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El Colegio Vizcaya está de celebración. Este mes de octubre se cumplen 25 años desde que la escuela infantil del centro abriera sus puertas. En este tiempo, 2.000 alumnos han pasado por las instalaciones con el objetivo de ofrecer una educación «de calidad» para que las nuevas generaciones puedan crecer, explorar y aprender en un ambiente privilegiado, seguro e inspirador.
Coincidiendo con el aniversario, el pasado 3 de octubre se presentó el libro 'Montessori en un centro de calidad: la experiencia en el Colegio Vizcaya' (Ed. Otaedro), escrito por Miguel Ángel Moral Salvidegoitia y Leire Itziar Uriarte Bilbao. Según señalan los autores, el objetivo del libro es compartir el camino recorrido en el colegio con instituciones, entidades, familias y profesionales interesados en el ámbito de la educación. Mucho más allá de un mero relato de hechos, refleja los «procesos de reflexión, de formación y de implementación» llevados a cabo. Es, en última instancia, la integración del sistema Montessori en un proyecto educativo «sólido y consolidado».
La cooperativa inició su andadura en 1970 y en la actualidad cuenta con 1.751 alumnos desde el aula de un año hasta Bachillerato. Cuenta en su haber con diferentes reconocimientos a su calidad educativa y al modelo de gestión, así como con distintos premios a sus proyectos educativos.
La Escuela Infantil ha tenido varias expansiones para poder hacer frente a la creciente matrícula hasta convertirse en la base de lo que hoy es una pequeña gran ciudad de acogida del alumnado. Un amplio entorno de espacios amables y adaptados en el que llevan a cabo los aprendizajes que sustentarán su trayectoria escolar en el centro y que constituyen el punto de partida de los que realizarán a lo largo de toda su vida.
Ubicado en un entorno privilegiado y rodeado de naturaleza, el conjunto de edificios e instalaciones está concebido como un espacio de transición que les lleva «desde su entorno familiar protector y cálido a la vida en sociedad y convivencia». Los tres edificios se conciben bajo la premisa de que deben proporcionar calidez y seguridad al mismo tiempo que permiten que sus grandes ventanales dejen entrar la extraordinaria naturaleza que los rodea y sus moradores puedan disfrutar de su estado siempre cambiante.
Todos los espacios están diseñados para «fomentar la autonomía y la independencia, proporcionándoles un ambiente preparado donde el niño y la niña se desarrollan y aprenden de manera natural en un clima de orden, paz, armonía y respeto hacia los demás y a sus propios ritmos e intereses personales». Un lugar intensamente social, en constante interacción con sus iguales y con los adultos que les acompañan y que, a su vez, favorece la concentración y promueve su autoestima.
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