¿Por qué los tripulantes de los ovnis son grises, cabezones y de grandes ojos almendrados?
Entre fantasmas ·
Los visitantes de otros mundos tuvieron formas y tamaños muy variados hasta que a finales de los años 70 empezó a imponerse el actual modelo de alienígena gracias a la televisión y el cine
Gris, cabezón y de grandes ojos almendrados. Es el retrato robot del tripulante de los platillos volantes. No siempre ha sido así. El dominio de los grises entre los ovninautas es muy reciente. Si hubiera que poner una fecha al inicio de su ascenso al Olimpo ufológico, sería el 15 de noviembre de 1977. Aquel día se estrenó en Nueva York 'Encuentros en la tercera fase', la gran película de Steven Spielberg sobre el fenómeno ovni. Y fue en el desembarco de la Torre del Diablo, musicado por John Williams, cuando los frágiles humanoides macrocéfalos empezaron a instalarse con fuerza en el imaginario colectivo.
Los ovninautas fueron al principio indistinguibles de nosotros. Tanto en la ficción como en la realidad. El primero llegó a nuestro planeta cuatro años después de la visión de los primeros platillos volantes por Kenneth Arnold. El 18 de septiembre de 1951, una nave discoidal aterrizó en Washington. Un tipo alto –1,92 metros–, moreno y bien parecido bajó de ella y nos instó a abandonar las armas nucleares. Klaatu se llamaba el extraterrestre protagonista de 'Ultimátum a la Tierra', la película de Robert Wise. Lo interpretaba Michael Rennie, a quien acompañaba como fiel escudero un gigantesco y amenazador robot, Gort.
El 'contactado' George Adamski con uno de sus amigos extraterrestres.
E. C.
Un año más tarde, pero esta vez en el mundo real –o, mejor dicho, en el submundo ufológico–, un rubio melenudo de estatura normal que respondía al nombre de Orthon y venía de Venus se presentó con su platillo en el desierto californiano ante George Adamski, un cocinero de un restaurante de comida rápida de la carretera del observatorio de Monte Palomar. Su mensaje era calcado al de Klaatu y, además, vestía igual, con una especie de buzo ceñido en la cintura. Los dos visitantes se diferenciaban en que el del cine hablaba en inglés mientras que el otro se comunicaba con su interlocutor telepáticamente.
Ángeles sin alas
Adamski contó en libros como 'Flying saucers have landed' (Los platillos volantes han aterrizado, 1953) e 'Inside the space ships' (Dentro de las naves espaciales, 1956) sus encuentros con los ovninautas y sus viajes a la Luna, Venus y Marte. Mundos habitados, por supuesto. Pronto otros individuos empezaron a decir que habían vivido experiencias similares. Truman Bethurum aseguraba haberse encontrado varias veces a principios de los 50 con una bella capitana alienígena, Aura Rhanes, de apariencia humana, que hablaba inglés y procedía de Clarion, un planeta situado al otro lado de la Luna. George Van Tassel contactó telepáticamente en 1953 con un venusiano que le dio las instrucciones para construir el Integraton, una estructura que todavía hoy se levanta en Landers (California) en cuyo interior, según él, se rejuvenece y que también hace posible el viaje en el tiempo.
Los extraterrestres de los 'contactados' –como se llama en la ufología a quienes se presentan como elegidos por los seres de otros mundos para intermediar entre ellos y nosotros– suelen tener aspecto angelical. Como Orthon y, ya fuera de Estados Unidos, los que en los años 70 advirtieron a los miembros del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias de que el mundo llegaría a su fin en coincidencia con la visita del Halley de 1986. «Por lo general, los extraterrestres son descritos como seres sabios, poderosos, llenos de bondad, con aspecto humano y frecuentemente arropados con largas túnicas. Son, pues, muy parecidos a los dioses o ángeles que, más que del cielo, vienen de otros planetas, y en lugar de alas usan vehículos espaciales», escribió Carl Sagan en 'Los dragones del Edén' (1977). Pero también hay visitantes menos agraciados, desde el punto de vista humano, claro.
Varios extraterrestres cabezones enanos de la clasificación de Jader U. Pereira.
Jader U. Pereira
Un caso extremo es el de las criaturas flotantes, grises, de un metro de altura, sin cuello, de ojos saltones, con grandes orejas puntiagudas y largos brazos que asediaron durante tres horas a unos gañanes en una granja de Kentucky el 21 de agosto de 1955. Los lugareños se liaron a tiros contra unos seres que luego investigadores menos impresionables identificaron como una pareja de gran búho cornudo ('Bubo virginianus'). Además de gremlins –los amenazadores seres de Kentucky parecen salidos de la película de Joe Dante–, en los años 50 los platillos volantes trajeron hasta nuestro rincón de la galaxia a pequeños seres peludos y hasta a masas gelatinosas del estilo del alienígena contra el que debutó Steve McQueen en el cine en 1958 en 'La masa devoradora' ('The Blob').
