Charles Fort, en una portada de una serie de cómics sobre él publicada por Dark Horse en 2002.
Charles Fort, el inventor de lo paranormal
Entre fantasmas ·
El escritor estadounidense estableció hace cien años el canon de los fenómenos sobrenaturales con 'El libro de los condenados', un catálogo de sucesos extraños publicados en revistas y periódicos
«Pienso que pertenecemos a algo. Que antiguamente la Tierra era una especie de tierra de nadie que otros mundos exploraron, colonizaron y se disputaron», escribió hace cien años Charles Fort en 'El libro de los condenados' (1919), obra dedicada a fenómenos ignorados o rechazados por la ciencia. Lluvias de ranas y piedras, luces extrañas en el cielo, poltergeists, restos arqueológicos que no cuadran con la Historia que nos han contado... Todo lo que hoy los traficantes de misterios, como los llamaba Carl Sagan, explotan en sus artículos, libros y programas de radio y televisión.
Charles Fort está considerado, con toda justicia, el inventor de lo paranormal. Hijo de un tendero, nació en Albany (Nueva York) en 1874 y con 4 años perdió a su madre. Él y sus dos hermanos menores quedaron entonces a cargo de un padre que los maltrataba. Curioso e inteligente, fue un mal estudiante. «Mis padres tenían una pequeña tienda de ultramarinos en la que trabajé durante varios años en los que ejercí simultáneamente el periodismo y la taxidermia, y abandoné todo para dedicarme a coleccionar hechos extraños arrojados del seno de la ciencia por unas mentes encallecidas». En la adolescencia empezó a escribir para un diario local y a los 18 años, sin haber acabado el instituto, decidió, con la ayuda económica de su abuelo paterno, conocer mundo y «meter algún capital en el banco de la experiencia». Tras viajar por Estados Unidos y Reino Unido, enfermó en Sudáfrica –posiblemente de malaria– y tuvo que regresar a casa, donde le cuidó hasta que se recuperó una amiga de la infancia, Anna Filing, con la que se casó en 1896.
«Fort medía 1,80 metros, era corpulento y fuerte. Anna era una pequeña mujer parecida a un pajarillo, de no más de 1,60 metros», apunta el escritor de ciencia ficción y crítico Damon Knight en 'Charles Fort. Prophet of the unexplained' (Charles Fort. Profeta de lo inexplicado. 1971). El joven matrimonio se instaló en Nueva York y sobrevivió malamente durante años a base de empleos ocasionales de él. Era tanta su necesidad que, según Knight, cuando llovía Fort no podía salir a buscar trabajo porque sus zapatos tenían agujeros en las suelas. Vendía cuentos a revistas y escribió diez novelas, de las que solo publicó una en 1909. No acababa de triunfar como escritor cuando recibió dos pequeñas herencias –de un tío en 1916 y de un hermano en 1917– que le solucionaron la vida.
Los excluidos por la ciencia
A partir de ese momento, Fort se dedicó en exclusiva a explorar lo inexplicado en la Biblioteca Pública de Nueva York –que frecuentaba desde 1906 a la caza de hechos extraños– y entre 1921 y 1928, cuando el matrimonio vivió en Londres, en el Museo Británico. Hasta su muerte en 1932, recopiló notas sobre unos 100.000 recortes de prensa, procedentes tanto de diarios y revistas populares como de publicaciones científicas, que le dieron para cuatro obras: 'El libro de los condenados', 'New lands' (Nuevos mundos, 1923), 'Lo!' (1931) y 'Wild talents' (Talentos salvajes. 1932). Al inicio del primero deja claro el objeto de su trabajo: «Por condenados, entiendo a los excluidos. Tendremos una procesión de todos los datos que la ciencia ha tenido a bien excluir. Batallones de malditos, dirigidos por los descoloridos datos que yo he exhumado, se pondrán en marcha. Unos lívidos y otros inflamados y algunos podridos».
Lluvia de peces sobre Escandinavia. Obra de Olaus Magnus, de 1555.
