01.15 horas del martes. «¡Lortu dugu!». Los delegados sindicales de la escuela concertada chocaban las manos y se abrazaban en la sede del Consejo de Relaciones Laborales (CRL) en Bilbao. Rápidamente se mandó el aviso. «Mañana (por ayer) todos a clase». La huelga había ... terminado y atrás quedaba una jornada de negociación agónica, carreras, gritos y portazos.
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Todo comenzó siete horas antes. La cita era a las 18.15. El CRL era un hormigueo de gente. La mesa de negociación la componen más de veinte personas, entre delegados sindicales, asesores, abogados... ELA, que tiene la mayoría y por tanto la última palabra, apareció pasadas las 19.00. Su representante, Miren Zubizarreta, se metió directamente en una sala aparte con la directora general de Kristau Eskola, María Eugenia Iparragirre. Las dos solas. Cara a cara.
La tensión se podía cortar con un cuchillo. Había mucho dinero en juego. Y las condiciones de trabajo de 9.000 empleados. Desde el principio quedó claro que ELA llevaba la voz cantante. Comenzaba el juego.
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La reunión de la mesa al completo no comenzó hasta las 20.00. A partir de entonces, se sucedieron las ofertas, contraofertas, carreras, órdagos... Cada poco tiempo se interrumpía la sesión. Los equipos de ELA y la patronal se reunían cada uno por su lado para repensar la estrategia, intercambiar papeles, hacer llamadas... Avanzaba la noche y no había acuerdo.
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Entonces, Iparragirre se encerró con Zubizarreta en una sala. Fue, de lejos, el momento más tenso de la jornada. Los gritos y golpes en la mesa eran perfectamente audibles para los pocos periodistas presentes. La negociación estaba a punto de saltar por los aires. «¡No hay acuerdo, eh! ¡No voy a tragar! ¡Eso no lo firmamos!». «Miren, ¡mesedez!...».
Era cerca de medianoche y todo estaba en el alambre. Y entonces apareció un nuevo actor inesperado. Igor Izagirre, secretario general de Servicios Públicos y peso pesado de ELA, se personó en el CRL. Ante la mirada atónita de los presentes, se reunió a solas con su delegada. Pasaban los minutos. El resto aguardaba en una calma tensa.
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Tras una larga espera, todos los actores entraron de vuelta a la sala principal. Pasó otra hora y comenzó a correr el rumor. Parecía que se alcanzaba un acuerdo. Pero nadie se atrevía a confirmar si se desconvocaba la huelga o no. «Hasta que no se firme, nada es seguro». Patronal y sindicatos intercambiaban versiones a boli de lo que luego escribían a ordenador. Finalmente, pasada la 01.15, llegó la fumata blanca. «¡Lortu dugu!».
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