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L. Gil | I. Fdez. de Lucio | A. Cimadevilla | J. Legorburu
Lunes, 11 de septiembre 2023, 09:20
Tras una primera toma de contacto -para algunos- a finales de la pasada semana, las clases arrancan este lunes a pleno gas y lo hacen en pleno conflicto del transporte escolar. La falta de aubobuses ha obligado a las familias a reorganizarse a duras penas ... para llevar a los escolares a los centros. «He tenido que hablar con otros padres para traer a sus hijos. Vivimos en Arrietara y nos hemos enterado por el periódico de que no había autobús, así que no nos ha quedado otra que venir andando porque aparcar en esta zona es misión imposible», reconocía Andrea Landa a la entrada del colegio Zipiriñe. Las quejas se han extendido entre varios padres y madres de este centro. «Hay una falta de organización total. Es una vergüenza. No tenemos ni autobús ni podemos dejar a nuestros hijos a gusto por la falta de sitios», exclamaba otra afectada desde su vehiculo.
Las empresas mantenían ayer por la noche su pulso al Gobierno vasco, por lo que continúan con su negativa a prestar el servicio ante la falta, a su juicio, de unas condiciones razonables para ello. Los transportistas han hecho oídos sordos a las peticiones del consejero de Educación, Jokin Bildarratz, de «reconsiderar» su postura y sacar los autobuses. «La educación es un servicio público básico» y el transporte, «un servicio esencial para cumplir con ese objetivo», expresó.
Izaskun Intxaurbe llega al colegio cinco minutos antes del inicio de las clases. Llega apurada. Normalmente su hijo, de 9 años, coge el autobús a las 8.25 horas en Masustegi, donde viven. Reconoce que la falta de autobuses le supone «un problema» porque tiene el tiempo justo para ir a trabajar. Como a Izaskun, el conflicto afecta a unos 7.000 alumnos de Bizkaia. Y, pese a los inconvenientes, hay también quienes entienden a los transportistas. Pablo Casal trae en coche a sus tres nietos, que viven con él. Normalmente los pequeños virenen en autobús, pero hoy no ha pasado. En casa se organizan «como pueden». Para él también es un «problema», pero «es lo que hay», se resigna. «Los transportistas son trabajadores y están peleando por sus derechos».
En los colegios ya sospechan que el conflicto va para largo; más todavía después de que Bildarratz anunciase el viernes que el departamento compensará económicamente a las familias afectadas, en previsión de que la situación se enquiste.
Hasta este colegio de Basurto vienen todos los días dos autobuses. Uno que trae a los niños de Altamira y otro hace la ruta de Monte Caramelo y Masustegi. Dan servicio a una setentena larga de estudiantes. Ana Pérez es la monitora de esta segunda línea y anoche ya sabía que no iba a tener autocar (el otro sí acudió). Vive en Basurto y le ha tocado subir a los Barriola altos en su coche para ir, parada por parada, avisando a las familias de que no iba a pasar el bus en este primer día de clases. «Yo tengo que estar en mi puesto de trabajo, haya o no autobús», comenta.
Saioa Uriolabeitia es monitora de un taxi que trae a varios alumnos desde Olabeaga. Este servicio, dependiente del Gobierno vasco, no está en riesgo al ser ajeno al conflicto de los autobuses. Pero Uriolabeitia reconoce que la situación ha generado incertidumbre. «Hoy es el primer día y tampoco sabíamos muy bien cómo iba a funcionar el autobús, si iba a haber o no...», explica. «Las familias vienen como pueden, algunas andando y otras en coche o autobús de línea».
El conflicto se remonta a finales del año pasado, cuando el Ejecutivo sacó a licitación las rutas escolares para este nuevo curso. Los lotes de Álava y Bizkaia quedaron desiertos. En el medio de todo, los escolares y sus familias.
La situación tiene pocos visos de solucionarse. Las asociaciones están en pie de guerra. Consideran que Bildarratz traspasó una línea roja cuando, en una comparecencia pública, les acusó de conformar un cártel y ponerse de acuerdo para dejar desiertos todos los concursos para licitar las rutas.
Las razones para no presentarse, explican los transportistas, fueron, por un lado, las condiciones económicas inasumibles; y, por otro, algunas novedades como la obligación de tener un autobús y un chófer de reserva parados en una cochera o un nuevo régimen sancionador. Luego rechazaron la oferta del Gobierno de trabajar en las mismas condiciones que el año pasado porque se les ofrecía ejecutar el servicio hasta que se licitasen de nuevo las rutas y no todo el año.
El Gobierno ya ha elevado el caso a la Autoridad Vasca de la Competencia. El organismo ha abierto expediente a 76 empresas, que se enfrentan a una sanción económica. Educación también llevará el caso ante la Fiscalía, aunque todavía no lo ha hecho.
Esta situación deja escenas auténticamente surrealistas. En el colegio público Larrea de Amorebieta una madre camina dos kilómetros con sus hijos de 6 y 11 años para llegar al centro ante la falta de autobús. Mientras, otra espera en un banco acompañada de su hija de seis años. «Tengo que dejarla con sus primas y llevarme yo a otra cría. Desde el jueves estamos así. Tengo que venir en coche y dejar a unas y llevarme a otras. Luego tengo que ir a buscarlas y la madre de una de ellas recoge a otra hija mía», explica Lourdes Serra Méndez.
A la madre de otros dos niños de cuatro y seis años no le ha quedado otra que ir en coche al centro. Otra de ellas tenía a una de sus hijas en el citado centro escolar. «Tengo que aparcar en el aparcamiento de la plaza y llegamos tarde: a menos cuarto en vez de a y media. Llevo tres días así jueves, viernes y sábado», se queja. «Estamos deseando que pongan el bus, nos trastoca todo. A la tarde tengo que llamar a mi hermana para que recoja a una de mis hijas y pueda subir luego para recoger a la otra», explica Ana, otra afectada por el conflicto del transporte escolar. La mayoría pide ayuda a un familiar, a amigos... «No queda otra que buscarse la vida».
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