«Flaco favor le hacemos a la sociedad vasca con huelgas como la de la concertada»

Izaskun Fernández (miembro del AMPA de Karmengo Ama, de Portugalete), Marco García (Askartza-Claret, Leioa), Teresa Saiz (Begoñako Andra Mari, Sestao) y Nieves García (Nuestra Señora del Carmen, Bilbao) tienen hijos entre 1º de ESO y 2º de Bachillerato en colegios afectados por la huelga. Forman parte de AMPAs unidas, una agrupación que aúna a más de una treintena de asociaciones de padres y madres vizcaínas y alavesas de los centros de Kristau Eskola, Aice-Izea e Ikasgiltza. Por lo que las familias implicadas son centenares.

El colectivo nació en 2019, en medio del conflicto laboral que paralizó la red durante varios cursos. Ahora, todas tienen la sensación de vivir un 'dejà vu'. Ante la nueva convocatoria de paros, han dicho 'basta' y exigen a las partes que lleguen a un acuerdo. O que, mientras negocian, se desconvoquen los paros para que vuelva la normalidad a los centros. «Nuestros hijos son nuestra prioridad y se está viendo vulnerado su derecho a la educación», subrayan.

Teresa lamenta que los menores que están en el colegio «han tenido una vida escolar muy marcada». Primero fueron las huelgas de 2019 en las que «se quedó mucho temario sin dar», luego la pandemia y ahora otra vez las huelgas... «No tenemos claro que se vayan a cumplir las horas mínimas para dar todo el temario», abunda Marco. «Si no es así, ¿los alumnos van a pasar de curso? ¿Van a llegar los de 2º de Bachillerato con los conocimientos suficientes a Selectividad? Son las preocupaciones de las familias». El resto asiente.

Teresa e Izaskun ya vivieron en primera línea la huelga de hace cuatro años. Explican que ahora hay una gran diferencia. «Entonces teníamos cierto contacto con las partes. Pero ahora es como si no existiésemos. No recibimos ninguna comunicación, nadie se ha puesto en contacto con nosotros». Han enviado una carta a la patronal, otra a los sindicatos y una tercera, a Educación. «Sólo hemos recibido una respuesta bastante banal de los trabajadores. Nada más», censuran. «Nos han dejado de lado. Es frustrante».

¿Qué le piden al Gobierno? «Que haga de intermediario. Es un conflicto laboral que incluye la educación, un derecho fundamental». Y también otra cosa más concreta. «Que se amplíen los servicios mínimos». Los días de huelga, el Departamento de Trabajo exige que haya un docente en Infantil y Primaria más otro por cada cien alumnos; en cambio, en Secundaria y Bachillerato basta con que haya un profesor para toda la etapa. «¿Cómo va a vigilar un profesor a cien o más alumnos? Esos servicios mínimos no permiten dar clase, no se puede avanzar materia. Para los alumnos es perder el día. Un colegio es mucho más que una guardería, por favor», protestan. Por eso, muchas familias optan por no llevar a sus hijos al colegio. «Y eso complica mucho la conciliación familiar porque no todo el mundo se lo puede permitir». «Por no hablar de la escasa atención que reciben esos días los alumnos con necesidades educativas especiales», lamenta Nieves.

Este grupo de padres y madres se confiesa «preocupado» por los malos resultados de los alumnos vascos en los informes internacionales Pisa. Ese documento «nos da pistas de que nuestros hijos tienen carencias. Y estamos hablando de los futuros trabajadores. Flaco favor le hacemos a la sociedad vasca cuando, en este contexto, se producen huelgas como la que vivimos ahora».

Los participantes en el reportaje hacen cuentas. En diciembre hubo un 'megapuente' de casi una semana, justo antes de cinco días seguidos de huelga. Luego, parón de Navidad. Tras las vacaciones, otros cinco días de paros en enero y otros tantos en febrero, tras lo que llegará una semana en blanco en la mayoría de colegios por los carnavales. Luego ya casi un mes seguido de clase -«a no ser que haya más huelgas», puntualizan- hasta Semana Santa. La vuelta a clase sería la segunda semana de abril. Luego ya vienen mayo y junio, con la Selectividad para los alumnos mayores.

Visto lo visto, se plantean pedir a las respectivas direcciones de sus colegios sustituir actividades como excursiones («donde se adquieren habilidades muy importantes y los chavales socializan») para avanzar con la materia. «Es muy triste llegar a estos extremos, pero no nos queda otra», lamentan. Hasta ahora, las AMPAs no han hecho más que expresar en público su hartazgo. Pero, si se enquista el conflicto, no descartan emprender movilizaciones. «Como en 2019».