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El escándalo de las filtraciones en la OPE (Oferta Pública de Empleo) de Osakidetza se cobró ayer, por fin, su primera víctima política. La hasta ahora directora del Servicio Vasco de Salud, María Jesús Múgica, anunció a primera hora de la tarde su renuncia al ... cargo.
La dimisión se produce después de meses de resistencia numantina de los máximos jefes nacionalistas de la Sanidad vasca, con el consejero Jon Darpón a la cabeza, a asumir su evidente responsabilidad política en la chapuza. El Gobierno Urkullu primero negó la mayor e incluso tuvo la desfachatez de cargar contra algunos de los denunciantes. Luego, poco a poco, empezó a aceptar la existencia de anomalías, que algunos jefes médicos se la habían colado. Por último, el lunes, Darpón proponía al Parlamento vasco introducir cambios profundos en futuras OPEs para evitar nuevos fraudes.
Eso sí, de asumir responsabilidades políticas por la probada incapacidad del equipo jeltzale para convocar unas oposiciones limpias, de nuevo nada de nada. Pero han bastado setenta y dos horas para que el PNV comprobara que la oposición no estaba dispuesta a tragar y recordara que está en minoría en la Cámara de Vitoria -desde que contribuyó con su voto decisivo a la caída de Rajoy y el PP vasco respondió rompiendo con los jeltzales aquí-, y cortara por lo sano.
María Jesús Múgica deja de ser la directora general de nuestro muy prestigioso Servicio Vasco de Salud por su responsabilidad directa en lo sucedido y para salvaguardar el futuro político del consejero Darpón. EH Bildu y el PP telegrafiaron el martes que estaban dispuestos a estudiar renunciar a la creación de una comisión de investigación si se les entregaba la cabeza de Múgica. Elkarrekin Podemos ha mantenido en todo momento que quien debe dimitir es el consejero dado que desde el primer día fue quien quiso apuntarse todas las medallas por la macroOPE.
Que el PNV está seriamente preocupado por cómo han discurrido los acontecimientos y cómo pueda reaccionar la ciudadanía ante el desapego y la pasividad mostradas durante meses por el Gabinete Urkullu -incluido un silente PSE que vaya papelón ha vuelto a jugar por lealtad al pacto-, lo evidencian dos hechos. Que se haya forzado la marcha de la 'número uno' de Osakidetza. Y la identidad de su sustituto.
Juan Luis Diego Casals, nuevo director general del Servicio Vasco de Salud, es un hombre de la máxima confianza del presidente del EBB del PNV. Diego fue gerente de EITB durante el largo mandato de Andoni Ortuzar, primero, y del consejero Bingen Zupiria, después. Luego, asesor volante del Gobierno vasco en diversas sociedades. Hasta febrero de 2017, en que se incorporó al miniequipo de confianza del lehendakari Urkullu, tras la marcha de Andoni Aldekoa al Palacio Euskalduna.
En unos meses, el 26 de mayo próximo, se celebran unas importantísimas elecciones municipales y forales que determinarán la identidad de los alcaldes y diputados generales para el siguiente cuatrienio. El PNV ya está suficientemente inquieto con el 'caso De Miguel' -la Fiscalía pidió anteayer que trece de los veintiséis acusados, jeltzales todos ellos, sean condenados a penas que impliquen su ingreso en prisión- e intenta llegar a las urnas sin nuevos frentes abiertos. Otra cosa es que lo logre.
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