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«He llorado mucho». Con la voz entrecortada, Begoña Prieto cuenta su experiencia con Essure, el método anticonceptivo definitivo que consiste en colocar un muelle de níquel de acero inoxidable y titanio en las trompas de Falopio. Como ella, unas 200 mujeres en el País ... Vasco atribuyen a esta pieza de cuatro centímetros de longitud y 0,8 milímetros de grosor problemas importantes en su salud. El Ministerio de Sanidad prohibió a Bayer su comercialización hace año y medio, después de haberse implantado a unas 80.000 españolas.
«He sufrido mucho», repite esta bilbaína de 50 años con las lágrimas a punto de brotar. Otras catorce mujeres, reunidas por EL CORREO, la escuchan con atención, asienten y se emocionan. Forman parte de la Plataforma Libres de Essure, que reivindica la retirada (explantación es el término médico) de sus cuerpos. Todas ellas atribuyen a este dispositivo una serie de problemas de salud. Sus quejas, mínimamente atendidas por los sistemas sanitarios hasta hace poco, sí se han visto reflejadas en un informe elaborado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICI). Este estudio afirma que la colocación quirúrgica de implantes ha acarreado la muerte de 82.000 personas en el mundo desde 2008 y daños a 1,7 millones. En España, cifran los casos en 25.000: 2.000 por el Essure y, de ellos, unos 150 en Euskadi. Al Ministerio de Sanidad, sin embargo, únicamente han llegado 962 notificaciones.
Madre de dos hijos, a Begoña le implantaron el muelle en 2015 solo en una trompa, porque la otra la tiene obstruida. «Desde el primer momento me sentí mal. Tenía dolor de pelvis, me daban pinchazos. Iba al médico y me decía que no tenía nada. En 2016, estuve seis días ingresada en Basurto. Me dolían los brazos, las piernas, la cabeza, tenía mucha ansiedad... pero nadie lo relacionaba con el implante. En octubre del año pasado, los dolores eran insoportables, como los del parto... En marzo me operaron. Tenía el útero perforado, así que lo extirparon y también las trompas. Me decían 'lo que te ha tenido que doler'. Por fin me creían», concluye ya con un hilo de voz.
El relato de las otras catorce mujeres no difiere mucho del de Begoña. Todas son madres, casi todas pidieron una ligadura de trompas como método definitivo para no embarazarse y les animaron a implantarse el Essure. «Me dijeron que era mucho mejor, que no tenía que pasar por quirófano, que se colocaba muy fácilmente, que la recuperación era mucho más rápida. Así que dije 'adelante'. El 7 de mayo de 2015 fui a Txagorritxu a que me lo pusieran».
Fátima Rodríguez no olvida la fecha. «Me tomé el Valium que recomendaron para estar tranquila y cuando terminó el ginecólogo me dijo 'uno (de los muelles) ha migrado, pero cogerá el sitio' y me mandaron a casa. Desde el primer momento tuve dolores, pinchazos y hemorragias». Esta vitoriana de 44 años se decía a sí misma que «iba a ser valiente, pero a las dos semanas no podía más y volvió a la consulta. Me miró y me dijo que estaba bien colocado, que había que esperar a que se generase fibra alrededor del muelle... Pero el tiempo iba pasando y era cada vez peor. Tengo dolores articulares y el abdomen totalmente inflamado, como si tuviera un globo dentro. Se me he caído un montón de pelo, estoy todo el día cansada...»
Fátima ha llevado su calvario en silencio hasta hace muy poco porque «pensaba que eran cosas de la edad». A raíz de oír otros casos y conocer que había un protocolo para retirar el dispositivo se decidió a ir a su médico de familia. «Le llevé el documento y la tarjeta en la que se identifica la pieza colocada. He pedido que me lo quiten. Tengo cita con el ginecólogo el 21 de enero. No veo el momento de terminar con estos pinchazos».
El protocolo al que se refiere esta mujer fue presentado por la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, el pasado 16 de octubre, a la Plataforma Libres de Essure y a la Asociación de Afectadas. Se trata de una guía de actuación para profesionales y centros sanitarios ante una paciente portadora de este anticonceptivo. En realidad, es una actualización de la guía publicada por la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) que incorpora las aportaciones de las pacientes.
En 2010, Ana Belén Casares tenía 34 años y dos hijos. Consideró que era el momento de someterse a una ligadura de trompas. Pero como a la mayoría del grupo, le hablaron tan bien del Essure que cambió de idea. La implantación en el hospital comarcal de Irún ya resultó mal. «Con Valium y todo me mareé del dolor, pero me decían que me quejaba demasiado». Desde un principio tuvo dolores de pelvis, de cabeza y caída del pelo, «pero no lo achacaba al implante». Hasta que hace dos años empezaron las infecciones vaginales y de orina y quistes benignos en los pechos.
