El emotivo adiós a Álvaro Prieto tras su trágica muerte electrocutado

Familiares, compañeros y amigos han llenado esta mañana la iglesia de la Trinidad de Córdoba para dar el último adiós a Álvaro Prieto, el joven de 18 años que murió electrocutado el pasado 12 de octubre en la estación sevillana de Santa Justa.

El coche fúnebre ha llegado acompañado por dos vehículos más repletos de coronas y ramos de flores y han sido los amigos más íntimos y compañeros de su equipo de fútbol los encargados de llevar su ataúd hasta el interior de la iglesia.

El llanto y la tristeza han inundado el templo. La familia, destrozada por la trágica muerte del joven, amigos, compañeros del Córdoba CF donde Prieto jugaba en la categoría juvenil han ocupado los bancos de una iglesia repleta. El padre Jiménez Güeto ha sido uno de los sacerdotes encargados de oficiar la misa y ha recordado que «hace justo una semana comenzaba una auténtica pasión, un camino hacia el Calvario donde la esperanza se ha sostenido en la fe en una muestra de amor por parte de todos hacia su familia». «Una espada ha atravesado los corazones de sus padres en la que era la alegría de su casa y sus vidas», ha dicho el cura, quien ha finalizado sus palabras destacando que «Álvaro ha hecho que mucha gente se unan a rezar a Dios».

Otro de los momentos más emotivos del funeral ha sido cuando los compañeros del juvenil del Córdoba CF han ofrecido delante del féretro un balón, una bandera cordobesista y su camiseta.

Al final del funeral, el amigo que compartió con él los últimos momentos de la madrugada del jueves 12 de octubre le ha dedicado unas palabras. «Me siento afortunado de poder haber pasado esa última noche contigo, y de haber podido recibir ese último 'Te quiero bro', sentados en la acera, antes de entrar en la discoteca, que quedará siempre en mi cabeza».

Una vez finalizada la misa, los amigos han rodeado el coche fúnebre y entre lágrimas han abrazado el vehículo. Después sus restos han sido trasladados al cementerio de la Salud de Córdoba donde han dio enterrados en la más estricta intimidad.