El departamento de Educación ha hecho una firme apuesta por que el curso arranque en septiembre de forma presencial. Pero, además de las clases in situ, se barajan otros dos escenarios: una enseñanza mixta y, en caso de que el coronavirus se descontrole, con toda ... la formación 'online'. Sindicatos, patronal, profesores, directores y familias coinciden con el área que dirige Cristina Uriarte en que la educación debe prestarse en las aulas para ganar calidad. Y creen que es la mejor opción porque los niños necesitan más que estudiar unos contenidos, les hace falta socializar; porque los padres deben ir a trabajar; y porque no se ha desarrollado una educación telemática que tenga la misma calidad que la tradicional. Sin embargo, pese a estar de acuerdo en que, de las tres alternativas, la de abrir los colegios es la mejor, e incluso de ver con buenos ojos las propuestas de la consejería, no comparten la forma en la que ese plan se va a llevar a cabo. Muchos sostienen que escasean los «recursos» para ejecutarlo y que no se puede hacer tabla rasa, porque «no es lo mismo un aula de Infantil que una de Bachillerato». Y las «incertidumbres» y las «dudas» se acrecientan con la evolución de la pandemia. Educación, en este sentido, ya advierte de que acatará lo que determine Salud.
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Más de 400.000 escolares regresarán en menos de un mes a las aulas en Euskadi. La intención de los responsables de Educación es que la formación sea presencial. Pero la evolución de la pandemia preocupa a padres, docentes, sindicatos y patronal, que temen que el sistema educativo vasco no esté preparado para su mayor reto.
Aitor Idigoras. Steilas
Steilas, sindicato mayoritario en la educación pública vasca, sostiene que «hemos tenido tiempo suficiente para preparar el inicio del curso y no se ha hecho». A juicio de su portavoz, Aitor Idigoras, «la única manera de garantizar el derecho a la educación es mediante las clases presenciales; que miles de niños estén ocho meses sin escolarizar sería un auténtico drama». ¿Cómo mantener las aulas abiertas durante todo el curso? La respuesta de Steilas es «destinando recursos». Ven factible que los colegios permanezcan operativos pese a la pandemia siempre y cuando se les dote de más apoyo y de «certidumbres». El plan del Gobierno vasco tiene «algunas carencias», pero, en líneas generales, aprecian que «no está mal». Idigoras enumera medidas como sectorizar espacios, plantear entradas y salidas escalonadas, que cada centro tenga su propio plan de contingencia... Sin embargo, estima que «en un centro medio, de 2 o 3 líneas, harían falta al menos otras cuatro personas». «Hablamos de 6.000 profesionales más en nuestro sistema educativo público. Y, a día de hoy, tenemos lo mismo que todos los años», lamenta. «Cuando el Gobierno dice que maneja tres escenarios, no es real, porque no ha puesto ni las herramientas ni los medios posibles para ejecutar ninguno», denuncia. Y entiende que «se ha descargado todo el peso en las direcciones de los centros, que con la misma plantilla que el año pasado tienen que hacer mucho más».
Koldo Tellitu. Ikastolen Elkartea
Koldo Tellitu, presidente de Ikastolen Elkartea, que engloba a 59 centros concertados, 48.000 alumnos y 3.500 trabajadores, asegura que «casi todas las ikastolas tienen definido su plan», pero que persisten las «incertidumbres» porque desconocen de qué recursos extra se va a disponer. Quiere «subrayar» el aspecto económico porque la Administración vasca «va a recibir unos fondos adicionales», tanto del Ejecutivo central como de Europa, y «hay un porcentaje destinado a Educación». «Solo quedamos tres comunidades autónomas que no sabemos nada de cuánto se va a destinar, y espero que resulte aclarado», comenta. Calcula que en Euskadi serán unos «100 o 110 millones», que darían para contratar a «2.000 o 2.500 profesores». «No es la solución completa –advierte–, pero ayudaría muchísimo». Como también lo haría «que haya más tranquilidad entre la población». «La escuela no vive aislada del mundo; positivos va a haber, y lo que hay que hacer es no ponerse demasiado nerviosos cuando eso suceda», señala. Tellitu apuesta por la educación «presencial» y por fijarse en lo que hacen otros países de nuestro entorno. «Afortunadamente, empezamos las clases más tarde y podemos ver lo que funciona», considera. Pone como ejemplo las «burbujas» alemanas, más grandes que las de aquí. «No se puede hacer una burbuja de un profesor y 10 alumnos, es mejor de un curso o de un ciclo». Y destaca algo que ya están haciendo muchos centros: «Coordinarse con los ayuntamientos para disponer de espacios municipales y con los ambulatorios».