En agosto del año pasado, la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ordenaba retirar del mercado este método anticonceptivo. «Empecé a informarme, supe de la plataforma y fui a la médica a pedir que me lo quitaran. Me envió a la ginecóloga y de allí al hospital Donostia. Me pusieron anestesia general. La intervención duró dos horas y media. Tenía un muelle pegado al útero. Cinco horas después, me mandaron a casa. A las nueve de la noche. Pero a los dos días, estaba tan mal que, de madrugada, volví al hospital. Me pusieron morfina. Tenía una hemorragia interna. Estuve cinco días ingresada. ¿Cómo estoy? Mejor, aunque sufro migrañas».
80.000 mujeres se han implantado el Essure en España, según estimaciones de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia.
962 notificaciones de complicaciones ha recibido la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
Jazmín García tiene cita ginecológica el día 26. Esta vecina de Rentería quiere liberarse de los muelles después de varios años de «sangrados, migrañas, caída de pelo y depresión». Reivindica «24 horas de ingreso tras la explantación y un TAC porque se nos manda a casa y después hay que partir de cero para conseguir una cita para una revisión». Por último, exige «que nos entreguen los implantes, aunque estén hechos pedazos. Es la única forma de saber si estamos limpias, que no queda ningún trozo dentro. Es lo mínimo que nos merecemos».
Rosa Cortés, de 52 años, rompe a llorar mientras cuenta su sufrimiento desde hace diez años cuando «fui a Cruces a hacerme una ligadura y salí con el Essure. El día que me lo pusieron fue el peor de mi vida. ¡Qué dolor! Al año y pico, empecé con desarreglos, pero no lo relacioné. Se me caía el pelo y se me rompían los dientes, tenía lumbago... Llegué a pensar que estaba loca». Al igual que casi todas, en agosto de 2017 cuando la AEMPS ordenó la retirada del producto, esta vecina de Astrabudua llamó a Cruces.
En abril de este año, le operaron. «Días después, cuando pedí una radiografía de control, me la negaron. Así que me pagué yo un TAC en una clínica privada, en el que se ve un resto de 5 milímetros en el útero. Volví al ginecólogo, no le ha quedado más remedio que aceptarlo. Estoy en espera para pasar otra vez por quirófano. A ver si esto acaba de una vez, quiero cerrar esta página de mi vida».
Sofía, Susana, Leire, Ane, Andone, Itziar, Marta, Bea, Inma y Carol. Todas saben de lo que hablan sus compañeras en la Plataforma Libres de Essure, pero prestan atención a sus testimonios. «A nosotras no se nos ha escuchado. Nos han dicho que todo era psicológico», protestan.
Essure El anticonceptivo 'del futuro', que es como lo llamaban, son dos muelles, uno para cada trompa, a base de níquel, acero inoxidable y titanio. Desarrollado por la empresa norteamericana Conceptus, lo ha comercializado Bayer. En agosto de 2017, el Ministerio de Sanidad prohibió su venta en España.
La portavoz de la Plataforma Libres de Essure en el País Vasco es Carol Hernández. Asegura que, a día de hoy, el protocolo de actuación del Ministerio de Sanidad a la hora de retirar el dispositivo y realizar el seguimiento de las pacientes «no se está llevando a cabo. Nos siguen negando en la consulta que nuestros problemas sean por el Essure». La protesta del colectivo tiene que ver con el hecho de que, cuando una mujer se somete a una operación para la explantación del dispositivo, se le obliga a firmar un documento para acreditar que va a quirófano «por su petición», sin añadir nada más. Sostienen que esta redacción es «injusta» porque da a entender que «es un capricho cuando se está comprobando mediante TAC o Rayos X que hay trompas y úteros perforados, así como la existencia de úteros perforados y tres o más implantes en la cavidad abdominal».
La plataforma exige a Osakidetza «la reparación íntegra del daño causado, que se asuman responsabilidades, que las afectadas dejemos de sufrir violencia obstétrica en las consultas. ¿Cuántos ginecólogos son histerescopistas titulados para colocar y explantar este anticonceptivo?», pregunta.
Libres de Essure está en guerra con la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, que preside el jefe de Ginecología de Cruces y Quirón Bizkaia, Txantón Martinez-Astorquiza. ¿Por qué? Creen las mujeres que esta entidad ha defendido el método anticonceptivo pese a las notificaciones de efectos adversos. Además, la plataforma se siente ofendida por «la humillación que nos ha hecho sentir el tesorero de la SEGO en una reunión de especialistas el año pasado en Oviedo». Se refiere a José Eduardo Arjona, del hospital Reina Sofía de Córdoba, en la que mostró fotos «de pacientes desnudas con comentarios despectivos a su obesidad y sus genitales».
«La SEGO, que nunca ha querido recibirnos, nos debe una disculpa pública a todas y cada una de las afectadas y debe reprobar a su tesorero», reclama. Txantón Martinez-Astorquiza declinó realizar declaraciones.
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