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Eneko P. Carrasco
Martes, 10 de septiembre 2024, 07:36
«Hablar de esto no mata, lo que mata es el silencio». Así se expresa la donostiarra Belén Perales, en el Día Internacional para la Prevención del Suicidio, ocho años después de haber sufrido el terrible mazazo de la muerte de su madre «por suicidio», ... puntualiza ella. Hace énfasis en que «es una causa de muerte más, como el cáncer o un accidente de coche». La diferencia, apunta, está en que «el suicidio deja tras de sí muchas preguntas sin respuesta. A nivel de duelo, es muy complicado de procesar...».
De hecho, según la escala sobre duelos NASH -acrónimo de Natural, Accidente, Suicidio y Homicidio-, solo el trance por haber perdido a un ser querido que ha sufrido un homicidio es más duro de sobrellevar que la muerte de alguien cercano que se ha quitado la vida.
Las muertes por suicidio son una realidad del día a día de nuestra sociedad, «le pese a quien le pese», señala Perales. «Pasa en muchísimas familias... En muchas más de lo que la gente piensa». Con todo, lamenta que «sigue siendo un tema tabú del que muy poca gente quiere hablar por vergüenza, miedo... En estos ocho años desde la muerte de mi madre he percibido a nivel social un ligerísimo avance en este sentido... Aún falta mucho camino por recorrer».
En su entorno, en cambio, fue ella quien se encargó de «romper el hielo». Después de atravesar una espiral de tristeza, desazón, rabia y dolor «y tocar fondo», Belén fue consciente de que necesitaba ayuda profesional «para salir del agujero en el que me había metido. La terapia psicológica que recibí durante meses me ayudó una barbaridad». Antes de asistir a estas sesiones de terapia, recuerda que «aún pensaba que me iban a decir en algún momento que era todo mentira, que mi madre no se había suicidado. Estaba en 'shock'».
A nivel emocional, Belén destaca que «obviamente, fue un antes y un después», y añade que «en esencia eres la misma persona, pero dentro de ti ha cambiado todo. En estos años he aprendido a valorar las cosas que de verdad importan. Los problemas cotidianos ya no tienen el peso que tenían antes...». La muerte por suicidio de su madre le hizo «aterrizar de golpe en la vida y darme cuenta de que estas cosas le pueden pasar a cualquiera y en cualquier momento».
Hay asociaciones, como Bidegin o Agifes, que tratan por todos los medios de ayudar a las personas que atraviesan trances similares. En el caso de Belén, ella da «gracias por haber conocido a las personas que forman estas dos asociaciones. De pronto me encontré en un espacio en el que la gente hablaba mi idioma... Ya no tenía que adornar mis frases, podía expresarme como yo quisiera». Desde hace un tiempo es voluntaria de Bidegin en charlas de prevención y postvención sobre el suicidio. «Hablar del suicidio salva vidas», asegura.
Hace tiempo que los decesos por suicidio se convirtieron en un problema de salud pública. En Osakidetza son conscientes de ello y por eso tienen en marcha un programa específico para hacer seguimiento a los pacientes atendidos por sus servicios de Urgencias o de Psiquiatría tras sufrir una posible tentativa de suicidio. En los cerca de dos años que lleva en marcha la iniciativa han sido atendidos más de 1.500 ciudadanos. Dicho de otro modo, el Servicio de Salud detecta y trata cada día a dos vascos que han intentado acabar con su existencia. De todos los asistidos por este programa, dos tercios han sido mujeres.
En cuanto a la asistencia médica que se ofrece a las personas que corren el riesgo de fallecer por suicidio, esta donostiarra lanza una reflexión, indicando que «a alguien que está sufriendo y necesita ayuda no le puedes dar cita para dentro de 15 días. Lo más probable es que necesite hablar con alguien ese día o, a lo sumo, el día siguiente».
Belén aún recuerda con dolor y estupor la frase que le espetó la psiquiatra que trataba a su madre cuando ella -Belén- y su padre «le pedimos que le ingresara, porque ya no podíamos más». Su respuesta fue: «El que lo dice -amenazar con quitarse la vida- normalmente no lo hace». Unos días después, Mari Carmen, la madre de Belén, cumplió con sus palabras y se quitó la vida. «Han pasado ocho años y nunca recibí una llamada de esta profesional, ni siquiera para preguntar por qué ya no iba a las sesiones», revela esta donostiarra.
«Que haya un programa de medicación con pastillas para estos pacientes me parece estupendo», apunta Belén, quien remarca que, «en efecto, existe una descompensación a nivel químico en sus cabezas que requiere de la intervención de la medicina, pero... Ese tratamiento debe ir acompañado siempre de una terapia psicológica. Las personas que corren riesgo de sufrir una muerte por suicidio necesitan que alguien les escuche y les diga que existe una salida». No fueron pocas las ocasiones en las que Belén, su hermano y su padre animaron a su madre. «Le decíamos todo lo que le queríamos. '¡Vamos, tú puedes!'», recuerda, e insiste, «hace falta mucha más concienciación a nivel social. Este es un problema muy grave y se están perdiendo muchas vidas que, con una correcta intervención, se podrían haber salvado. Es terrible lo que está pasando».
En el año 2022, solo en España, se produjeron 4.227 fallecimientos por suicidio. Es la causa más habitual de decesos a nivel estatal. Pero, ¿qué se puede hacer para atajar esta problemática? «Una alternativa muy interesante es la de educar a los niños desde pequeños en que estas cosas pueden pasar y, después de eso, enseñarles a afrontarlo», comenta Belén. «Los niños, por muy inocentes que sean, deben entender que la muerte es un proceso natural y que tarde o temprano van a tener que atravesar un duelo por el fallecimiento de un ser querido».
Belén siente hastío cuando constata que «aún hay gente que cree que hablar del suicidio va a provocar un efecto llamada». «No, no y no», defiende. «Hablar del suicidio lo único que puede provocar es que se salven vidas».
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