Koldo Eleizalde, uno de los fundadores de Euskaltzaindia, describió de forma gráfica lo que no debía ser. «No queremos que las elites de la burguesía duerman siestas académicas o, en el mejor de los casos, discutan sobre acentitos». Lo recuerda el actual presidente, Andres Urrutia, ... en su sede de la Plaza Nueva de Bilbao. Cree que el lema fundacional, 'Ekin eta jarrai', siempre estará vivo porque significa, precisamente, «hagamos cosas por el euskera y continuemos». En su centenario, y cuando se cumplen cincuenta años de la unificación de dialectos en el batua que tanto ha fortalecido la lengua vasca, Urrutia cree que es el momento de «disfrutarla» y recuperar el «colorido», los acentos y hasta las palabrotas que se hayan perdido por el camino. Notario de profesión, para él fue una escuela «impagable» ejercer trece años en Lea Artibai. «Los lunes oías euskera de Ondarroa, los martes de Lekeitio y los miércoles de Markina, con problemáticas distintas».
– Una curiosidad. ¿Por qué Andres sin acento, en lugar de Ander?
– Me bautizaron como Andrés María Urrutia Badiola. Nací en la época en que nací y jamás fui Ander. Luego tuve verdaderos problemas porque nosotros en euskera cuando decimos Andres no acentuamos. En Ondarroa todo el mundo me dice Andres y, sin embargo, aquí Andrés.
– Creció en una familia euskaldun en una época en la que el euskera estaba marginado. ¿Cómo fue su aprendizaje?
– Mis padres eran euskaldunes y después de la guerra emigraron a Bilbao. Nos criamos en una época en la que el euskera no existía, pero la familia lo hablaba y cuando nosotros no éramos capaces de contestarles en euskera la decepción era total. Eso te va creando un cierto poso. ¿Yo por qué no sé la lengua de mi familia? Hice el bachillerato en castellano, pero veraneábamos en Lekeitio y allí o aprendías euskera o no hablabas. Luego el máster fue Ondarroa.
«Claro que se 'malhabla'»
– Ahora tenemos todas las facilidades para aprenderlo, pero ¿quizá falta ilusión para hablarlo?
– Evidentemente. En los últimos 30 años hemos sido capaces de escribir tratados de Derecho, de Química, de Economía, y sin embargo hemos perdido esa transmisión, esa riqueza a la hora de expresarnos.
– Muchos jóvenes estudian en euskera y se relacionan en castellano.
– Ese es nuestro drama. Es fácil diagnosticarlo y muy difícil arreglarlo.
– Será que algo hemos hecho mal.
– Probablemente ellos perciben que el euskera se ha formalizado y ya no necesita ser utilizado a ese nivel. Desde el punto de vista de la expresividad, el francés y el castellano han ido creando sus mundos. En el euskera batua lo estamos haciendo ahora. Ese registro coloquial, más cercano, necesita agarraderas y no hemos sido capaces de formularlas.
– Además de defender el euskera ¿hay que disfrutarlo?
– Exacto. Disfrutarlo y hacer del euskera un elemento que sirva para todas las funciones sociales.
– Que se pueda hablar y 'malhablar'.
– Y en las zonas donde tiene vitalidad, claro que se 'malhabla'. Pero está muy localizado.
– ¿El euskera es tan rico como el castellano para expresar los distintos grados del cabreo?
– Sin lugar a dudas. El académico Patxi Salaberri publicó ya hace unos años la lista de todas esas palabras malsonantes para acabar con el tópico de que en euskera no había tacos. Claro que los hay, y cada pueblo tiene los suyos. En la transmisión eso se ha empobrecido. El euskera ha pasado de un ambiente rústico, arrantzal, al urbano y se han quedado cosas en el camino. Pero las podemos recuperar. Al batua hay que dotarle de colorido. Y estoy convencido de que surgirán nuevos acentos, aunque debemos tener cuidado de que no sean pura imitación del castellano o del francés.
– Habla de la importancia del entorno. En Bilbao se habla mucho menos que en otras localidades.
– No podemos soñar con euskaldunizar Bilbao de la noche a la mañana, pero sí puede ser un entorno más favorable para los bilbaínos que hablan euskera y los que vienen de localidades euskaldunes a estudiar, a trabajar, a hacer compras... Ahí los profesionales tenemos una labor importante, es una oferta que los colegios deberían estimular.
– Le preocupan mucho las nuevas tecnologías.
– Es una forma muy interesante de atraer a la gente joven y de socializar contenidos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Quitar el polvo en los anaqueles a los tratados de Resurrección María de Azkue? Debemos tener a Azkue en el entorno digital, consultable.
– ¿Necesitarán más recursos económicos?
– En el congreso del pasado fin de semana dije que todavía no estoy pidiendo más dinero. Fue una indirecta. Los recursos siempre son insuficientes. Los académicos no cobramos, pero para sacar adelante las cosas tiene que haber profesionales. Somos conscientes de que la sociedad ha tenido que apretarse el cinturón y nosotros también.
– El nuevo ambiente que se respira en Euskadi desde el final del terrorismo, ¿influye también en la actitud hacia el euskera?
– Yo creo que sí. Por primera vez nos hemos dado cuenta de que el euskera es un patrimonio de todos. No es de los nacionalistas, ni de los independentistas o de los unionistas, es de todos. Y si no entendemos eso es muy difícil que tiremos hacia delante. La Academia siempre ha dejado fuera las ideologías, tiene que ser un foro al que puedan acudir todas las sensibilidades. Aunque, si la política lingüística que hace un gobierno no favorece el avance del euskera, lo diremos, como lo dice la RAE.
– ¿Coincide con Kirmen Uribe en que vivimos el Siglo de Oro de la literatura en euskera?
– Se nos olvida el renacimiento del primer tercio del siglo XX, hasta la Guerra Civil, cuando se sentaron muchas de las bases de lo que hoy tenemos. Es verdad que vivimos una época feliz para las letras vascas, con producción de diferentes géneros y gente joven interesada por crear. Lo que me gustaría es que eso se correspondiera con la edad de oro de la lectura. Ojo a ese tema. No caigamos en pensar que porque se publiquen 1.400 libros el euskera está salvado y resulta que tienen 400 lectores. Las encuestas sobre el consumo del producto cultural en euskera son francamente preocupantes.
– ¿Cuáles son sus autores favoritos?
– Cada vez más vuelvo a los clásicos. Este verano tuve la ocurrencia de leer otra vez 'Kresala' y me admiró la modernidad de su registro lingüístico. Agirre se las sabía todas.
– ¿Y la palabra que más le gusta?
– (Se lo piensa). Por su sonoridad yo me quedaría con koaxi, pronunciada en ondarrés. Significa temple, ganas.
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