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«El esfuerzo y la constancia» han llevado a Iker Palomo a conseguir la mejor nota de Selectividad de Euskadi. Este vecino de Ortuella, de 18 años, obtuvo en las asignaturas comunes, las que deben completar todos los alumnos con independencia del grado que vayan ... a estudiar, un 9,85. El vizcaíno rozó la perfección, aunque reconoce que «el primer sorprendido» de haber logrado esas calificaciones es él.
Entre sus planes, cuando terminó los exámenes, no estaba atender a la prensa. Tenía la vista puesta en la fiesta de graduación que este pasado jueves celebraba la ikastola Asti Leku de Portugalete, en la que estudió desde los 3 años, para despedir a los alumnos que ya han completado su etapa en el centro. Y también pensaba en el 19 de junio, este próximo lunes, cuando se irá a pasar unos días con sus amigos a Salou, el «viaje típico» de los que acaban el instituto.
Él se irá de vacaciones con la tranquilidad que otorga saber que tiene los deberes bien hechos. Mejor de lo esperado. De hecho, insiste en que todavía no se cree «mucho» que su nota sea la más alta. La temida Evaluación de Acceso a la Universidad (EAU) tiene ese efecto extraño y hace que gente brillante, con expedientes inmaculados en Bachiller como el de Palomo, que tuvo un 10, esperen unas calificaciones más bajas de las que posteriormente sacan.
En su caso, unas décimas más o unas menos no eran esenciales. Sabe desde hace tiempo que quiere estudiar un doble grado en Administración y Dirección de Empresas y en Ingeniería en Tecnologías Industriales en la Universidad de Deusto, por lo que no se enfrentará a las temidas notas de corte de las universidades públicas, en las que por un desliz en una prueba te puedes quedar fuera de la carrera que quieres.
A él le «bastaba con aprobar», pero se ha tomado la Selectividad en serio. «He sido muy metódico desde siempre, marcándome horarios, objetivos diarios», puntualiza. Por eso, para estos exámenes empezó a hincar los codos «dos semanas antes y también me programaba lo que tenía que hacer cada día y lo que tenía que repasar». Los fines de semana sí que ha salido algún rato con los amigos, pero de lunes a viernes ha tenido menos tiempo. Por las mañanas iba a la ikastola a clases de repaso, en las que los profesores les explicaban lo más importante y les daban algunos consejos, y por las tardes estudiaba en casa. Las noches las dedicaba a descansar, porque «nunca» le ha gustado abrir los libros a esas horas.
Las pruebas no le han parecido «tan difíciles» como esperaba. Y sus resultados así lo confirman. Se presentó, como optativa, a Física, en la que obtuvo un 10. De las cinco comunes, tuvo esa calificación en Inglés, Euskera e Historia, mientras que en Lengua Castellana le puntuaron con un 9,75 y en Matemáticas, con un 9,5.
Para alcanzar esos resultados, y para hacerlo incluso mejor durante el Bachiller, Palomo afirma que no ha tenido que renunciar a demasiado. «Antes jugaba a baloncesto, a ajedrez, que en estos años no iba a clases pero sí a algún torneo, y tocaba el txistu, pero más que por estudios lo dejé porque las extraescolares desaparecieron con la pandemia y después ya no las retomé», recuerda. Ahora mira al descanso que le proporcionará y a los próximos cinco años, los que dura su doble grado, una carrera que cree que «es muy amplia» y le puede «servir» para descubrir eso que muchos jóvenes de 18 años quieren saber: «Qué es lo que más me gusta».
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