«En Euskadi he aprendido a sonreír por cortesía»
Vascos de todo el mundo ·
Llegó de Vladivostok hace 14 años. El inicio fue difícil y tuvo que adaptarse a nuevos hábitos, pero no tiene intención de regresarSecciones
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Vascos de todo el mundo ·
Llegó de Vladivostok hace 14 años. El inicio fue difícil y tuvo que adaptarse a nuevos hábitos, pero no tiene intención de regresarA la pregunta '¿de qué parte de Rusia eres?' responde que del «lejano oriente». Y tan lejano. Tanto, que es la última parada del famoso Transiberiano. Si uno coge un mapa, pone el dedo sobre Moscú y empieza a deslizarlo hacia la derecha, ... no localiza Vladivostok hasta que está a punto de precipitarse al mar de Japón.
Emma Moyseychenko, de 36 años, lleva 14 viviendo en San Sebastián y ya se ha acostumbrado a deletrear su apellido cada vez que se lo preguntan para rellenar algún documento y a hacer cuentas cada vez que quiere llamar a su padre, debido a las 9 husos de diferencia horaria con su ciudad natal. Cuenta, en perfecto castellano y una pizca de humor ruso, que aquella mudanza a la capital guipuzcoana fue fruto de «un accidente». «Me casé, mi marido me metió en una maleta y llegué a San Sebastián. Vine sin billete de vuelta y asumí que iba a tener que adaptarme a ciertas cosas, pero el primer año de migración siempre es difícil», confiesa.
Esta mujer, que ya puede considerarse donostiarra de adopción, estudió en Vladivostok la carrera de traductora de inglés y castellano y fue en 2004 cuando se trasladó a Salamanca para sacarse el diploma, acreditado por el Instituto Cervantes, que garantiza su conocimiento de la lengua cuando conoció al que hoy es su marido. Dos años después, y tras una boda en la localidad rusa, comenzó su nueva vida en San Sebastián.
El día a día «no fue fácil». Y sorprendentemente menciona el clima. «Aquí hace un frío que pela. Yo no sabía que en esta España tropical se pasaba tanto frío». Y continúa. «La broma de que los rusos no pasan frío hace gracia las dos primeras veces. Pero lo cierto es que toleramos mejor el calor». Eso sí, al cabo de tres o cuatro años, reconoce, «me acostumbré... O aprendí a vestirme».
Como también aprendió a dar dos besos «a todo el mundo, aunque le conozca», y a sonreír «y saludar» al entrar en una tienda. «Hice la prueba una de las veces que volví a Vladivostok y de primeras la gente te mira extrañada», apunta. «Los rusos sonreímos si tenemos una razón, pero no por cortesía».
Le costó acostumbrarse a la comida y aquí es cuando menciona lo que más echa en falta: el salmón ahumado «de verdad». «Allí es salvaje, la carne más tersa y está ahumado con madera».
Abrirse camino en la sociedad vasca tampoco le resultó sencillo. «Los vascos sois muy cerrados y a la gente nueva se la acepta con dificultad», pero admite que le gusta «la forma de trabajar, lo que decís lo hacéis, sois sinceros y vais con la verdad por delante. Me gusta trabajar de esa forma».
De hecho, cuando llegó a San Sebastián fue consciente de que dominar el idioma no era suficiente y decidió volver a estudiar. Hizo Marketing, «pero era 2008 y me pilló la crisis». Siguió formándose como esteticista, hizo un curso de Contabilidad y de Sumiller, mientras daba clases de ruso e inglés, trabajaba de dependienta y traductora -labor que aún hoy mantiene en «negociaciones y el Zinemaldia»-. Después de pasar por una empresa turística que echó la persiana en 2013, hace cinco años optó por trabajar por su cuenta como guía turística de habla inglesa y rusa. «Y ahora me dedico a enseñar sitios maravillosos a gente encantadora, así que estoy feliz con lo que hago», dice satisfecha.
Entre sus planes no figura regresar a Vladivostok, no al menos de forma permanente. «Mi vida está aquí», subraya. Y ya solo vuelve «por necesidad». «En la nostalgia se añoran tiempos pasados, nuestra niñez, padres, amigos... Pero cuando esto queda atrás, ya no llama tanto».
Emma Moyseychenko nació en Vladivostok, en el lejano oriente ruso, frontera con Corea del Norte y China.
Está casada con un donostiarra y reside en San Sebastián desde hace 14 años.
Guía turística. Hace cinco años creó su empresa de guía turística de habla inglesa y rusa. Es además traductora en el Zinemaldia en negociaciones.
Rusos en Euskadi: 1.983 registrados: 733 en Gipuzkoa, 971 en Bizkaia y 279 en Álava, según Ikuspegi. Representan el 0,9% de la población extranjera.
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