
Cuando los pioneros de la radio escuchaban a los marcianos
Entre fantasmas ·
Tesla y Marconi estaban convencidos hace más de cien años de que sus equipos habían captado emisiones de nuestros vecinos del planeta rojoSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Entre fantasmas ·
Tesla y Marconi estaban convencidos hace más de cien años de que sus equipos habían captado emisiones de nuestros vecinos del planeta rojo«El cohete, la radio o la cámara de fotos. ¿Cuál será el primero en descubrir el secreto de Marte?», se preguntaba el diario californiano 'Chico Record' el 12 de octubre de 1921. Los astrobiólogos plantean hoy otro triplete de opciones para el hallazgo de vida extraterrestre: ¿la encontraremos bajo las arenas de Marte o los hielos de una luna como Europa, descubriremos su huella química en los espectros de las atmósferas de lejanos planetas extrasolares o recibiremos un mensaje de radio de ellos?, ¿qué pasará antes?
Nos encontramos en la misma situación que a principios del siglo XX en lo que a la búsqueda de vida fuera de la Tierra se refiere, ansiosos por confirmar que no estamos solos. Necesitamos que haya alguien ahí fuera, aunque sean microbios, para no sentirnos huérfanos en una inmensidad que no nos cabe en la cabeza. Porque, según las últimas estimaciones, hay en el Universo observable unos 2 billones (2 millones de millones) de galaxias que contienen, en total al menos unos 200.000 trillones de estrellas, en una esfera de un diámetro de unos 93.000 millones de años luz (880.000 trillones de kilómetros). Demasiados soles y espacio para nosotros solos.
Hasta que Edwin Hubble demostró en 1924 que hay más galaxias que la nuestra, el Universo era mucho más pequeño, aunque ya fuera muy grande. Se limitaba a la Vía Láctea, y la búsqueda de vida extraterrestre, a nuestro vecindario más próximo, el Sistema Solar, con especial predilección por Marte. A finales del siglo XIX, mucha gente creía que las líneas que algunos astrónomos veían en el disco del planeta rojo eran canales, estructuras artificiales que llevaban el agua desde los polos hasta las sedientas latitudes medias marcianas.
Percival Lowell , un adinerado bostoniano que se había construido su propio observatorio astronómico en Flagstaff (Arizona), informó desde 1894 periódicamente de cómo avanzaban las obras de construcción de los canales que veía a través de su telescopio. Y en 1898 los marcianos de H.G. Wells –«mentes que son a las nuestras lo que estas a las de los animales salvajes, inmensas inteligencias frías e implacables»– intentaron invadirnos, pero les derrotaron los microbios terrestres. En la calle, se daba por hecho que Marte agonizaba y que sus habitantes estaban inmersos en un vasto proyecto de ingeniería planetaria, una red de canales, para no morir de sed. «Los marcianos construyen dos inmensos canales en dos años», contaba a toda página 'The New York Times' en agosto de 1911.
En plena fiebre marciana, los pioneros de la radio quisieron comunicarse con nuestros vecinos. La idea no era nueva; pero el medio sí. Ya en 1820 se había propuesto –algunos dicen que se le ocurrió al matemático alemán Carl Gauss – demostrar a los posibles habitantes de la Luna que la Tierra acogía vida inteligente, dibujando en Siberia con plantaciones de árboles una gigantesca representación gráfica del teorema de Pitágoras, con los tres cuadrados que delimitan el triángulo rectángulo. Poco después, se atribuye al astrónomo Joseph von Littrow, director del Observatorio de Viena, la más ecológicamente impactante iniciativa de excavar en el Sahara enormes canales circulares y triangulares, llenarlos de queroseno y prenderlo fuego de noche para que lo vieran los selenitas.
«¿Cual será el primer mensaje de Marte? Hasta la imaginación de los científicos más flemáticos se agita por el fantástico intento de Guglielmo Marconi. Durante décadas, los científicos han intentado perfeccionar varios métodos de comunicación interplanetaria, desde enormes cohetes hasta gigantescos heliógrafos, y ahora la radio», comentaba el periódico 'The Morning Press' el 30 de julio de 1922. Robert Goddard soñaba con la posibilidad de lanzar hacia el mundo vecino un cohete con cámaras de fotos e incluso humanos, y un científico llamado B. McAfee y el astrónomo David Todd esperaban confirmar la existencia de marcianos utilizando un pozo minero de Chile como el cañón de un telescopio gigante, algo «impracticable» para Solon I. Bailey, director del Observatorio de Harvard.