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Lurdes Errasti. Denon Eskola (Padres)
«Siempre hemos hablado de que cada centro tenga su propia autonomía, pero esto no es autonomía, es invéntate tú las soluciones como mejor puedas». Lurdes Errasti, presidenta de Denon Eskola, federación de Ampas de Álava, echa en falta «unas directrices más firmes y no generalidades que no van a ningún sitio» y dejan «la papeleta en manos de los directores de los centros». Las familias, afirma, «estamos desubicadas». «Ahora dicen que están valorando utilizar las centros cívicos para repartir las aulas... Al final, no sabemos en qué condiciones van a ir nuestros hijos a clase, a qué hora, dónde...», enumera. Errasti recuerda que «hay un montón de profesores interinos» que conocerán su destino «a finales de agosto», empezarán a trabajar el 1, las clases el 7 y tendrán que adaptarse «a un centro, unos compañeros, una materia, unos alumnos y una rutina que no conocen», además de «tener muy claras las medidas de seguridad». Alerta, asimismo, de que «en muchos casos, que si hay una baja, que si otra cosa, hay niños que hasta mediados de septiembre no tienen un profesor. ¿Qué va a pasar con ellos?». Y lamenta que «se habla de criterios sanitarios, que es cierto que es lo primero, pero la educación no es solo recuperar materia; es relaciones interpersonales, contacto social, conocer, aprender... Y eso se ha perdido».
Idoia Goitia. Profesora de Infantil
Idoia Goitia no va a tener problemas para adaptarse al centro. Lleva ya 17 años en Muskizko Ikastola, donde tendrá a su cargo a 23 niños de 3 años. Pero sí tiene muchas preguntas y es consciente de que, cuando empiecen las clases, «cada dos minutos me van a surgir dudas de qué es lo que tengo que hacer». Le preocupa la «frialdad» que marcará el día a día en los colegios. «Si un niño llora, ¿no le puedo coger? ¿Cómo les hago entender que no tienen que compartir con sus amigos? ¿Retiro todos los juguetes y dejo el aula vacía?», se pregunta. Los protocolos no son «suficiente» herramienta para resolver sus inquietudes. Y considera que no se ajustan en todos los casos a la realidad. Pone como ejemplo los horarios para ir al baño por cursos: «¿No va a haber ningún niño de 3 años, que a muchos les acaban de quitar el pañal, con ganas de hacer pis cuando no le toca?». Tiene la sensación de que el próximo curso «va a ser asistencial; más una medida de conciliación que un sitio de aprendizaje... Aunque seremos más creativas, si cabe».
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Juan Carlos Torrellas. Director del Colegio Patronato Santa Eulalia de Santurtzi
El director del colegio Patronato Santa Eulalia de Santurtzi, Juan Carlos Torrellas, reconoce que los últimos meses están siendo «estresantes». Consiguieron «dejar todo preparado antes de las vacaciones», siguiendo las pautas marcadas por el Gobierno vasco, pero no quita ojo a «cómo están comenzando en Alemania, cómo se prevé en Escocia...», porque es consciente de que, en cualquier momento, todo puede cambiar. «A día de hoy está todo cerrado, pero no sabemos si volverá a haber otra nueva orden en previsión de lo que está pasando», apunta. Este centro concertado dispone de guardería, Infantil y Primaria. Así que tiene previsto «retirar peluches», por ejemplo, e intensificar la limpieza del resto de juguetes. A principios de septiembre, en cualquier caso, se reunirá el Consejo Escolar para dar el visto bueno a los planes de contingencia preparados e informar a las familias de los aspectos de seguridad, pero también de otros más prácticos, como «los horarios de entrada y salida» para unas clases que espera continúen siendo así, en el aula, «por el bien de todos».
Ernesto Gutiérrez-Crespo. Orientador de FP
«En FP las clases tienen que ser presenciales». Es la situación ideal para Ernesto Gutiérrez-Crespo, orientador en el centro de Elorrieta y presidente de la asociación de psicopedagogía de Euskadi. Sin embargo, augura que mantenerse en ese escenario todo el curso «va a resultar complicado». Por eso cree que debe repensarse el modelo actual y «priorizar aquellas competencias más importantes frente a otras más accesorias». «No se puede aprender a soldar en casa», apunta, antes de subrayar que, para que los jóvenes que estudian Formación Profesional adquieran esas habilidades en una especialidad de cara a labrarse un futuro laboral, son necesarios «más recursos» y garantizar «prácticas en empresas». En talleres y aulas en las que será difícil mantener la distancia de seguridad, ve excesivo que haya 25 alumnos. A nivel de orientación, lamenta que en los 23 centros vizcaínos «solo hay este tipo de profesionales en siete». Y en un momento como este «es un puesto bastante importante, porque algunos alumnos tienen miedo, y otros problemas personales graves».
