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La noche que Armstrong y Aldrin exploraron en la Luna una base extraterrestre

La noche que Armstrong y Aldrin exploraron en la Luna una base extraterrestre

Millones de españoles vieron por TVE en enero de 2004 a los astronautas del 'Apolo 11' recorrer unos edificios en ruinas en el mar de la Tranquilidad

Martes, 30 de julio 2019, 08:38

Treinta y cinco años habían pasado desde que el hombre pisó la Luna cuando, en la madrugada del 12 de enero de 2004, TVE emitió por su primera cadena un perturbador y, hasta ese momento, desconocido documento sobre la hazaña. «Esta fue la verdad, la única y secreta verdad. Aquel 21 de julio de 1969, Armstrong y Aldrin se alejaron escasos metros del módulo, filmando esta increíble construcción. Esta película, de 14 minutos, jamás fue difundida por la NASA», decía la voz en off de Juan José Benítez mientras en la pantalla un astronauta exploraba unos edificios en ruinas en el mar de la Tranquilidad. O, al menos, eso sostenía el texto sobreimpresionado, que también avisaba de que estábamos ante unas 'imágenes inéditas'.

El hallazgo de ruinas alienígenas en nuestro satélite fue la gran revelación del duodécimo episodio de 'Planeta encantado', una serie repleta de seres de otros mundos, poderes sobrenaturales y milagros. Según Benítez, creador de los documentales, la filmación de los astronautas del 'Apolo 11' recorriendo la base extraterrestre se la había pasado un militar estadounidense cuya identidad, por supuesto, no podía revelar y que quince años después sigue siendo un enigma. Eso, claro, si nos creemos que el susodicho militar ha existido, porque afirmaciones extraordinarias exigen pruebas extraordinarias, como solía recordar Carl Sagan. Y aquí de lo segundo no hay.

Salvadores de la Humanidad

La historia de las ruinas lunares no era nueva en 2004. Ni tampoco era la primera vez que Benítez la contaba. Quienes primero hablaron al ufólogo de esas estructuras alienígenas fueron, a mediados de los años 70, los miembros del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias (IPRI), un grupo que afirmaba estar en contacto con seres de otros mundos a los que se referían como los guías. Los visitantes, aseguraban, querían salvar a una parte de la Humanidad de una catástrofe planetaria que iba a ocurrir en coincidencia con el paso del cometa Halley en 1986. Benítez promocionó al IPRI y su ideario mesiánico primero en 'La Gaceta del Norte' y luego en 'Ovnis: SOS a la Humanidad' (1975), su primer libro sobre los platillos volantes.

Los miembros del IPRI le contaron en 1974 a Benítez, para 'La Gaceta del Norte, todo tipo de historias increíbles supuestamente ocurridas en la Luna.

«Algunos meses antes de que los astronautas norteamericanos alunizasen, dos cosmonautas soviéticos lo habían logrado ya y en la cara oculta del satélite», le contaron los miembros del IPRI. Los soviéticos habían descubierto en el hemisferio lunar invisible desde la Tierra «unas instalaciones o edificaciones que, aparentemente, parecían abandonadas...». «Tenemos constancia de que los norteamericanos también conocen la existencia de las antiguas instalaciones de la Confederación (una unión de planetas al estilo de la de Star trek). Y, según los guías, los lanzamientos realizados por los distintos Apolos de pequeñas bombas nucleares contra la superficie de la Luna no tenían la única finalidad de medir los posibles movimientos telúricos del satélite. Muy al contrario. La verdadera intención de los norteamericanos era destruir dichas instalaciones, cuyas posiciones conocían de antemano», le indicaron.

En 1979 se publicó en España el libro 'Bases de ovnis en la Tierra', firmado por un tal Douglas O'Brien, que decía haber trabajado en España para la CIA en el encubrimiento de las visitas extraterrestres. «Durante años he combatido a quienes decían haber visto o tener contacto con naves de otros mundos. Sometido a la disciplina que se exige a cualquier agente secreto y a mis propias convicciones, trataba de destruir lo que consideraba patrañas, embustes y acciones de gente sin escrúpulos o de comportamiento demencial. La experiencia me ha demostrado que el equivocado era yo y cuantos tratan de desprestigiar algo natural y positivo. No estamos solos en el Cosmos, el planeta Tierra está siendo visitado por extraterrestres que, además, descansan y se estacionan en bases ignoradas en su mayoría», comenzaba diciendo.

La confesión de un espía de la CIA

La obra estaba llena de revelaciones sorprendentes sobre los extraterrestres, incluida su presencia en nuestro satélite. «Se sabe que en la Luna existen lugares donde hay ovnis y que aquello se puede considerar como una base logística de ovnis. Hay un testimonio interesante en este punto ocurrido durante el vuelo del 'Apolo 11', que fue el primero que se posó en la Luna. Los astronautas afirmaron que estaban viendo multitud de cosas a la otra orilla de un cráter. Según los servicios secretos se descubrieron cinco bases o lugares de estacionamiento distintos de ovnis en la Luna. En el año 1975 se procedió a realizar un bombardeo táctico», aseguraba O'Brien.

