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c. b.
Martes, 11 de enero 2022, 00:49
Normalmente, el primer día de clase tras las vacaciones, los padres son capaces de transmitir a sus hijos una dosis extra de seguridad y aplomo: ... al fin y al cabo, corresponde a los adultos esa tarea de trazar planes, ser conscientes de los plazos y saber cómo hay que reaccionar ante cualquier imprevisto. Pero ayer, la jornada en la que comenzaba el segundo trimestre del curso para casi todos los alumnos vizcaínos, se veía a los niños mucho menos dubitativos que a los mayores. La oleada de contagios ha envuelto en incertidumbre este retorno a las aulas: las familias no saben qué va a pasar con las extraescolares, el nuevo protocolo de confinamiento, las bajas de profesores...
El desconcierto resultaba evidente en todos los colegios. Mientras los críos se contaban las vacaciones y enumeraban regalos de Olentzero y Reyes, los mayores debatían sobre la pandemia: «Al principio iban a casa solo los de alrededor del contagiado, luego todos, ahora ninguno. Y, además, les han vuelto a hacer burbuja. Son todo cambios, ¡un lío!», suspiraba Susana, una madre del colegio Kukullaga de Etxebarri que, la víspera, había dedicado un buen rato a revisar las noticias «de arriba abajo» para ponerse al día sobre los nuevos protocolos. «No sé todavía qué pasará con las extraescolares que tiene por la tarde», se encogía de hombros María Isabel Pecó, que llevaba al pequeño Denis a su clase de Primaria en el colegio baracaldés de Paúles. «No estamos tan preocupadas por el contagio como por que se pierdan otras cosas, como las extraescolares. Por ejemplo, hay un curso de natación que dura dos años y en 2022 no sabemos lo que va a pasar, aunque nadie se haya contagiado en la piscina», decían unas madres del centro Juan Bautista Zabala de Algorta.
Las preocupaciones se multiplicaban y abarcaban desde lo más concreto e inmediato, como las extraescolares de horas después, hasta cuestiones más abstractas: «A mí me preocupa que les estemos quitando la infancia que nosotros pudimos disfrutar», comentaba Ergiña Yunkera en Barakaldo tras dejar en el cole a su hija África. «Los niños están pagando esta ola -coincidían Argiñe y Silvia, del colegio Nevers de Durango-. Todos somos culpables porque hacemos vida social, pero los niños no pueden ni jugar con el balón en el patio».
De hecho, había una cuestión que generaba reacciones especialmente airadas en todos los corrillos: la suspensión del deporte escolar. «Yo no lo entiendo, están al aire libre y les castigan sin hacer deporte. Resulta que en el metro vas a tope, que el otro día fui a misa a Begoña y tuve que marcharme de la vergüenza que me daba, pero todas las restricciones van para los niños, ¡anda, por favor! No tiene ningún sentido», criticaba un indignado José Ramón Bustamante, abuelo de un alumno de Kukullaga. «No vemos por qué hay que dejar sin deporte a los chavales -apuntaba otro abuelo, Juan Luis, en el Sagrado Corazón de Bermeo-. El deporte precisamente es salud y ayuda a hacer más llevadera esta maldita pandemia».
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