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Andrea Khalfaoui logró un sobresaliente cum laude con su tesis doctoral sobre las claves de la convivencia intercultural en Educación Infantil, que ha completado en ... la Universidad de Deusto. Quiere que este título que le ha convertido en la primera universitaria de etnia gitana que se doctora en Euskadi sirva de llamada de atención y para abrir camino a otros jóvenes. «Hay que poner las expectativas muy altas para los alumnos de etnia gitana y de otros países y culturas diferentes, porque solo así se sentirán capaces. De lo contrario, les estamos robando el futuro», defiende esta joven donostiarra de 27 años.
Andrea es un ejemplo de altas expectativas y esfuerzo. «Mi experiencia académica fue súper positiva, no me influyeron negativamente mis raíces gitanas. Estudié en la escuela Amara Berri y en el Instituto Usandizaga-Peñaflorida de Donosti. Siempre tuve el respaldo de los centros y de mi familia y saqué buenas notas. Cuando salía de clase compartía experiencias y juegos con amigos en mi entorno; me siento gitana, comparto los valores de mi cultura y participo de sus celebraciones», añade esta joven criada en un ambiente multicultural. Su padre es árabe y la familia de su «amona» es gitana.
Cuando acabó el Bachillerato y tuvo que decidir qué carrera estudiaba optó por la enseñanza. «Yo quería aportar algo a la sociedad y la educación es fundamental. Tener una buena formación me ha regalado una vida de ensueño, me ha salvado de otro tipo de vida más pobre. Y yo quería contribuir a que otros tengan lo que yo tengo, y mucho más», resalta.
Recuerda que ella siempre ha estudiado gracias a las becas del Gobierno vasco. Se sincera y admite que «de otra forma no me hubiese podido permitir hacer una carrera universitaria». Cursó el grado de Educación Infantil y el Máster de Investigación en Ámbitos Socioeducativos en la Universidad del País Vasco antes de hacer la tesis doctoral en Deusto. Hizo la defensa de su trabajo ante un tribunal en el que estaba el profesor emérito de la Universidad de Cambridge Neil Mercer y el catedrático de la Universidad de Barcelona Ramón Flecha. Y ha conseguido uno de los exigentes contratos postdoctorales que otorga el Ejecutivo autonómico. Va a completar una estancia de dos años en la Universidad de Edimburgo para estudiar «los entornos educativos que potencien las relaciones de amistad desde los primeros años de vida», detalla.
Una de las conclusiones de su tesis es que la colaboración de las familias es fundamental para mejorar la convivencia en los centros y el éxito académico y social de los escolares. La investigación para completar su proyecto la desarrolló en un colegio de Vitoria, con un gran porcentaje de alumnos de etnia gitana e inmigrantes, en el que pudo comprobar las claves para su progreso escolar. «Lo más importante es no rebajar las expectativas de los escolares de etnia gitana, o de cualquier otro país, cultura o entorno más desfavorecido. Si se les transmite que pueden y que confías en ellos, descubren que se puede. Y consiguen resultados académicos muy buenos», subraya. «Si el discurso es que 'les da igual', 'no les interesa', 'no van a clase'... machacas y destruyes sus ilusiones», advierte.
La investigadora guipuzcoana considera que a estos colectivos hay que darles una «escuela de máximos». «El colegio es la única oportunidad que tienen, por lo que deben contar con todo lo que necesitan y más para su formación. Hay que ofrecerles actuaciones educativas de éxito, demostradas por la ciencia, y potenciar sus aprendizajes. No se deben reducir los contenidos a estudiar, ni el nivel que se les exige». Cuenta que ha visitado colegios que cumplen esas expectativas y «preguntas a las niñas gitanas qué quieren ser y te responden 'presidenta de Gobierno, médica, profesora, veterinaria'. ¿Por qué no? No debe ser de otra forma. No puedes robarles su futuro», reclama.
Andrea quiere acabar con los estereotipos. «No hay familias ni gitanas ni árabes ni de cualquier otra cultura que no se interesen por la educación de sus hijos, les apoyan porque saben que es lo más importante para que tengan una mejor vida». Cuenta que en las jornadas con alumnos gitanos a las que ha asistido en los últimos años se ha encontrado «con chavales con unas enormes ganas de seguir estudiando, de progresar». La ilusión de esta joven profesora es que cuando vuelva dentro de dos años a Euskadi se encuentre «con más mujeres gitanas en la Universidad».
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