Portada de la novela de Javier Esteban.

Tras la publicación del libro, Benítez y otros ufólogos españoles mantuvieron en cafeterías de Zaragoza reuniones con su autor al estilo de las de las películas de espías. Querían más información sobre lo que sabía. La recibieron y la dieron por buena, como todo lo que O'Brien recordaba en su obra. Así, el ufólogo canario Francisco Padrón publicó en febrero de 1988 en el periódico 'Diario de Avisos' un reportaje sobre un misterioso accidente aéreo ocurrido el 11 de diciembre de 1978 en el que cinco aviones militares estadounidenses se enfrentaron a un ovni submarino y este derribó uno de los aparatos con sus «rayos extraños». El caso, publicado por O'brien en 'Bases de ovnis en la Tierra', era ficción, como toda la historia del exespía de la CIA.

Porque Douglas O'Brien era en realidad Javier Esteban, un joven aragonés que había escrito 'Bases de ovnis en la Tierra' para un concurso literario, como deja clara la portada del libro, donde dice: «Finalista premio Julio Verne 1979». «Para escribir la novela era preciso crear historias con fechas, lugares, etcétera. Para evitar la tarea de inventar miles de datos, acudí a las hemerotecas y tomé nota de miles de diversas fuentes: periódicos, revistas… De esta forma, incluía datos auténticos de sucesos ocurridos, tales como accidentes de aviones militares, expulsiones de diplomáticos, detenciones de espías, etcétera», recordaba el autor en 1996. «Escribí el libro con unos diecinueve años, por lo que, de ser una novela autobiográfica… ¡entré en los servicios secretos estadounidenses con ocho años!», suele ironizar Esteban. Aunque el libro no se vendió mucho –la editorial cerró por problemas económicos–, la credulidad de los ufólogos le ofreció a su autor la oportunidad de prolongar la broma, divirtiéndose de lo lindo con las 'citas furtivas'.

La tercera fuente según la cual los astronautas del 'Apolo 11' descubrieron ruinas extraterrestres en la Luna es un presunto empleado de la NASA llamado Alan Davis, que murió en Sevilla hace unos años. Decía ser ingeniero de telecomunicaciones y que, en la noche de la llegada del hombre a la Luna, había visto en una estación de la agencia espacial de isla de Antigua unas imágenes que ocultó al mundo. Según los periodistas del misterio a los que deslumbró con su historia, era el encargado en la base caribeña de cortar la señal de televisión si sucedía algo inconveniente, y es lo que había hecho cuando los astronautas del Apollo 11 se dieron de bruces con los edificios extraterrestres. «Es mentira. Nadie podía cortar la señal. Todo eso de las ruinas en la Luna no son nada más que tonterías», me decía en 2009 Luis Ruiz de Gopegui, director de la estación de la NASA de Fresnedillas en tiempos del proyecto Apolo. La instalación madrileña era uno de los tres centros clave para las comunicaciones con la Luna, junto con las de California (EE UU) y Canberra (Australia). No había más.

Un paseo lunar 'made in Euskadi'

Cuando Benítez dedicó un capítulo de 'Planeta encantado' a la historia de la base lunar extraterrestre, no citó como fuentes ni al IPRI, ni a Douglas O'Brien, ni a Alan Davis. Eso sí, recalcó que su fuente era un militar estadounidense y que las imágenes eran inéditas. Presentó la película como prueba de una conspiración; pero la verdad era que ni se había rodado en la Luna ni estaba protagonizada por Armstrong y Aldrin. La recreación era tan burda que, desde el primer momento, no dejaba lugar a dudas: las ventanas del hangar alienígena tienen marcos de madera, el suelo está sin asfaltar –es tan irregular como el del exterior–, los movimientos de los astronautas no resultan naturales, el de la cámara no se corresponde con el de una llevada a mano en 1969… Sin embargo, Benítez presentó el montaje como «imágenes inéditas», lo que significa imágenes reales hasta ese momento desconocidas. Nada más lejos de la realidad.

A la mañana siguiente de su emisión por TVE, una llamada telefónica me bastó para confirmar dónde se había realizado el vídeo que habían intentado colarnos a los espectadores como grabado en la Luna. Las escenas de los astronautas del 'Apolo 11' explorando edificios en el mar de la Tranquilidad se habían hecho en Irún en las instalaciones de Dibulitoon Studio, donde también se habían recreado para otros episodios de la serie imágenes de unos moáis volantes y un ovni con sus tripulantes, estas rotuladas como recreaciones. Esa es «la verdad, la única y secreta verdad» que se esconde tras la película de la base lunar del mar de la Tranquilidad que en YouTube se presenta hoy como un vídeo censurado por la NASA.

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