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¿FP o Universidad? «Los nuevos tiempos, así como las necesidades del tejido productivo, hacen necesario superar esta clásica dicotomía y plantear ambos estudios como complementarios entre sí». El viceconsejero de FP del Gobierno vasco, Jorge Arévalo, lanzó esta reflexión durante la presentación de la ... campaña de matriculación de FP. Esta disyuntiva ha guiado, durante muchos años, la elección de las familias a la hora de matricular a sus hijos en estudios superiores. Desde hace un tiempo, las instituciones implicadas buscan incentivar al alumnado para que, por qué no, combinen FP y Universidad.
Fabricación mecánica. 2.945 alumnos.
Administración y gestión. 2.583.
Informática y comunicaciones. 2.525.
Electricidad y electrónica. 2.459.
Servicios sociocluturales a la comunidad. 2.448.
Por eso, el Departamento de Educación ha dado un impulso a lo que se conocen como pasarelas FP-Universidad. Fue algo que se puso en marcha en 2017, pero que este curso han llegado a su máxima expresión. Desde septiembre, hay 75 ciclos de Grado Superior de FP que ofrecerán el curso que viene el paso a 59 grados universitarios. En total son 264 pasarelas establecidas con reconocimiento de créditos universitarios, ya que algunas FP dan acceso hasta a doce carreras universitarias, sobre todo en los itinerarios industriales. Por ejemplo, de Automatización y Robótica Industrial se puede pasar a Ingeniería Eléctrica, Ingeniería Electrónica Industrial y Automática, Ingeniería en Energía...
La fórmula es la siguiente: a los alumnos que cursan un ciclo formativo de Grado Superior se les reconoce un número determinado de créditos universitarios. En algunas carreras se les convalida hasta 60 créditos, el 25% del total.
En la FP Superior, los estudiantes pasan, como mínimo, cuatro meses en dos empresas distintas; si se trata de un grado dual, el segundo año completo lo cursan en una empresa. Luego dan el salto a la facultad, donde pasarán otros tres años naturales, de los cuales al menos uno hacen prácticas en empresas. Resultado: en cinco años han pasado por lo menos por tres o cuatro empresas y obtienen una doble titulación superior. Las empresas se pegan por atraer ese talento.
«Son perfiles muy cotizados, sobre todo porque conocen el mundo real. Son una perla para las empresas», señala Julen Elgeta, presidente de Hetel, la principal asociación de centros de FP concertados de Euskadi. En la actualidad, unos 400 alumnos cursan los ciclos que dan acceso a la universidad. La mayoría está en itinerarios industriales, que son los que tienen un mayor grado de especialización y de empleabilidad. Pero también se ha puesto en práctica en otras áreas como la Sociología, carrera a la que se puede acceder desde Integración Social.
El proceso nace de una reflexión. «Nos preguntamos qué necesitan las empresas y qué podemos hacer nosotros», abunda Elgeta. «Desde el punto de vista del alumno, lo que quiero es que mejore su posición en el mercado laboral para que acceda a un puesto de trabajo de calidad y bien remunerado. Pero esto es bueno para todos».
Hay más motivos para impulsar estas pasarelas. «Con 18 años muchas veces no sabes lo que quieres», continúa el experto. «En la FP conoces el terreno, pruebas, experimentas... Y si te gusta, puedes dar el salto a la universidad para seguir formándote».
En el fondo, de lo que se trata es de preparar a esos jóvenes para un mercado laboral cambiante. «Ya no son los tiempos en los que firmabas un contrato y te quedabas en la misma empresa toda la vida. Ahora los jóvenes van, vienen, avanzan, retroceden...». Y ahí el papel de la FP es clave; a fin de cuentas, son formaciones mucho más cortas que las universitarias y ahora, además, se pueden combinar ambas. Es sólo uno de los motivos que ha llevado a la FP vasca a registrar cifras récord este curso. Hay más de 49.000 alumnos matriculados este año, más que nunca. Otra razón que explica el éxito es la empleabilidad, por encima del 65% y del 100% en varios grados industriales.
