosas es nuestro planeta y además una gran parte de él. En las zonas por donde nos movemos nunca hay nada y son grandes superficies.
– ¿La Antártida es sinónimo de desolación?
– No sé si la palabra es desolador, pero donde vamos nosotros sí que es abrumador. Es como si te comiera, una de las sensaciones que tienes es esa, la de una belleza sin tocar que a la vez te come, que de alguna manera no quiere que estés allí; es un lugar que no está preparado para que los seres vivos estemos en él y eso crea cierta congoja. Estamos ahí de regalo mientras nos cuidemos bien y no falle nada, pero cada segundo es un obstáculo que tenemos que ir salvando.
– ¿Cómo se lleva eso de vivir con una sensación constante de frío?
– Se lleva mal, es lo peor. Desde el minuto cero el cuerpo está en una tensión constante. En cuanto llegas a esas zonas, a nada que te despistas tienes una pequeña congelación. El cuerpo está funcionando constantemente como un motor de gasoil, generando calor para mantenerte vivo y eso es agotador.
– Y sin embargo vuelve a la Antártida. ¿Por qué?
– Pues no lo sé. Cuando estás allí dices 'no pienso volver en mi vida, voy a apuntar en mi cuaderno que no vuelvo nunca'. Hay un momento repentino de flaqueza que es cuando sales de allí y despega el avión que te va a llevar al mundo normal. Vuelas por encima y ves toda esa masa de hielo infinita y ahí empiezas otra vez a pensar 'qué maravilla, cómo me voy a ir yo de aquí', pero luego llegas otra vez al calorcito y piensas que no vuelves ni loco. Pero al final empiezas a hacer planes, a darle la vuelta a proyectos y no sé por qué, pero vuelves.
– Como si la Antártida le llamara.
– Sí, sí, te llama. Es que se convierte un poco en parte de tu vida, en un lugar al que perteneces y te sigue llamando aunque no quieras.
En algunas muestras que han traído se han hallado contaminantes.
¿En cuántas expediciones ha participado?
- He estado una vez en el Polo norte geográfico, varias veces en Groenlandia y cuatro en la Antártida, tres de ellas haciendo grandes expediciones.
- ¿Qué buscan en esas regiones inexploradas?
- Buscamos viento. Yo soy un apasionado del viento y me dedico profesionalmente a su estudio, no a las expediciones. También buscamos para diferentes organismos científicos cosas tales como la composición de la atmósfera para ver por ejemplo si llegan contaminantes desde fuera de la Antártida. En este sitio, donde no es posible la vida, buscamos microorganismos que hayan podido llegar de otros sitios por aire y hayan podido sobrevivir un tiempo determinado. Llevamos también captadores de muones, que son subpartículas que atraviesan la Tierra, hemos validado el sistema Galileo en estas latitudes y hemos probado los sensores que han ido en el rover que se mandó a Marte.
- ¿Han hallado contaminantes?
- En algunas de las muestras se han encontrado contaminantes permanentes. No en grandes cantidades, pero se sabe que llegan hasta allí por el aire.
- ¿Cómo es el terreno en la Antártida? ¿Es liso?
- Es liso en el sentido de que no hay grandes cordilleras, que las hay. En general los desniveles son suaves aunque hemos llegado a subir a 4.000 metros de altura en cientos de kilómetros. La superficie no es una nieve en polvo. En muchos sitios es dura, con grandes olas de hielo porque el viento mueve la nieve y crea dunas que va esculpiendo creando una superficie irregular que hay que evitar o pasarla por encima. No es un paseo glorioso sobre nieve en polvo
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.