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Un txikitero apura su consumición en una mesa del bar Fermín, en Iturribide. jordi alemany

«Estoy deseando ver a la gente acodada en la barra»

Los hosteleros acogen con la lógica alegría el final de las restricciones, pero... «¿Qué sentido tienen este fin de semana?»

Sábado, 12 de febrero 2022, 01:02

Las barras de los bares se han convertido en una especie de indicador informal de la evolución de la pandemia. Si la cosa va bien, el Gobierno vasco permite que se usen para consumir y los establecimientos recobran así la apariencia y el bullicio de ... toda la vida. Si la cosa va mal, como en los últimos meses, las barras dejan de ser ese apoyo confortable de nuestros ratos de ocio y se quedan en una especie de ventanilla para hacer trámites, donde se pide, se paga y nada más: si uno remolonea demasiado tiempo por allí, se arriesga a que le afeen la conducta y a sentirse un poco delincuente. La semana que viene comienza uno de los periodos de respiro, esperemos que el definitivo: a partir del lunes se podrá consumir otra vez de pie, se eliminarán las limitaciones de aforo y se recuperará el horario normal. Y los hosteleros han acogido la noticia con la lógica alegría... y con cierto mosqueo que, cuando lo explican, también parece totalmente lógico.

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«Nosotros estamos deseándolo», resumen en el café Arantza de la calle Sombrerería, uno de esos establecimientos diminutos a los que las restricciones dejaban sin margen de maniobra: dentro, por muchas vueltas que uno le dé, solo caben tres mesitas. «A un bar tan pequeño, lo matas si le quitas la barra. Pedimos tres veces que nos dejasen poner una terraza, pero las tres nos lo negaron y lo hemos pasado fatal. Nos ha salvado la gente de todos los días y los cafés para llevar, porque, si viviésemos del turismo, estaríamos ya muertos. Aquí puede haber seis, siete clientes», explican Inma Madrigal y Javi Lavid. La ilusión de volver a la normalidad tiene como contrapartida inevitable la incertidumbre, porque, si algo hemos aprendido en esta pandemia, es que el pasito para adelante puede venir seguido de dos pasitos para atrás. «Esperemos que esta vez dure, por nuestro bien».

Apuros

«A un bar tan pequeño como el nuestro, lo matas si le quitas la barra. Lo hemos pasado fatal»

Pero ayer, en la mayoría de los bares vizcaínos, se detectaba también un claro enfado por la manera de volver a esa normalidad: muchos consideran que anunciar la medida esta semana y no aplicarla hasta la que viene ha sido poco considerado hacia el sector. «Se podrían haber levantado las restricciones ya, ¿no?, y habríamos podido ganar algo este fin de semana. Cuando las ponen, entran en vigor al día siguiente», reprocha Lander Bizkaia, de la taberna Ardibeltz, en Barrenkale Barrena. Como todos, él también está deseando «que la gente pueda comer y beber de pie», pero no puede evitar ciertas reservas ante la marcha de las cosas: «Mucha gente ha perdido la costumbre de salir a tomar algo. Ayer (por el jueves), antes del partido, aquí no había nadie».

«Me ha dolido en el alma»

Esa queja sobre el fin de semana aparece una y otra vez en las conversaciones con los hosteleros. «Me parece perfecta la deferencia que han tenido con nosotros de hacerlo el lunes en vez del viernes -ironiza Aitor Olazabalaga en el bar Fermín de Iturribide-. ¿Qué sentido tiene? A mí me ha dolido en el alma, de verdad. Y eso que a mí me afecta, pero a los del ocio nocturno ni te cuento». A Aitor, ese desaire le ha amargado un poco lo que, sin duda, es una buena noticia, y más en un bar tan castizo como el suyo: «Yo estoy deseando ver a la gente acodada en la barra. ¡Si es que nosotros dependemos de la aglomeración!», suspira.

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A la vuelta de la esquina, en el Baste de María Muñoz, José María Martín también anda rumiando lo del fin de semana: «No sé por qué tenemos que esperar. Las restricciones entre semana no afectan tanto: si te quedas hasta la una, estás de plantón, porque la gente se recoge antes y a las nueve o las diez quedan cuatro gatos. La cuestión es el fin de semana». José María añora los domingos en los que «no se podía ni entrar» en su local, con una multitud ávida de degustar sus mejillones y las demás delicias que salen de la cocina: «Qué pena da ahora tener a la gente fuera, esperando a que haya sitio porque no pueden ponerse en la barra».

Tardanza

«Las restricciones entran en vigor al día siguiente, habrían podido quitarlas igual de rápido»

El Baste es uno de esos bares a los que la pandemia les ha cambiado la configuración: ahora hay unas mesitas que nunca habían estado ahí y que seguramente volverán a desaparecer, al menos los fines de semana. Lo mismo ocurre en el Río Oja de la calle del Perro, donde el consumo en la barra se desarrollaba tradicionalmente de pie: ahí hacían un alegre semicírculo las cuadrillas y se aplicaban a las cazuelitas de bacalao, de txipis y de asadurilla. Con las restricciones, no quedó más remedio que instalar mesitas altas y taburetes, como sofisticados intrusos en el establecimiento: «Los dueños me suelen decir que se les hace raro verlos ahí -explica el camarero Julen Sáez-. La verdad es que todo cambia mucho al no poder estar la gente de pie en la barra: ¡no hay ni comparación, porque eso da mucho ambiente! El poteo se ha muerto con todo esto. Vienen los de siempre, pero sentados, y no tiene nada que ver. Eso sí, a muchos les tienes que andar diciendo que se sienten, y al día siguiente igual».

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«La barra es lo que nos gusta a la gente de aquí y tenemos muchas ganas de usarla», resume Jon de Miguel en la Taberna Plaza Nueva. A él, como a todo el sector, los vaivenes de estos dos años le han dejado mal sabor de boca: «¿Hasta cuándo nos dejarán ahora? Cada vez que hay un problema, las cabezas pensantes siempre se acuerdan de la hostelería».

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