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Desde el despacho de Xabier Basañez, en la planta 15 de la torre del Bilbao Exhibition Centre, se divisa buena parte de Bizkaia. Claro que las cosas también pueden enfocarse desde el punto de vista opuesto: cuando Basañez sale por la mañana de su casa, allá lejos, al otro lado de la ría, lo primero que ve en lontananza son las cuatro luces del BEC, para que jamás se le olvide dónde trabaja. «Tengo un despacho privilegiado», afirma el director general del emblemático edificio de Barakaldo, mientras muestra a los visitantes esta sala luminosa que parece sobrevolar la localidad. Se encuentra a casi 90 metros de altura, aunque todavía hay por encima otra planta -allí está, por ejemplo, la sala del comité de empresa- y la terraza exterior.
El despacho es una ele de ventanales que permite abarcar desde el Serantes hasta el Ganekogorta, con Bilbao en el centro del barrido visual. A Basañez le gusta decir que uno de los lados de su despacho brinda una panorámica más interesante para los visitantes locales, mientras que el otro resulta idóneo para los forasteros. Y explica así el primero: «Desde aquí, tenemos una visión muy chula de Barakaldo, preciosa desde arriba. Pero hay más cosas que sorprenden a los de aquí. Yo soy de Getxo, y entre aquellos dos edificios -señala- se ve La Galea. Cuando hay pleamar y maretón, se llega a distinguir la ola, así que podemos decir que se ve el mar». A continuación, se dirige a la otra hilera de ventanales, que casi parece un detallado infográfico sobre los puntos clave y las vías de comunicación de la metrópoli vizcaína, con la estación de metro de Ansio, la Torre Iberdrola, San Mamés, La Paloma a lo lejos y las carreteras que enlazan Bilbao con San Sebastián y Francia, con la Meseta y Madrid, con la cornisa cantábrica... «Estamos en un nudo de comunicaciones, algo muy importante para nuestra actividad».
El despacho se reparte en tres ambientes: la mesa de trabajo, la de reuniones y una tercera más baja y con función «más decorativa que otra cosa», cubierta de revistas del mundo ferial y el sector turístico. «No soy de traerme muchas cosas de casa. Están las fotos de mi mujer y mis hijos, pequeñitas y hasta trasnochadas, porque las de ahora saltan en el proyector de pantalla del ordenador. Y tengo aquí un par de 'etxekolanas' de mis hijos», repasa, mientras muestra con sonrisa irónica un vampiro fabricado con el tubo del papel higiénico y un reloj de cartón. Teniendo en cuenta que el mayor de sus dos hijos está a punto de cumplir la veintena, parece claro que tampoco ese capítulo lo ha actualizado mucho.
Se podría pensar que el simpático vampirito llama la atención en un entorno como este, pero en realidad está perfectamente arropado por un ejército de objetos chocantes e incluso, como él, un poco absurdos. Esto es, al fin y al cabo, una feria de muestras, cuya finalidad es ofrecer resúmenes abarcables de la tremenda variedad del mundo, y las baldas del despacho se han convertido en una muestra de esas muestras, en la que han ido quedando como sedimentos numerosas piezas que simbolizan la labor del BEC a lo largo de los últimos años. «Aquí tenemos infinidad de cosas curiosas», asiente Basañez. No hay más que examinar las estanterías de detrás de su asiento, donde un cerdito con nariz de payaso, creación de una agencia de publicidad, comparte espacio con una cancha de baloncesto en miniatura, recuerdo del Mundial de 2014, y con un documento del préstamo bancario con el que se puso en marcha el BEC. La feria Expovacaciones y los numerosos congresos y reuniones con recintos análogos de todo el mundo funcionan como pródigas minas de 'souvenirs': un nazareno ecuatoriano, un papel con caligrafía japonesa en la que «debe de poner Xabier», un caballo chino, dos corazoncitos croatas («también nos regalaron una corbata, porque la palabra viene de 'Croacia'»), un camello dorado que nadie logra recordar de dónde salió...
Xabier Basañez, gran amante del deporte, muestra la reproducción en metacrilato del frontón Bizkaia, donde ha jugado alguna vez a pala, y también la copa que ganó en el segundo torneo de pádel de la Asociación de Ferias Españolas, una de esas «actividades lúdico-festivas» que suelen completar el programa de los congresos. En el despacho también hay música, con una foto de la reciente gala de los premios EMA de la MTV («parece increíble que eso sea el Bizkaia Arena») y el cartel del concierto que dieron The Who en 2007, con Loquillo como telonero: «Creo que lo tengo aquí por la rabia que me dio perdérmelo. ¡Me pilló fuera!», lamenta el director. No falta una reproducción en pequeño formato del cuadro de Jesús Mari Lazkano que adorna la entrada del BEC, en el que se parecen reunirse en concilio todos los montes de Bizkaia. La del despacho es la copia número 37 de las 40 que se hicieron.
Muchos de esos montes se pueden contemplar desde los ventanales, a los que la mirada regresa de manera insistente, con codicia de luz y paisaje. Desde allá arriba, el tráfico mismo se convierte en un espectáculo hipnótico, como una coreografía de miles de vehículos que emboba al observador. «Si algún día tenéis necesidad de saber cómo anda el tráfico en Bizkaia, llamadme -bromea Basañez-. Dentro de una hora, como hoy hace bueno, empezará a atascarse hacia Castro. Algunos días veo que la cosa está mal y me quedo trabajando un rato más, hasta que se despeja».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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