Olga Pereda juega con su hijo Mikel, de ocho años, en su domicilio en Andra Mari (Getxo), a donde se han mudado después de una década en Madrid. Mireya López

Educación

Cientos de escolares vascos se quedan sin el colegio que quieren pese a haber plazas libres

Familias afectadas por el proceso de matriculación en Euskadi aguardan con incertidumbre el inicio del curso

I. Fernández de Lucio | Helena Rodríguez

Bilbao | Vitoria

Sábado, 2 de septiembre 2023

Quedan pocos días para el inicio del curso y las familias cierran los últimos flecos. Ropa, material, libros... Hay quien, sin embargo, vive un mar de incertidumbre y no sabe aún a qué colegio enviará a sus hijos. Educación les ha denegado el centro que ... querían, aun habiendo plazas libres. El Departamento ha recibido 841 reclamaciones a las listas provisionales.

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En la mayoría de casos, la negativa tiene una explicación: las plazas que aspiraban a ocupar están reservadas para alumnos vulnerables. Se trata de una medida que se ha comenzado a aplicar este nuevo curso. Durante el periodo ordinario de matriculación, los colegios sólo debían reservar estas plazas en el aula de dos años. En el periodo extraordinario, en cambio, la reserva se ha extendido a todos los cursos.

Los datos

  • 841. Son las reclamaciones que se recibieron en Educación en el proceso de listas provisionales de matriculación entre todas las etapas educativas.

  • Calendario. El curso arranca el próximo 7 de septiembre.

  • Reserva. Durante la matrícula viva, es decir, la que se hace a lo largo de curso, los colegios tienen que guardar plazas para alumnos vulnerables en todos los cursos y no sólo en el aula de dos años.

  • Ajuste. Los colegios cuyo porcentaje de alumnos vulnerables esté por debajo de la media de su municipio sólo podrán acoger estudiantes desfavorecidos.

Son pupitres que ahora mismo están vacíos. La previsión del Gobierno es que se completen a lo largo del curso, cuando lleguen nuevos alumnos vulnerables. ¿Se llenarán? Es la pregunta que muchos se hacen. Para hacerse una idea, el curso pasado, por ejemplo, llegaron a Bizkaia algo más de 3.000 alumnos a lo largo del año escolar. El total de alumnos matriculados fue de casi 230.000.

  1. Olga Pereda (Getxo)

    «No tengo garantizada la conciliación familiar»

Olga Pereda se mudó de Madrid a Bilbao, donde trabaja su marido, para reagrupar a la familia. Su hijo, Mikel, tiene ocho años y va a cursar cuarto de Primaria. El centro que querían está «delante de casa», es laico, concertado y de modelo A. Tiene nueve plazas disponibles en el curso de Mikel.

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Cuál fue su sorpresa cuando recibieron un «frío» mensaje de texto del Gobierno vasco informando que su hijo había sido matriculado en una ikastola. Es decir, modelo D. Él no sabe «una palabra» de euskera por haber vivido toda la vida en Madrid, por lo que «lo más seguro es que perdiese el curso, con el daño que eso supondría para su bienestar emocional», explica Olga. «Queremos que Mikel aprenda euskera, pero de forma progresiva; ya le hemos matriculado en un euskaltegi». Periodista, gracias a su profesión ha podido saber que la decisión de negarles plaza se debe a la reserva para vulnerables. «Si no, nadie te lo explica», protesta.

Tras remover Roma con Santiago, han conseguido que el Gobierno vasco les adjudique un colegio público de modelo A en Aiboa. La familia vive en Andra Mari, a media hora andando. Y, a falta de pocos días para que comience el curso, «no tenemos asegurada plaza de transporte ni de comedor», señala. «No tengo garantizada la conciliación familiar. ¿Qué hago, dejo mi trabajo para poder llevarle a clase?». La lejanía con el domicilio tiene, además, otra derivada. «Queríamos que Mikel conociese chicos del barrio para integrarse».

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Han interpuesto recurso de alzada contra la decisión de Educación «pero aún no nos han contestado». «No entendemos que se pongan tantas trabas a los que venimos de fuera. No me siento bien acogida», lamenta. Asegura estar «a favor» de la política para evitar la segregación y se muestra «propública». Pero se siente víctima de una decisión política, a su juicio, «sin sentido» porque «lo único que están haciendo es retrasar la entrada de Mikel en ese colegio un año». «El curso que viene, si le matriculamos en periodo ordinario, podrá entrar porque habrá plazas libres y el cupo para vulnerables no se aplicará. ¿Qué sentido tiene todo esto?», se lamenta.

