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George Adamski, con un recorte de prensa sobre sus encuentros con los extraterrestres. E. C.
George Adamski, el emisario de los hermanos del espacio

George Adamski, el emisario de los hermanos del espacio

Un venusiano le reveló que los extraterrestres estaban preocupados por nuestras armas nucleares un año después de que Klaatu transmitiera ese mismo mensaje en la película 'Ultimátum a la Tierra'

Martes, 28 de enero 2020, 01:00

Hubo un tiempo en que marcianos, saturnianos y venusianos caminaban entre nosotros. Fue en Los Ángeles a principios de los años 50 del siglo pasado. Y allí estaba para hablar con ellos un tipo que cocinaba hamburguesas en un restaurante en la carretera del observatorio astronómico de Palomar. Se llamaba George Adamski (1891-1965) y el 18 de febrero de 1953 se encontró en el angelino hotel Clark con dos hombres que decían venir de Marte y Saturno. Indistinguibles de un humano vulgar y corriente, le llevaron en coche hasta un platillo volante estacionado en el desierto de California, a bordo del que viajó a una nave nodriza que estaba en órbita terrestre.

Adamski es el primer contactado, como se llama en el mundillo ufológico a quienes dicen tener encuentros habituales con seres extraterrestres. A ese club pertenecen, entre otros, el experiodista deportivo Claude Vorilhon, fundador de los raelianos; Marshall Applewhite, líder de La Puerta el Cielo, que se suicidó junto con 38 adeptos en 1997 para ascender a otro plano espiritual en una nave alienígena que, según él, viajaba oculta en la cola del cometa Hale-Bopp; los miembros del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias, a quienes sus guías extraterrestres anunciaron en los años 70 el fin de la Humanidad en coincidencia con el paso del Halley en 1986; y Eduardo González Arenas, el pederasta líder de la secta española Edelweiss, cuyos cabecillas abusaban sexualmente de menores y los marcaban a fuego en una axila con un símbolo ufológico.

Seis años en Tíbet

Nacido en 1891 en Bromberg (Imperio Alemán) –actual Bydgoszcz (Polonia)–, Wojciech Adamski emigró con sus padres a Estados Unidos cuando tenía 2 años. No hay información sobre su infancia en el pueblo de Dunkirk, en el estado de Nueva York, donde se instaló la familia seguramente porque había un vecindario polaco. Sus biógrafos más creíbles dicen que probablemente abandonó la escuela pronto para trabajar como carbonero y ayudar económicamente a sus padres. Sin embargo, sus seguidores Siegfried Steckling y Lou Zinsstag, que fue su asistenta personal, sostienen que el pequeño George atrajo a los 8 años la atención de una pareja que le costeó los estudios en una lamasería tibetana, donde estuvo seis años aprendiendo las Leyes Cósmicas, lo que, dicen, le legitimaría para usar el título de 'profesor' que luego paseó por el mundo.

Nave nodriza fotografiada por Adamski con su telescopio. E. C.

Los ufólogos Marc Hallet y Richard W. Heiden desmontan toda esa ficción en 'A critical appraisal of George Adamski. The man who spoke to the space brothers' (Un análisis crítico de George Adamski. El hombre que habló con los hermanos del espacio. 2015). Advierten del parecido del episodio tibetano del contactado con el inventado por el aventurero ruso Nicolas Notovitch para Jesús de Nazaret en su libro 'La vie inconnue de Jesus Christ' (La vida desconocida de Jesucristo), publicado en 1894 y que tuvo gran eco en círculos esotéricos. Y añaden que no hay la más mínima prueba de la aventura de Adamski en el Himalaya ni de que hablara otro idioma más que el inglés, además de que en el censo de 1900 –cuando estudiaba en Tíbet, según Steckling y Zinsstag– un George Adamski de 9 años vivía en la casa familiar de Dunkirk. «Nunca obtuvo un título universitario; su título de profesor es informal», confirma un informe desclasificado del FBI de diciembre de 1953 en el que las fuentes de la agencia describían a nuestro protagonista como un individuo «mentalmente desequilibrado, un chiflado».

Entre 1913 y 1916, Adamski sirvió en el 13º Regimiento de Caballería de EE UU en la frontera mexicana, durante la campaña militar para capturar a Pancho Villa. Después trabajó como pintor en el parque Yellowstone, en un molino de harina de Portland (Oregón) y en una fábrica de cemento de California, estado donde finalmente se asentó a principios de los años 20 con su esposa, Mary A. Shimbersky, con la que se había casado en 1917. Nueve años más tarde, sin más formación que sus lecturas esotéricas y cautivado por la teosofía de la ocultista rusa Helena Blavatsky, empezó a dar conferencias y en 1933 fundó en Laguna Beach la Real Orden del Tíbet. En su tarjeta de visita decía: «Profesor G. Adamski, conferenciante y maestro de las Leyes Universales, fundador del Cristianismo Progresivo Universal, de la Real Orden del Tíbet y del monasterio de Laguna Beach».

Naves sobre monte Palomar

Cuando aparecieron los primeros platillos volantes en junio de 1947, le pillaron entre hamburguesas en un restaurante comprado por una seguidora. El establecimiento, llamado Palomar Gardens Cafe, estaba en la carretera del observatorio de Palomar, y el matrimonio Adamski se había traslado en 1944 a vivir allí con la adepta. Para entonces, él ya había escrito un par de panfletos pseudofilosóficos bajo el sello de la Real Orden del Tíbet, 'Questions and answers. Wisdom of the masters of the far East' (Preguntas y respuestas. La sabiduría de los maestros del lejano Oriente, 1936) y 'Satan, man of the hour' (Satanás, el hombre del momento, 1937). Adamski y su Real Orden del Tíbet salieron en los años 30 en la prensa y radio locales. El editor de ciencia ficción Ray Palmer, entonces director de la revista 'Amazing Stories', contó en varias ocasiones que a principios de los 40 recibió del contactado un cuento protagonizado por un Jesucristo que volvía a la Tierra a bordo de una nave espacial. Aunque publicaba cualquier cosa con tal de hacer subir las ventas, Palmer rechazó ese original; Adamski, por su parte, negó siempre haberlo escrito.

