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El mensaje de los círculos de las cosechas

El mensaje de los círculos de las cosechas

Un documental de TVE alimenta la idea de que los dibujos que desde los años 70 aparecen de la noche a la mañana en los sembrados en algunos países son un misterio inexplicable

Martes, 20 de agosto 2019, 00:51

Hace una semana, sentado delante de la tele el domingo por la tarde, atisbé en La 2 en pleno zapeo lo que parecían unos círculos de los sembrados y unos expertos de esos de programa esotérico nocturno donde un grifo goteando por la noche es cosa de poltergeists. No eran horas para marcianadas fuera de canal Historia y DMAX, donde siempre todo es alienígena aunque se demuestre lo contrario. Así que, como el documental estaba bastante avanzado y el título –'Huellas terrestres vistas desde el cielo'– no era muy loco, decidí verlo con detalle en otro momento, no fuera a ser que contara algo interesante. Confiaba, inocente de mí, en el buen criterio del programador.

A pesar de que la cadena pública lo emitió dentro de «un espacio que La 2 reserva para la excelencia», según explican en su web, días después comprobé que el reportaje era todo lo contrario, un producto propio de aquellos tiempos en los que TVE tenía como referente del rigor sobre lo paranormal a Fernando Jiménez del Oso. Es decir, de los años 80, precisamente cuando los círculos de las cosechas vivieron su época dorada gracias a dos ingleses a quienes un día, después de beberse unas pintas, se les ocurrió tomar el pelo al mundo trazando figuras en los sembrados. Treinta años después, la televisión pública española se dedicó hace unos días a hablar de la misteriosa energía de esos dibujos, de su poder sanador y de sus posibles autores extraterrestres en un documental en el que no aparecían ni un escéptico ni un científico, no fuera a ser que desmontaran el tinglado en un pispás.

La extraña pareja

David Chorley y Doug Bower se conocieron a finales de los años 60 en Southampton (Reino Unido) cuando el primero, electricista y pintor aficionado, entró un día en la tienda de marcos del segundo. Hicieron buenas migas y empezaron a quedar los viernes a tomar unas pintas. Una tarde de la segunda mitad de los 70, charlaban sobre ovnis a la salida del pub Percy Hobbs, a las afueras de Winchester, cuando Bower recordó que en Australia, donde había vivido, se había achacado en 1966 un círculo de hierba aplastada al aterrizaje de un platillo volante. «¿Qué crees que ocurriría si hiciéramos un círculo por aquí», preguntó a su amigo. «Que la gente pensaría que ha aterrizado un platillo volante», le respondió Chorley. Se pusieron manos a la obra y, después de más de una docena de creaciones, estuvieron a punto de abandonar porque sus trastadas pasaban desapercibidas. Antes de rendirse, sin embargo, probaron a hacer círculos en sembrados donde la gente pudiera verlos fácilmente. Y empezó la fiesta.

Espectacular estructura realizada en los años 90 por 'discípulos' de Bower y Chorley.

El 15 de agosto de 1980, el diario 'The Wiltshire Times' publicó el descubrimiento de un círculo en un campo de avena cerca de Westbury. Nacía un misterio. Como todos los inicios, el de este fenómeno también fue modesto. Los primeros dibujos fueron simples círculos que los dos amigos trazaron con uno de ellos clavado en el centro del futuro círculo a modo de poste y su compañero, unido con una cuerda, dando vueltas a su alrededor con una plancha de madera –luego, una barra metálica– a los pies aplastando el cereal. Poco a poco fueron, sin embargo, haciendo figuras cada vez más complejas para satisfacer las expectativas de los especialistas en el nuevo enigma, procedentes del mundo de lo paranormal y los ovnis, y también para reírse de ellos.

Si los estudiosos de los dibujos –que se bautizaron como cereálogos– especulaban en el pub delante Chorley y Bower sobre que la evolución siguiente del fenómeno podía ser la unión de dos círculos, la pareja cumplía ese deseo en su siguiente intervención. Si un cereálogo achacaba que las plantas aparecieran tumbadas siempre en un mismo sentido a la acción de tornados o vórtices de plasma, creaban una figura con el cereal aplastado en sentido contrario, con círculos satélites o añadiendo líneas rectas y rectángulos, con el único objetivo de frustrar al experto. Estas y otras muchas anécdotas cuenta Jim Schnabel en 'Round in circles: poltergeists, pranksters, and the secret history of the cropwatchers' (Dando vueltas en círculos: poltergeists, bromistas y la historia secreta de los observadores de los sembrados, 1993), un divertidísimo libro sobre la tomadura de pelo mundial protagonizada por dos amiguetes y sobre la infinita credulidad de quienes en los años 80 vieron en la campiña británica un lienzo en el que seres de otros mundos o la Madre Tierra nos dejaban mensajes.

Una esposa mosqueada

Las salidas nocturnas para trazar círculos acabaron mosqueando a la esposa de Bower, que en 1984 sospechaba que su marido tenía una amante y un día le pidió explicaciones. Imagínese la cara de la mujer cuando el bueno de Doug le contó que no se la estaba pegando con otra, que él y su compadre eran los autores de los dibujos en los sembrados que de unos veranos a esa parte competían en la prensa con las apariciones del monstruo de lago Ness. Si su pareja le contara algo así para justificar unas salidas nocturnas, ¿usted la creería? Según Schnabel, la mujer de Bower tampoco se creyó ni palabra de la historia hasta que una noche se sumó a la pareja y les vio hacer un círculo.