«Siempre tuve en la cabeza hacer una carrera universitaria», asegura convencida Izaskun Álvarez. Tras el bachillerato, esta joven estuvo dos años en Pamplona estudiando Ingeniería Industrial pero no estaba a gusto con la elección que había hecho. «No era lo que me había imaginado». Decidió darle un giro a su formación y se decantó por la Formación Profesional. En concreto, por apuntarse a un grado superior de Robótica. «Quería algo más práctico para ver si me gustaba de verdad. Me lo recomendaron». Y al final lo hizo.
Dos años después, la experiencia fue inmejorable en todos los sentidos. «Es mucho más práctico que la universidad, me gustó más», relata. «Ves hacia dónde van las cosas, tocas el mundo real». «Mucha más gente debería hacerlo antes de pasar a la facultad», considera. En su caso, le sirvió para confirmar que, efectivamente, le apasionaba el mundo de la Robótica.
Estudió en Salesianos de Deusto, que tiene un convenio con la Universidad de Deusto y comenzó Ingeniería Robótica. Ahora está cursando las prácticas. Le convalidaron un curso entero, por lo que en cinco años se plantará con un título de FP y otro universitario, además de con una amplia experiencia en empresas. «Me alegro de haberlo hecho así, pero de haberlo sabido lo habría hecho desde el principio», revela.
El de Izaskun no es el único caso de un alumno que hace el recorrido a la inversa; es decir, de la universidad a la Formación Profesional. Según cifras ofrecidas por Hetel, la principal asociación de centros de FP concertados de Euskadi, uno de cada diez estudiantes de Grado Superior en Euskadi viene de la facultad. Los motivos son diversos, pero sobre todo se trata de alumnos «frustrados» con la carrera porque no es lo que habían imaginado, o porque, una vez acabada la carrera, no encuentran trabajo y acuden a la FP atraídos por sus buenos datos de empleabilidad (de media un 65%, aunque varios itinerarios industriales rozan el 100%).
Adrián Salomón estudió el Bachillerato Tecnológico y tenía «bastante claro» que quería hacer una FP. Se decantó por el grado superior dual en Mecatrónica en el centro de Somorrostro. «En poco tiempo aprendes bastante», afirma. Tras cuatro meses de prácticas, llegó el covid y «la cosa se puso fea». Decidió hacer Selectividad y entró en Ingeniería Mecatrónica en la Universidad de Mondragón, donde le convalidaron uno de los cuatro cursos.
Ahora estudia el máster en Automatización, Electrónica y Control Industrial en la Universidad de Deusto. Acaba de comenzar el curso pero en febrero los alumnos van a empresas a realizar prácticas de forma obligatoria.
Adrián Salomón repasa de cabeza: «Dos años de Formación Profesional, tres de carrera y otro de máster; seis años de formación». ¿Y en cuántos de ellos ha estado haciendo prácticas en empresas? «Cuatro. He estado en tres empresas distintas porque repetí prácticas en una de ellas». El suyo es, sin duda, un perfil muy cotizado. De hecho, en la empresa en la que hizo prácticas hasta el verano «querían que me quedase», aunque luego optó por emprender la aventura de afrontar un máster como el que está haciendo.
Se muestra encantado de la vida. «La FP es más metódica, vas al grano. En la universidad aprendes el por qué de las cosas». Hay, además, otra ventaja. «Aunque al principio me costó un poco por ser más teórico, entré con mucha soltura a la carrera porque ya había tocado ese campo en la FP y tenía claro que me gustaba». «A veces, con 17 años no lo tienes muy claro y mucha gente deja la carrera en primero. Yo, en cambio, me he metido más mayor a la universidad, con otras expectativas, más maduro...». Un proceso del que, a sus 23 años, se muestra muy satisfecho. ¿Lo recomendaría? «Sin duda».
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