Aunque hay hasta insectoides, la rica biodiversidad alienígena de las primeras tres décadas de la ufología es más aparente que real. «El extraterrestre siempre fue retratado con forma humana», apunta respecto a ese periodo el historiador del arte John F. Moffit en su libro 'Alienígenas' (2006). Así, cuando en 1970 el ufólogo brasileño Jader U. Pereira «intenta establecer una clasificación de los diversos tipos de ocupantes de ovnis, una exposición detallada de su comportamiento y otros datos en relación a su actividad» a partir de 333 casos ocurridos entre 1947 y 1969, se centra en los humanoides, que ordena en trece tipos. Los hay altos, bajos, de estatura normal, con casco, sin él, cabezones, cíclopes, melenudos, hirsutos, con orejas puntiagudas... Pereira deja fuera de su intento de clasificación nueve «casos de forma no humana», protagonizados por criaturas esféricas, aladas sin cabeza, cajas cilíndricas con aletas y seres con forma de campana, entre otros.
La primera abducción
El origen de los grises no está claro. Físicamente, recuerdan a los pequeños seres de los bosques de tantas culturas, habitantes de un mundo tan inalcanzable para nosotros como otro planeta. Si cambiamos el color gris por el verde, automáticamente nos vienen a la cabeza los hombrecillos verdes, ya populares en las revistas 'pulp' de los años 30, que protagonizan la descacharrante novela 'Marciano, vete a casa' (1955), de Fredric Brown, y cuya reencarnación más reciente son los invasores de 'Mars attacks!' (1996), de Tim Burton. Pero tanto la gente pequeña de los bosques como los hombrecillos verdes carecen de los ojos de los grises.
Retrato robot de los extraterrestres que asediaron a unos gañanes en una granja de Kentucky en 1955.
E. C.
Unos ojos así no aparecen en la literatura ufológica hasta 'El viaje interrumpido' (1966), el libro de John G. Fuller dedicado a la primera abducción conocida, la del matrimonio formado por Betty y Barney Hill en septiembre de 1961 en New Hampshire (EE UU). Sus secuestradores eran de talla normal, pero cabezones, de piel de color «gris azulado», boca pequeña, dos orificios en lugar de nariz y grandes ojos que impresionaron al hombre. «Los ojos eran oblicuos. ¡Oh! Los ojos eran oblicuos. Pero no como los de los chinos. ¡No, en absoluto!», le dijo Barney bajo hipnosis al psiquiatra Benjamin Simon. Y dibujó «una cabeza con unos ojos muy abiertos, en forma de almendra, pero no oblicuos», recordaba después el psiquiatra, para quien toda la historia se la había inventado Betty, obsesionada por unas pesadillas que creía basadas en hechos reales y con las que bombardeó a su marido durante meses, hasta que este las incorporó a su memoria como falsos recuerdos.
Barney describió por primera vez los extraños ojos de sus captores el 22 de febrero de 1964. «Los ojos envolventes son muy raros en las películas de ciencia ficción. Sólo conozco un ejemplo. Aparecieron en el alienígena de un episodio de una vieja serie de televisión, 'Más allá del límite', titulado 'El esculdo Bellero'», contaba en 1990 el estudioso del fenómeno ovni Martin Kottemeyer. Ese episodio «se emitió por primera vez el 10 de febrero de 1964», solo doce días antes de que Barney hablara de los ojos oblicuos de los ufonautas. Nacidos en la televisión, los ojos envolventes habían saltado a la ufología a través de Barney Hill.
De la tele a la ufología
Las abducciones fueron una rareza hasta el 20 de octubre de 1975, cuando la NBC emitió 'The ufo incident', un telefilme sobre la historia de los Hill protagonizado por James Earl Jones, en el papel de Barney, y Estelle Parsons, como Betty. A partir de ese momento, se multiplicaron las denuncias de secuestros extraterrestres. Así, el ufólogo David Webb constató en 1978 que en los treinta años anteriores se habían registrado cincuenta abducciones –todas denunciadas después de la de los Hill– mientras que solo en los dos años siguientes a la emisión de 'The ufo incident' se dieron cien.
Los visitantes ante los humanos, en 'Encuentros en la tercera fase'.
E. C.
Con sus minúsculos oídos y narices y sus grandes ojos, los alienígenas del telefilme eran bastante más bajos que los descritos por el matrimonio –una licencia televisiva que no gustó a Betty– y son los precursores de los de 'Encuentros en la tercera fase'. Spielberg –a finales de los 70, un creyente en la fenómeno ovni– quiso que sus extraterrestres fueran pequeños, macrocéfalos, de grandes ojos y delgadísimas extremidades. Y el éxito planetario de 'Encuentros' fue el primer paso hacia la victoria del gris. 'Comunión', libro de 1987 en el que el novelista de terror Whitley Strieber narra sus encuentros –él dice que reales– con ese tipo de visitantes, introdujo en el imaginario ufológico los ojos negros, gracias a la impactante ilustración de portada de Ted Seth Jacobs. En los años 90 'Expediente X' acabó de imponer el modelo. Y ahora los tripulantes de los platillos volantes son los grises. No hay otros.
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