Los mensajes de radio parecían factibles. Y que pudieran llegar desde Marte se daba por descontado. Cuando Anne Emilie Clara Goguet instauró en 1891 el premio Guzman, dotado con 100.000 francos de oro para quien primero se comunicase con otro mundo, excluyó expresamente Marte porque era «suficientemente conocido» que acogía una avanzada civilización. En 1906 Guglielmo Marconi anunció que antes de diez años se hablaría con los marcianos a través del telégrafo. Y la revista española 'Alrededor del Mundo' decía aquel mismo año: «Tan posible parece ahora la comunicación interplanetaria que ya se piensa en la dificultad que podrán tener los habitantes de Marte en aprender nuestro código de señales. En opinión del mismo [Nikola] Tesla, esta dificultad no será muy grande, pues, aunque no hay dos hombres de ciencia que se figuren del mismo modo a estas misteriosas gentes, todos convienen en que deben disfrutar de un intelecto muy superior al nuestro».
Tesla creyó en 1899 que había captado señales de Marte en su laboratorio de Colorado Springs. «He observado fenómenos eléctricos que parecen inexplicables. Por muy débiles e inciertos que sean, me han convencido de que dentro de poco todos los seres humanos de este mundo volverán sus ojos, como uno solo, hacia el firmamento, con sentimientos de amor y reverencia, emocionados por una alegre noticia: '¡Hermanos! Tenemos un mensaje de otro mundo, desconocido y remoto. Dice: uno… dos… tres…'», dijo en una carta en la Navidad de 1900. Y en febrero de 1901 confirmó en la revista 'Collier's' que había registrado interferencias en su instrumental que, para él, eran «los primeros intentos de algún otro planeta de establecer comunicación con nosotros».
Nueve años después, escribió en 'The New York Times': «De todas las pruebas de estrechez de miras y locura, no conozco ninguna mayor que la estúpida creencia de que este pequeño planeta es el único donde hay vida y que todos los cuerpos celestes son objetos abrasadores o pedazos de hielo. Seguramente, algunos planetas no están habitados, pero otros sí, y en estos tiene que existir vida bajo todas las condiciones y fases de desarrollo». El inventor serbio estaba entusiasmado por los conocimientos que podían transmitirnos los extraterrestres, aunque temía que, para cuando alcanzáramos el nivel de desarrollo necesario para captar sus mensajes, fuese demasiado tarde para los pobres marcianos.
Marconi creyó en 1919 haber detectado señales de nuestros vecinos. «Durante mis experimentos con equipos inalámbricos, me he encontrado con muchos fenómenos llamativos. ¡He recibido señales que posiblemente pueden haber surgido de algún lugar del espacio interplanetario! Las maravillas del cosmos son ilimitadas», contaba en la prensa en enero de 1920. Al final, las interferencias las había provocado un experimento del Laboratorio de Investigación de General Electric de Schenectady, en el estado de Nueva York, al igual que las señales captadas por Tesla en 1899 muy probablemente se debieron al inventor italiano. «Estaba realizando, al otro lado del océano, pruebas de transmisión a distancia de varios kilómetros, e incluso de barcos a tierra, como paso previo a su inminente transmisión transoceánica. Si la instalación de Tesla tenía tan gran alcance y sensibilidad, no resulta descabellado suponer que, en realidad, la señal rítmica que captó en Colorado era la que su gran rival utilizaba para testar sus propios instrumentos en Gran Bretaña», apunta Miguel Delgado, en 'Yo y la energía', la autobiografía del genio serbio.
Cinco años después, el astrónomo David Todd quiso aprovechar la proximidad entre la Tierra y Marte para intentar escuchar a nuestros vecinos. Aproximadamente cada dos años, el Sol, la Tierra y Marte están, por ese orden, en línea. Es el momento de mayor cercanía entre los dos planetas, que pueden llegar a estar separados por solo 55 millones de kilómetros. Cuando la alineación es Marte-Sol-Tierra –con los dos mundos en lados opuestos de la estrella–, la distancia entre los planetas puede superar los 402 millones de kilómetros. Con la Tierra y Marte muy cercanos, Todd pidió a Washington que los militares guardaran silencio radiofónico el 23 y el 24 de agosto de 1924 para evitar interferencias con posibles mensajes marcianos. El Departamento de Guerra no suspendió sus emisiones, aunque personal militar estuvo a la escucha del planeta rojo. Los marcianos no dieron señales de vida, como ningún extraterrestre la ha dado desde que en 1960 Frank Drake puso en marcha el proyecto Ozma, la primera iniciativa de detección de mensajes de civilizaciones de fuera del Sistema Solar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Fernando Morales y Sara I. Belled
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (gráficos)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.