Marina León
Martes, 23 de abril 2024, 19:44
La despoblación rural es un problema que se acentúa con el paso de los años. En comunidades autónomas como Castilla y León lo saben bien, y es que uno de los principales retos es el de revitalizar los pueblos de la España vaciada que se ... apagan poco a poco. Gabriel Yáñez y Victoria Sancho, dos jóvenes de 26 y 27 años, son conscientes de esta realidad y han decidido ponerle remedio, en la medida de lo posible.
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Hace poco más de medio año decidieron cambiar por completo de vida y, dejando Barcelona atrás, se mudaron a un pequeño municipio ubicado en la provincia de Soria, en la zona de El Burgo de Osma, que cuenta con apenas 10 habitantes y «no lo cambiamos por nada», aseguran. Además, es donde nacieron sus abuelos, por lo que «nosotros siempre hemos venido a pasar el verano y nos encanta este estilo de vida».
Gabriel y Victoria son primos, él es programador informático y ella oposita para profesora, lo que les ha permitido alejarse de la gran ciudad e instalarse en una vivienda familiar de 300 metros cuadrados. Así, a través de su perfil @repoblando, en el que acumulan cerca de 50.000 seguidores en Instagram, y otros 20.000 en TikTok, explican algunas de las tradiciones de este municipio soriano y narran cómo es vivir en un pueblo de 10 habitantes: comprar fruta, plantar un huerto, montar un gallinero, jugar al frontón y disfrutar de los placeres que ofrece la vida rural que «no es nada aburrida», apuntan.
El pueblo tiene cinco calles, un bar, un frontón, un consultorio donde acude el médico una vez a la semana y un edificio que, un día fue la escuela, «y ojalá se vuelva a abrir», señalan. Algo que estos dos jóvenes defienden es la posibilidad de emanciparse que ofrece un pueblo. «A día de hoy es casi imposible que una persona joven se pueda independizar en una gran ciudad, pues los sueldos apenas pasan de 1.000 euros y los pisos decentes no bajan de los 800», indican. «La solución ideal pasa por dejar la ciudad y mudarse a un pueblo».
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En uno de sus vídeos más virales, que supera los 2 millones de reproducciones, cuentan las peculiaridades de un bar de pueblo. Todos los vecinos son socios del local, por lo que «no hay camareros y lo abrimos cuando queremos». Lo más interesante, y que ha captado la atención de sus seguidores, son los precios. El café cuesta un euro, la cerveza 1,30, la cocacola 1,50, el kalimotxo 2,50, una copa de vino 1,20 y los cubatas 4 euros. También explican que, debido a la escasa afluencia de visitantes, el bar abre sus puertas en verano, la época en la que «nos juntamos hasta 100 habitantes», Navidad o Semana Santa.
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