Dos años después, los dos amigos ya no eran los únicos que dibujaban figuras en los campos de cereal ingleses. 'We are not alone' (No estamos solos) escribieron en un sembrado a modo de reconocimiento de que había otros bromistas sueltos, un mensaje que algunos ufólogos interpretaron, sin embargo, como dejado por extraterrestres. A partir de ese momento, el fenómeno se extendió y complicó hasta límites increíbles, con formaciones compuestas por decenas de círculos y otras figuras geométricas. Aunque en un principio los agricultores cuyas cosechas dañaban Chorley y Bower se cabreaban, pronto empezaron a cobrar la entrada a sus campos a los creyentes e investigadores del fenómeno y a rezar para que este se manifestara repetidamente en sus terrenos. Los dibujos de los sembrados eran un buen negocio para los agricultores.

David Chorley y Doug Bower explicaron en 1991 en la prensa cómo hacían los círculos que habían vueltos locos durante años a los expertos en lo paranormal.

Y entonces estalló la bomba: los dos hombres, ya pensionistas –Bower tenía 67 años y Chorley, 62–, confesaron el engaño e hicieron un círculo ante la prensa británica en septiembre de 1991. Unos periodistas del diario 'Today' enseñaron la figura aquel mismo día al ingeniero Pat Delgado, uno de los popes de la cerealogía, y este se deshizo en elogios. «¡Es fantástico!», dijo, antes de añadir que no podía ser obra humana. Cuando los reporteros le presentaron a los dos artistas, se derrumbó: «La gran broma ha terminado. Dos espabilados nos han engañado», concluyó. Pero la broma no había terminado, como demuestra que en 2019 un documental de La 2 quite importancia a las andanzas de Bower y Chorley aduciendo que los círculos de verdad –según sus promotores en un 10%– son diferentes de los creados por el ser humano, a pesar de que ningún cereálogo ha demostrado nunca que se diferencien en nada unos de los (presuntos) otros.

Los fabricantes de círculos

Casi 20 años después de la confesión de los pioneros, los círculos de las cosechas siguen apareciendo, ya por todo el mundo y muchas veces como parte de campañas publicitarias. Se consideran muestras de lo que se conoce como arte efímero y hay hasta manuales para aprender a practicarlo. El mejor, 'The field guide. The art, history and philosohy of crop circle making' (La guía de campo. El arte, la historia y la filosofía de la creación de círculos de los cultivos), salió a la venta en 2006. Lo firman los llamados Circlemakers, un grupo de artistas que, cuando Chorley y Bower anunciaron en 1991 su retirada, cogieron el testigo con sus cuerdas, linternas y tablones de madera. «El interés popular (por los círculos) cayó en picado. Entonces –recuerda John Lundberg, diseñador gráfico y uno de los Circlemakers–, nos propusimos elevarlo otra vez haciendo formaciones tan grandes y complejas que la gente volviera a preguntarse: '¿Es posible que estas cosas sean obra humana?'».

Algunos creen que no. Se trata de los mismos de siempre, individuos, como Enrique de Vicente, que viven rodeados de fantasmas, monstruos y extraterrestres. El simpar escudero de Iker Jiménez aseguraba en 2010 en 'Espacio en blanco', programa de Radio Nacional que promociona sistemáticamente la pseudociencia y la superstición, que dos círculos del cereal aparecidos en Reino Unido contenían en clave una cuenta atrás para la apertura de unas puertas dimensionales que iba a registrarse en los siguientes dos años. «La apertura de esas puertas va a suponer que haces de luz empiecen a llegar a este planeta. Es el descenso del plano supramental sobre la Tierra», explicaba De Vicente, quiera decir eso lo que quiera decir. Si usted no se ha enterado de la apertura de esas puertas dimensionales a las estrellas y otras realidades, puede estar tranquilo; todavía está en sus cabales.

Dibujo realizado en el monte Banderas de Bilbao por los Circlemakers en 2008 para una campaña publicitaria de una marca de ron. Archivo L. A. G.

Ya en 2004, Lundberg reconocía en el diario 'The Telegraph' que él y sus colegas –que son el grupo más conocido de hacedores de círculos, pero no el único– ganaban «mucho dinero» con su arte. Cuatro años después, unos misteriosos dibujos aparecieron en junio de 2008 en prados y campos de cultivo de Bilbao, Madrid, Málaga y Barcelona. El de la capital vizcaína estaba en lo alto del monte Banderas y, a pie de calle, era visible desde los barrios de Sarriko y San Ignacio. Se trataba, en todos los casos, de un mismo pictograma inscrito en un círculo. Rápidamente, los ufólogos de turno se movilizaron, exploraron algunos de los dibujos con sus máquinas que hacen 'ping' y, claro, llegaron a conclusiones increíbles. Los dibujos habían sido hechos por Lundberg y sus colegas para el lanzamiento del ron Seven Tiki, una nueva marca de Bacardi.

En algo sí tienen razón los autores del reportaje de TVE. Los círculos de la cosechas nos mandanun mensaje: la credulidad humana no conoce límites.

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