E. C.
Fue un adelantado a su tiempo. La lectura de su obra revela que estamos ante el primer ufólogo, tres décadas antes de la aparición de los platillos volantes. «Actualmente, alguien posee la Tierra y ha alejado de ella a todos los colonos. Nadie se nos ha aparecido viniendo del más allá, tan abiertamente como un Cristóbal Colón desembarcando en San Salvador o Hudson remontando el río que lleva su nombre. Pero, en cuanto a las visitas subrepticias hechas al planeta, muy recientemente aún, en cuanto a los viajeros emisarios llegados quizá de otro mundo y cuidando mucho de evitarnos, tenemos pruebas convincentes», escribe en 'El libro de los condenados', que salió a la venta el 1 de diciembre de 1919. Estaba convencido de que algunas luces que se veían en los cielos de finales del siglo XIX y principios del XX eran naves de otros mundos, y mantenía que los arqueólogos se habían topado con artefactos que solo podían haber hecho extraterrestres que nos visitaron en el pasado.
La obra de Fort es una sucesión de anécdotas que enlaza muchas veces al tuntún y en la que en ocasiones resulta imposible determinar si se cree lo que cuenta o está tomando el pelo al lector. Es cierto que creó escuela –lo mismo que él harán décadas más tarde Louis Pauwels y Jacques Bergier en 'El retorno de los brujos' (1960) y el hostelero suizo, metido a arqueólogo, Erich von Däniken en 'Recuerdos del futuro' (1968)–, pero es un escritor demasiado errático y, con frecuencia, se pierde el hilo de la narración, si es que lo hay.
El supermar de los Sargazos
«Fort no intenta presentar un argumento coherente, ni en 'El libro de los condenados' ni en los tres volúmenes que lo siguieron... Su objetivo es provocar «ira y angustia» en los científicos, y obligarlos a examinar sus suposiciones», sostenía el divulgador de lo paranormal Colin Wilson, quien le consideraba «el santo patrón de los chiflados». Más generoso era John Keel, padre del hombre polilla y heredero intelectual de Fort. Para él, el escritor de Albany «percibió una realidad que ha sido ignorada por los científicos e historiadores». A saber, que «el espacio y el tiempo son constantemente distorsionados en nuestra realidad, y que estamos sujetos a esas leyes. No sabemos cuándo estamos cruzando el umbral mágico que nos pueda transportar a un lugar diferente. No sabemos cuándo encontraremos una bestia o un ser de 'alguna otra dimensión paralela a la nuestra'», dice Keel en el prólogo de una edición de 'New lands'.
El escritor estadounidense Charles Fort.
Esa otra realidad que a veces interfiere con la nuestra estaría, según el autor de 'The mothman prophecies' (Las profecías del hombre polilla. 1975), en el origen de fenómenos tan dispares como los platillos volantes, las lluvias de peces y los monstruos de la criptozoología. Fort, por su parte, postula la existencia de «una región suspendida por encima de la superficie terrestre, donde la gravitación ya no opera y que no está regida por el cuadrado de la distancia, al igual que el magnetismo es despreciable a muy corta distancia de un imán. Pienso que todo lo que ha sido arrancado de la superficie terrestre ha permanecido prisionero de esta región hasta su liberación por la tormenta. Un supermar de los Sargazos. Restos, detritus, viejos cargamentos de los naufragios interplanetarios, objetos arrojados por las convulsiones de planetas vecinos a lo que se denomina espacio, reliquias del tiempo de los Alejandros, de los Césares y de los Napoleones de Marte, de Júpiter y de Neptuno. Objetos levantados por nuestros ciclones. Graneros y caballos, elefantes, moscas y dodos, pterodáctilos y moas...».