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Oskar García. Profesor de Primaria
Oskar García, tutor de sexto de Primaria en el colegio San José de Basauri, quiere que la formación se imparta en las aulas. Pero teme que ese escenario no dure mucho, porque «el empeño del Gobierno vasco en las clases presenciales parece que choca con la realidad sanitaria que nos están contando». «Si ahora mismo estamos hablando de que en un bar sale un caso y cierran, y rebuscan... Imagínate en un aula». Su «esperanza», dice, es poder estar «por lo menos un par de semanas en el aula» para organizar el trabajo y tener las «bases asentadas» por si en octubre, «cuando el Covid se junte con la gripe común», se decide enviar a los alumnos a casa «una temporada». Y es que el trabajo ahora se centra en «reprogramar las áreas en función de los tres escenarios, tan diferentes que nuestra cabeza está trabajando a toda velocidad». Y también en la preparación «psicológica» para afrontar las realidades que vayan llegando. Confía en que a finales de mes «empiece a haber noticias más afinadas» sobre cómo será esa vuelta al cole, que augura «movidita» pero «necesaria» para los estudiantes, «cansados» de las clases 'online' y «con ganas de estar en el meollo, cara a cara».
José Ignacio Eguizábal. Egibide
Egibide, centro de Secundaria, FP y Bachillerato con más de 4.500 alumnos en Vitoria, no contará con desdobles ni con profesores adicionales. José Ignacio Eguizábal, director general de la entidad educativa, señala en ese sentido que «los recursos se pueden estirar mucho, pero tienen sus limitaciones». Y sin ayudas extra, pero con más gastos, no se llega a todo. «Estamos intentado preparar todo lo posible, pero no sabemos muy bien cómo puede resultar», lamenta. Los protocolos «piden cosas que ya veremos de dónde somos capaces de sacar», porque pueden asumir las mascarillas para el personal y el refuerzo de labores de limpieza y desinfección, que ya suponen «un evidente gasto», pero tendrán que invertir mucho más. No juzga viable, «ni a corto ni a medio plazo», otras soluciones que plantea Educación, «como la utilización de gimnasios», que «habría que convertirlos en aulas, insonorizarlos... Cosas que no están a nuestro alcance». A Eguizábal también le preocupa la «afectación en la actividad académica» que se va a producir, y que haya un regreso precipitado. «Hemos echado en falta una flexibilización a la hora de plantear un septiembre diferente», reconoce. Pero, sobre todo, espera no «tener que reactivar la educación a distancia». «Hemos hecho un plan para ir organizando materiales y actividades didácticas 'online', aunque todavía lo estamos cerrando», explica, antes de lanzar una advertencia: «Todo el mundo tiene que ser consciente de que no ha habido tiempo ni recursos para preparar una educación telemática que sea como la presencial». Todavía estamos, dice, «en una situación de emergencia educativa».
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Oihana Plazaola. Profesora de Infantil
Oihana Plazaola, profesora de Infantil en la escuela pública Lakuabizkarra de Vitoria, define el reto del próximo curso como «gigante». Y, para gestionarlo, debería crearse «una mesa de sabios, con epidemiólogos, gente de Sanidad, de Osakidetza, profesorado de todos niveles, familias...», y aportar más «recursos personales, materiales y sanitarios». Si no se invierte en educación, alerta de que «esta generación va a tener un socavón tremendo en su haber», y también insiste en que «el profesorado no puede hacer milagros ante una pandemia», así que espera que, cuando haya contagios, «no se diga que 'en tal escuela se ha hecho mal', porque no hay medios y los profesores somos los primeros que no queremos contagiarnos; haremos lo que esté en nuestras manos para evitarlo». «No podemos empezar cojos –insiste– un curso que sabemos que va a ser complicado». Porque, argumenta, «no se trata de iniciar el curso; es continuar y acabarlo». A su juicio, los expertos deben, igual que sucede con el ocio, decir «cuál es el número de personas idóneo para convivir, que, desde luego, no creo que sean los 25 críos que hay en Primaria, los 23 de Infantil y los 18 de 2 años». Desde su perspectiva, los «grupos burbuja» que se plantean no se ajustan a la realidad. «La educación ya no es como en los sesenta o los ochenta, con los niños sentados en su pupitre; comparten espacios y se mueven con cierta autonomía por los centros».
