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Los malos resultados de los alumnos vascos en la última edición del informe PISA, los peores desde que Euskadi participa en la prueba educativa más prestigiosa a nivel internacional, han sido el último bocinazo que alerta de la tendencia a la baja de un ... sistema otrora referente por su nivel de excelencia. Desde el año 2012 los resultados son cada vez peores. Lo demuestran no sólo los informes PISA, que son puntuales y evalúan las destrezas de una parte muy pequeña del alumnado vasco; también lo vienen avisando los estudios internos del departamento de Educación. La pregunta es ¿qué está pasando en la educación vasca?
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El análisis debe comenzar acudiendo a los datos. Los más fiables no son los de PISA, sino los de las Evaluaciones Diagnósticas de mitad de etapa. Es un examen que se realiza cada dos años a todos los alumnos de 4º de Primaria y 2º de ESO: más de 40.000 estudiantes en total. La evolución entre 2009, año en el que comenzaron las pruebas, y 2019 (el último informe es de 2021, pero estuvo demasiado condicionado por la pandemia) revela una caída en el conocimiento medio de los alumnos de Secundaria en Euskera, Inglés, Matemáticas y Ciencias. En Castellano, el avance en esa década es de un punto: de 250 a 251.
No sólo eso. Cada vez hay menos alumnos en el nivel avanzado y más en el inicial en todas las materias salvo Castellano, que ligera un levísimo incremento en el primer grupo. Para muestra, un botón. En 2009, había un 38% de alumnos de 2º de ESO en el nivel inicial de euskera; en 2019, el porcentaje era del 53%. Eso significa que más de la mitad de los alumnos son incapaces de adquirir conocimientos en la que es la principal lengua de escolarización de Euskadi, toda vez que el modelo D actualmente matricula a más del 80% del alumnado. ¿Cómo van a aprender los chavales si ni siquiera entienden el idioma?
«Hay que repensar el modelo bilingüe», sostiene Francisco Luna, miembro de Consejo Escolar de España y exdirector del Instituto Vasco de Evaluación e Investigación (ISEI-IVEI), el organismo encargado de realizar las Evaluaciones Diagnósticas. A su juicio, hay dos elementos que han cambiado a partir de 2012. El primero es un cambio en la estructura del sistema en torno al modelo D, de inmersión lingüística en euskera. «Ya no acoge solamente a una parte de la población motivada desde el punto de vista familiar y del profesorado y que, por tanto, contaba con mucho apoyo. Ahora tenemos ahí a toda la población, con todas las circunstancias familiares y socioeconómicas que conlleva», señala.
Y aquí entra en juego el segundo factor. La población inmigrante ha pasado de representar el 7% de la población estudiantil al 10% en una década. La mayoría (en torno al 90%) proviene de familias de bajo nivel socioeconómico y cultural. El grupo más numeroso lo conforman quienes provienen de América del Sur y Central (35%) por delante de África del Norte (24%), la Unión Europea (16%), África subsahariana (10%) y Asia (10%).
La brecha entre los alumnos nativos y los de origen extranjero se mantiene o se agrava en el tiempo, dependiendo de la materia. La distancia en Matemáticas era en 2019 de entre 24 y 37 puntos en 4º de Primaria, en función de si los foráneos son de segunda generación (de padres extranjeros pero nacidos en Euskadi) o de primera (venidos de fuera); y de entre 27 y 35 puntos en 2º de ESO. Significa que los alumnos extranjeros van un curso y medio por detrás de sus compañeros vascos, algo muy similar a lo que revelaba PISA. Es de esperar que en la próxima edición del estudio, referido a 2023, la brecha se agrande por los efectos de la pandemia, que lastró el conocimiento de los más vulnerables. Y no hay que olvidar que el peso de esta población va a ir a más. Actualmente, casi uno de cada tres nuevos nacimientos ya es de madre extranjera. Es crucial lograr su integración; y para ello, la escuela juega un papel fundamental.
«Nuestro sistema ha fracasado a la hora de integrar a estos alumnos y de remediar el bajo nivel con el que llegaron», lamenta Luis Lizasoain, profesor jubilado de Métodos de Investigación en Educación en la UPV/EHU. El experto recuerda que el informe PISA mide las capacidades de los alumnos de 15 años; es decir, los que están a punto de terminar la educación obligatoria y que «en tres años serán ciudadanos adultos». El análisis revelaba diferencias académicas abismales entre nativos e inmigrantes. «Si no cambiamos la política de atención a estos estudiantes, es de esperar que los resultados continúen a la baja», añade Luna.
¿Significa esto que deberíamos replantearnos el objetivo de la euskaldunización? Los expertos consultados creen que no. Recuerdan que existe un consenso «político y social» para que los alumnos sean competentes en ambas lenguas oficiales, tal y como contempla el Estatuto de Gernika. Y, además, en el debate en torno a la nueva Ley de Educación nadie ha planteado lo contrario.
«Existe una coincidencia entre el crecimiento exponencial de los modelos lingüísticos más euskaldunes, especialmente el D, y el declive en los resultados. Para la mayoría del alumnado, que es castellano hablante, se practica un bilingüismo de inmersión, o mejor de sumersión, que proscribe todo aprendizaje en lengua materna. No considerar para nada la lengua materna es un error que está hipotecando los aprendizajes de muchos alumnos, especialmente de los más desfavorecidos, como recuerda la UNESCO», explica Gonzalo Larruzea, doctor en Organización Escolar. «Eso no quiere decir que la euskaldunización no deba ser un objetivo, pero sí que deben buscarse los programas bilingües de éxito en el mundo que logran el dominio de dos o tres lenguas sin lastrar los aprendizajes. Es posible», señala.