  1. Aurelio García (Getxo)

    «Nos planteamos volver a Madrid»

Después de veinte años en Madrid, Aurelio y su mujer decidieron trasladarse a Bizkaia. Promotor inmobiliario, viene con la intención de «ampliar el negocio». Quiso matricular a sus hijos, de nueve y trece años, en un colegio concertado religioso de Getxo que le aseguró que tenía plazas libres. El Gobierno no sólo le negó la plaza sino que le asignó otro centro.

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«En Madrid me había pasado alguna vez que el centro estuviera completo y la Comunidad me ofrecía un abanico de opciones. ¿Pero qué es esto de obligarme a meterles en un colegio que no quiero?», se cuestiona, indignado. Al igual que el caso anterior, el problema fue matricular a sus hijos en periodo extraordinario. «Pero es que la decisión de mudarnos la tomamos hace poco», justifica. Tuvo que rellenar un cuestionario para determinar si era vulnerable. Un test «absurdo», critica, «en el que nos preguntaban cuántos baños hay en casa, el número de libros... Y si llego a mentir, ¿cómo lo comprueban?».

Al final han decidido inscribir a sus hijos en un colegio privado. «Es un esfuerzo pero nos lo podemos permitir. Al final es lo que consiguen», expone. «En una población cada vez más pequeña, donde cada vez nacen menos niños, donde sobran no sé cuántas plazas escoalres... Y no te dejan matricular en el colegio que quieres aun cuando hay plazas libres». «Venimos a trabajar pero no nos ponen ninguna facilidad», censura. La familia está «indignada». De hecho, «está sobre la mesa el volvernos a Madrid», zanja.

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  1. Leire Morquecho (Vitoria)

    «Es inviable poder estar en dos sitios a la vez»

Leire es madre de dos nenas. La mayor, Nahikari tiene 9 años y la 'peque', Ainhize, tres. A la primera la escolarizó en Ikasbidea Ikastola Durana, un centro público vitoriano. Fue allí donde ella estudió y es el centro que mejor le viene por cercanía. Con su segunda hija ni se plantearon llevarla a otro centro. «Incluso preguntamos si habría problemas para matricularla aquí y nos dijeron que para nada», recuerda. Hicieron la prematrícula pero «de un día para otro nos dijeron que no» y que a la segunda «nos la mandaban a Samaniego». «Nosotros vivimos en Salburua. Coinciden los horarios, trabajamos, no tenemos abuelos que nos puedan echar una mano, aunque tampoco es cuestión... es inviable poder estar en dos sitios a la vez y evidentemente las niñas son muy pequeñas para ir solas al cole», clama.

Leire junto a sus hijas Nahikari y Ainhize, cuando esta última era un bebé. E.C.

Reclamaron y la contestación fue reubicar a la peque en la Ikastola Aratzanbela «que tampoco nos soluciona nada». Con el apoyo de otra de las madres afectadas, abogada de profesión, han presentado un recurso de alzada ante Educación. A día de hoy, «no nos han contestado». «Las mentiras y este silencio es lo que más nos molesta. Pero si hasta el consejero salió diciendo que no iban a separar a hermanos...¡Mentira!», recuerda indignada.

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  1. Alexis Flishbaugh (Zamudio)

    «Mi marido y yo nos tenemos que dividir, no llegamos»

De origen estadounidense, empresaria, judía y madre de tres hijos, Alexis se desespera todas las mañanas. Por causas «fuera de nuestro control», sus dos hijos mayores van al colegio Trueba y el mayor, al Vizcaya. Ambos son laicos y no religiosos, justo lo que buscan, pero están separados por cuatro kilómetros. Ha intentado juntar a sus hijos en el Vizcaya pero no hay plazas. Cualquier otro año no habría habido problema y seguramente el centro habría podido matricular por encima de la ratio. Pero eso este curso se acabó. Es una de las medidas puestas en marcha por el Gobierno para limitar la sobreoferta de plazas y reducir la segregación escolar.

Alexis acompañada de sus tres hijos. E.C.

«La logística es súper complicada», explica. «Las paradas de autobús están muy lejos, mi marido y yo nos tenemos que dividir, lo que añade estrés adicional a nuestra rutina, y no llegamos». «Como familia numerosa y trabajadores autónomos con una empresa pequeña y familiar, nos enfrentamos a muchos retos a diario y creemos que en este caso merecemos algo de flexibilidad, sobre todo en un momento en el que el País Vasco experimenta una seria caída de la natalidad y una alta tasa de desaparición de empresas», asevera. «No es hora de poner restricciones a la gente que intenta impulsar la economía de la región, es hora de brindarles flexibilidad», zanja.

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