«Acabo de leer 'El Libro de los condenados' de Fort y tomo nota de tus comentarios en la tapa. Si son auténticos, ¿que deduces de este libro? ¿Es que Fort sostiene seriamente que hay un mar de los Sargazos en algún lugar en el aire y que todos los meteoritos, sangre, ranas y otras cosas que enumera caen de ahí? La cosa me deja perplejo», escribió el periodista Henry Louis Mencken a su amigo el novelista Theodore Dreiser, que había apadrinado la obra. Dreiser veía en Fort a «la figura literaria más fascinante desde Poe» y el «progenitor de un punto de vista del mundo completamente nuevo». Para Mencken, a quien sacaban de quicio el fundamentalismo cristiano y la estupidez, era «un charlatán pseudocientífico».
Otro influyente autor al que tampoco sedujo 'El libro de los condenados' fue H.G. Wells. «Fort parece ser uno de los aburridos más condenables que jamás haya recortado fragmentos de periódicos», sentenció en un carta a Dreiser junto a la que le devolvía el ejemplar de la obra que le había mandado. El padre de la ciencia ficción salía en la misiva en defensa de la ciencia y de los científicos frente a los ataques de Fort, de quien pensaba que escribía «como un borracho».
Herederos de Fort
El autor de 'El libro de los condenados' no explicó en toda su vida ningún hecho maldito. Los recopiló en decenas de miles de fichas que archivó en centenares cajas de zapatos en su apartamento neoyorquino. «¿Dónde estaban todos esos zapatos?», pregunta irónicamente Jefrey Kripal, profesor de Estudios Religiosos de la Universidad de Rice en su ensayo 'Authors of the impossible. The paranormal and the sacred' (Autores de lo imposible. Lo paranormal y lo sagrado. 2010). Además, Fort da por sentado que, si alguien cuenta algo o algo se ha publicado en un periódico o revista, es que ocurrió así. En este sentido, es también un precursor de los autodenominados periodistas del misterio, coleccionistas de anécdotas que siempre se quedan en la superficie y no profundizan en los hechos porque, si lo hicieran como es debido, la sobrenaturalidad se desvanecería.
Portada del número de diciembre de 2019 de la revista británica 'Fortean Times'.
Como dice el mago y diseñador de trucos Jim Steinmeyer en 'Charles Fort. The man who invented the supernatural' (Charles Fort. El hombre que inventó lo sobrenatural. 2008), «'El libro de los condenados' se convirtió en el evangelio de los posteriores escritores sobre lo paranormal». De todos, incluidos aquéllos que apenas conocen al escritor estadounidense. Forteanos se llaman desde tiempos de Fort tanto sus admiradores como los fenómenos paranormales. Así, en 1931 nació en Estados Unidos la Sociedad Forteana –rebautizada en 1961 como la Organización Forteana Internacional–, cuyo primer presidente fue Dreiser y entre cuyos miembros iniciales estaban Vincent Gaddis –inventor del término criptozoología para referirse al estudio de los monstruos–, Ivan T. Sanderson –que dio al Triángulo de las Bermudas su nombre en 1964–, el autor de ciencia ficción A. Merritt y los arquitectos Frank Lloyd Wright y Buckminster Fuller.
Recomendable, incluso si no se cree nada de lo que cuenta Fort, es la revista inglesa 'Fortean Times', forteana desde su título y que en su último número, correspondiente a este diciembre, dedica un reportaje a 'El libro de los condenados'. «En este número, celebramos un centenario muy especial para los forteanos; en el fondo, es la inspiración para la revista que tiene en sus manos y la razón por la que estamos aquí 45 años y cerca de 400 números después de que Bob Rickard publicara el primer número de 'The News' (como 'FT' se llamaba entonces) en 1973», dicen en el editorial los directores de la publicación, entre los que sigue Rickard. En portada, Boris Karloff, como la momia, ilustra el tema principal –la fascinación occidental por el Antiguo Egipcio y la explosión de lo fantástico a su alrededor–, al que acompañan la persecución de un ovni por un caza y la visión de monstruos prehistóricos en los cielos estadounidenses, entre otros temas. 'FT' mantiene vivo el espíritu forteano y va más allá. En sus páginas se han desmontado fraudes, algo que no ha hecho nunca ninguna revista, libro, ni programa de radio o televisión español del ramo.
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