¿Qué se puede hacer? Luna considera «interesante» lo que incorpora la nueva ley: otorgar más autonomía a los centros para diseñar proyectos lingüísticos teniendo en cuenta las características de sus alumnos. El problema es que «en algunos casos, los objetivos lingüísticos que se plantean» (un nivel B2 en ambas lenguas oficiales y un B1 en lengua extranjera al finalizar la ESO) «son difícilmente conseguibles».
También aboga por «reforzar» la competencia lingüística del profesorado y «explorar opciones» para reforzar los conocimientos de euskera apoyándose en la lengua materna de los alumnos. Por último, sostiene que el departamento debería dedicar más esfuerzos a la investigación y menos a la evaluación. «Tenemos un montón de datos, pero no explicaciones. Es mejor tener una evaluación sólo y, a partir de ahí, tratar de descubrir qué es lo que pasa en los centros».
El Consejo Escolar de Euskadi, por su parte, tiene sus propias propuestas. Entre ellas, mejorar el acompañamiento temprano de estos estudiantes. También se están probando experiencias piloto para que los recién llegados al sistema educativo vasco tengan un primer contacto con el euskera en un aula diferenciada hasta que tengan un nivel suficiente como para seguir las clases con sus compañeros.
Nuestro sistema educativo también encierra otra paradoja. La ratio profesor/alumno es relativamente baja y el gasto por alumno, el más alto de España (6.720 euros; si sólo se tuviera en cuenta la pública, la inversión sería superior a 9.400 euros). Esto se explica por el esfuerzo que supone escolarizar a la población en una lengua que no es la materna. Y aun así, pese a la enorme inversión, tenemos malos resultados. Desde el punto de vista laboral, la red pública cuenta con una tasa de interinidad del 45%, según datos del Consejo Escolar de Euskadi. El departamento ha puesto en marcha varias OPEs para reducirla al 8% para finales del año que viene.
Y, a pesar de todo, el sistema educativo vasco mantiene su fortaleza: Euskadi continúa a la cola de España en la tasa de abandono escolar, tiene un bajo porcentaje de alumnos repetidores y la escolarización en el ciclo de 0 a 3 años es muy alta, al igual que las tasas de titulados universitarios y de FP... Según los expertos, esto se explica por el trabajo específico que realizan los centros. «Debemos localizar historias de éxito escolar y fijarnos en ellas. Y no hay que irse a Finlandia. En Euskadi tenemos muy buenos ejemplos», zanja Lizasoain.
En cualquier caso, el sistema de inmersión en euskera no es el único factor que explica el bajón en los resultados. Cada vez más voces señalan a las innovaciones introducidas desde hace doce años, especialmente las vinculadas a la digitalización. Tere Maldonado, profesora de Filosofía en la ESO con 25 años de trayectoria en institutos vascos y numerosas tribunas escritas en Prensa sobre este asunto, es una de esas voces.
«Los alumnos cada vez saben menos cosas y tienen menos capacidad de atención y de comprensión lectora», señala en conversación con este periódico. A su juicio, este retroceso está relacionado con un cambio cultural y un «consumo desaforado» de las pantallas que, por ejemplo, ha provocado que los alumnos sean «incapaces de escribir a mano». Un problema cuyo origen sitúa al menos 20 años atrás pero que se ha acentuado en los últimos tiempos con el auge de la digitalización y un cambio en la concepción del papel de la escuela («parece que vamos al instituto a ser felices, pero el objetivo es aprender») y de la figura de los profesores («no estamos al mimo nivel que los estudiantes, debe haber una mínima disciplina y autoridad», afirma).
Maldonado considera que hay una «tendencia a infantilizar al alumnado», mientras se olvida que «lo que tenemos que transmitir es la pasión por la asignatura. Saber es muy gratificante, pero no tiene una recompensa inmediata como sucede, por ejemplo, con las redes sociales». También carga contra «el pedagogismo, que no la pedagogía, y contra la burocracia excesiva». ¿Posibles soluciones? «Invertir más recursos, facilitarle la vida al profesorado y aligerar la carga burocrática». Y volver al cuaderno de papel. «Son necesarios».
La puntuación más baja obtenida por los alumnos vascos en la última edición del informe PISA fue en Comprensión Lectora. El resultado (466 puntos sobre 600) nos sitúa a la par que países como Lituania, Eslovenia, Países Bajos y Turquía. «Tenemos que conseguir apasionar a los alumnos en la lectura», reflexiona Maite Alonso, presidenta del Consejo Escolar de Euskadi. «Estamos trabajando mucho con planes lectores especializados» desde hace más de un lustro. El problema, reconoce Juan Ignacio Pérez Iglesias, presidente del Consejo Científico del ISEI-IVEI, es que, pese a ser una cuestión que ya se había diagnosticado, las medidas «necesitarán más tiempo de ejecución». También apunta a que la pandemia, con el consiguiente cierre de las aulas, ha influido en la capacidad lectora.
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