Raquel García. Lagundu (Padres)
La pretensión de Lagundu NEE, la asociación para la defensa de los derechos de los niños con necesidades especiales de Euskadi, es que los menores «vuelvan a clase». Pero creen que las circunstancias actuales no son las mejores. «Estamos ante un nivel de contagios muy por encima de lo que se tenía en mayo, cuando se estableció que era una utopía que se pudiesen impartirse clases presenciales de manera segura», recuerda. Afea al departamento de Educación haber desperdiciado el tiempo «para hacer adaptaciones» en los centros, reabrir «edificios cerrados» o incluso instalar barracones para dar clase. «Y no lo ha hecho», enfatiza, de manera que «toda la responsabilidad» a la hora de evitar contagios se traslada a los centros educativos, a los que «no se les va a dotar de medidas extraordinarias de personal». En el caso de los profesores que atienden a niños con necesidades especiales, sostiene que «es imposible aplicar correctamente» las medidas de seguridad e higiene, porque es «esencial» en su labor «el contacto directo con los alumnos».
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Itxaso Legarreta. Profesora de Educación Especial
Itxaso Legarreta se declara «bastante positiva», aunque plenamente consciente de que «en los colegios no tenemos un ente que nos protege» y que las clases presenciales se pueden ir al traste en cualquier momento. Así que prefiere pensar en otras cosas importantes, más allá de los protocolos sanitarios, como «cuidar mucho el lado emocional» de los alumnos. Los suyos lo necesitarán, ya que es profesora de Educación Especial en Artxandape Ikastola, y sabe que volverán sin «rutinas marcadas» como las que tenían antes y que «tan bien les venían». Su apuesta es empezar las clases «con normalidad», haciendo un «pequeño duelo del curso pasado, porque no hubo un final». En este sentido, los escolares «volverán a sus antiguas aulas para hacer una despedida de lo que ha sido, con sus profesores del año pasado», un encuentro que a la vez sirva de «preparación» para lo que va llegar, algo «nuevo», sobre todo en el caso de los que cambian de ciclo. Antes, esa transición «se cuidaba con especial mimo», pero este año las explicaciones sobre quiénes serán sus nuevos profesores o cómo será el siguiente curso se han hecho con una pantalla de por medio. Legarreta también se enfrenta a sus propias dificultades, como «mantener esa distancia con los alumnos». «Es prácticamente imposible que no tengas cercanía; eres un referente para ellos y necesitan tu cariño», subraya.
Unai Martín. Profesor de la UPV
Unai Martín, profesor del área de Sociología de la UPV, cree que la Universidad tendría que haber planteado una educación 'online' y no presencial, algo «posible en la mayor parte de las carreras». Es mejor, explica, «ponerse en el peor escenario» y, «si luego podemos volver, o hacer las asignaturas más prácticas, mejor; pero creo que es más fácil retornar del modelo 'online' al presencial que al revés». En su opinión, las clases no se van a retomar con normalidad teniendo en cuenta «cómo está yendo el verano» y, «tarde o temprano, tendremos que hacerlo todo» a distancia. Compara «el poco movimiento» actual con el que habrá en septiembre, y ve «muy probable que en los próximos meses a todos nos toque estar aislados diez días porque damos positivo o porque somos contacto de una persona infectada». Y aquí le asaltan las dudas: qué sucede con un alumno que tiene que hacer cuarentena y no va clase; o si es el propio profesor el que no asiste. Eso, si fueran asintomáticos, «no sería un problema con clases 'online'».
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Zigor Aldazabal. Profesor de instituto
Los alumnos de Zigor Aldazabal están en Secundaria y Bachillerato. Es profesor en el instituto de Ondarroa y defensor de las clases en el aula. Y es normal, ya que imparte tecnología, asignatura en la que la parte práctica acerca a los estudiantes a herramientas básicas, y ellos «agradecen ir al taller, no estar otra hora sentados de manera formal, trabajar en grupo, construir cosas...». El escenario mixto, con una parte 'online' y otra presencial, sería para Aldazabal «un mal aceptable». Pero con docencia solo en casa, «perder esa parte práctica», como sucedió entre marzo y junio, supondría «un drama, un retroceso». Es optimista porque considera que en un instituto, donde los jóvenes son más conscientes de la realidad que los niños, «evitar el contacto entre alumnos parece posible». En su caso, en el taller trabajarán como antes, «en pequeños grupos de tres o cuatro personas». Sin embargo, no podrán levantarse a coger el destornillador o la sierra que está en el panel. Cada equipo «tendrá su pequeño kit de herramientas, que se desinfectará antes y después de cada clase, para que solo compartan los elementos esas cuatro personas y no todos». Confía en que, de esa manera, todo funcione bien, porque «la asignatura se basa en retos y proyectos, y 'online' no se desarrolla la competencia en tecnología. En casa perdemos el contacto con las herramientas, el material, la construcción...; perdemos todo».
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