Dos años después de la visión de los primeros platillos volantes por Kenneth Arnold y cuando todavía nadie los consideraba naves extraterrestres, publicó una novela, 'Pioneers of space. A trip to the Moon, Mars and Venus' (Pioneros del espacio. Un viaje a la Luna, Marte y Venus, 1949). Los viajes ficticios por el Sistema Solar del relato se parecen mucho a los que luego presentará como reales en su segundo libro ufológico, 'Inside the space ships' (Dentro de las naves espaciales, 1955). En el verano de 1951 Adamski publicó en 'Fate', la primera revista moderna sobre lo paranormal, un artículo ilustrado con fotos de ovnis sacadas en Palomar Gardens con su telescopio y contó sus dos primeros avistamientos.

Recreación artística del encuentro de Adamski con el venusiano Orthon en el desierto de California. E. C.

«Vi una nave espacial por primera vez la noche de 9 de octubre de 1946, durante la lluvia meteorítica creada por el cometa Giacobini-Zinner», explicaba. En agosto de 1947, él y varios seguidores vieron casi 200 objetos que volaban en escuadrillas de 32, y que también, decía, se contemplaron desde San Diego. No hay, sin embargo, constancia de estas dos observaciones en ninguno de los pormenorizados inventarios de casos de los primeros tiempos de la ufología. Los objetos fotografiados por Adamski en mayo de 1950, cuando supuestamente fueron tomadas las imágenes publicadas en 'Fate', son simples bolas de luz en el cielo nocturno. Nada que ver con sus posteriores ovnis, con forma de cigarro las naves nodriza y de platillo las exploradoras.

Audiencia con Juliana de Holanda

Adamski se encontró por primera vez cara a cara con un extraterrestre el 20 de noviembre de 1952 en el desierto de California, según cuenta en 'Flying saucers have landed' (Los platillos volantes han aterrizado, 1953). Viajó con seis seguidores en coche hasta el lugar con la esperanza de ver una nave de otro mundo, aparcaron al borde de la carretera a unos kilómetros de Desert Center y, después de comer, se alejó del grupo tras sentir una corazonada: los visitantes querían hablar con él a solas. Así fue. Ya solo, tras ver un platillo volante en el cielo, apareció ante él un hombre vestido con un mono y con una larga melena rubia que le caía por la espalda. El contactado dedujo al instante que estaba ante «¡un ser humano de otro mundo!». «La belleza del hombre superaba todo lo que yo había visto», afirmaba. El visitante era de Venus, se llamaba Orthon y le dijo que en el Sistema Solar estaban preocupados por nuestras armas nucleares, como Klaatu en 'Ultimátum a la Tierra', la película de Robert Wise estrenada un año antes.

La nave exploradora de Venus y la tapa de quinqué que usó Adamski para la maqueta. Joel Carpenter

Aunque acudió a la cita con Orthon con su máquina de fotos, el contactado no sacó ninguna ni de la nave, estacionada cerca, ni del alienigena. Las primeras fotos de los platillos adamskianos, con cúpula con ventanillas y tres bolas a modo de tren de aterrizaje, las obtuvo dos semanas después y las publicó en 'Inside the space ships'. Cuenta en este libro cómo, tras el encuentro del desierto, se topó varias veces con los visitantes en las calles de Los Ángeles, ya que algunos de ellos viven entre nosotros, visitó sus naves y viajó a la Luna –donde vio bosques y hangares para las naves nodriza–, Venus y Marte. «Todos los planetas de nuestro sistema están habitados», sentencia en 'Flying saucers farewell' (Adiós a los platillos volantes, 1961), su última obra.

Adamski vendió decenas de miles de ejemplares de sus tres libros –todos escritos en realidad por negros– y se convirtió en una celebridad en Occidente. En mayo de 1959, recorrió Europa y en Holanda le recibió en audiencia privada la reina Juliana, en contra de la opinión de sus asesores y para vergüenza del país. Además, según él, durante una segunda gira europea en 1963, mantuvo un encuentro privado con el papa Juan XXIII, extremo negado por Iglesia católica y del que el emisario de los extraterrestres presentó como única prueba una medalla similar a las que podían comprarse en las tiendas de recuerdos del Vaticano.

Al igual que la baratija papal, sus fotos de naves alienígenas nunca han sido tomadas en serio nada más que por sus adeptos y los ufólogos más crédulos. Un fabricante de telescopios de Long Beach, Thomas Cave, reveló en 1965 que uno de sus clientes, un excelente fotógrafo, le había contado que había sacado fotos de maquetas de platillos volantes y naves nodrizas para el «querido viejo George» a principios de los años 50. En su momento se especuló con que el modelo del platillo adamskiano se basaba en parte de una incubadora de pollos o en la tapa de una aspiradora –es la tesis que defendió el periodista Frank Edwards en su libro 'Platillos volantes..., aquí y ahora' (1967)–, pero el escéptico Joel Carpenter descubrió en 2012 que el contactado echó en realidad mano de la tapa de un quinqué que modificó ligeramente y convirtió en la nave exploradora venusiana.

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