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Los españoles observan la acelerada irrupción de la inteligencia artificial en nuestras vidas con temor. Según desvela una encuesta del CIS, los dos sentimientos más repetidos son incertidumbre y preocupación y hasta uno de cada cinco incluso mira a la IA con miedo. No llegan al 7% a quienes les transmite optimismo y solo un 2,7% tiene confianza en las aportaciones esta novísima tecnología. Y no es por desconocimiento, ya que la mitad ha utilizado estas herramientas, sobretodo ChatGPT, y la cuarta parte lo hace todos los meses.
La desconfianza se ve clara cuando el 52% de los consultados asegura estar muy de acuerdo con que la IA puede ser utilizada para difundir bulos y la mayoría cree que puede agravar las desigualdades sociales, usarse para cometer delitos y, en definitiva, que «puede ser una amenaza para la humanidad».
No obstante, aunque predomina el pesimismo y la desconfianza sobre su uso, también se le ve alguna aportación positiva. Los mayores males y daños se esperan en el mercado de trabajo y en las labores artísticas y de creación y, por contra, los beneficios se vislumbran en áreas como la medicina, la industria, la agricultura y, en menor medida, en la mejora del medio ambiente.
La mayoría confiesa que le provoca incomodidad cuando piensa en ser operado por un robot, en viajar en un coche autónomo o en mantener conversaciones en las que un algoritmo se encarga dar atención al cliente.
Ante tanta desconfianza no es de extrañar que pidan todo tipo de controles legales sobre la IA. Reclaman normas más estrictas y garantías jurídicas que regulen el funcionamiento de esta herramienta, para proteger a los ciudadanos de abusos y para evitar daños a la propiedad intelectual. También exigen que esta regulación obligue a las empresas a avisarse siempre que utilicen inteligencia artificial en vez de seres humanos.
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