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j. sanz
Martes, 1 de junio 2021, 15:29
El proceso químico, realizado por los cárteles de la droga colombianos y mexicanos, no solo conseguía ocultar a la vista la cocaína impregnada en carbón vegetal en bruto sino que camuflaba el olor e impedía así que los perros adiestrados señalaran la droga. Así ... que no es de extrañar las dificultades con las que se encontraron los agentes a la hora, no ya de localizar el alijo, que también, sino de extraer la cocaína de los 1.364 sacos de carbón que fueron intervenidos en dos camiones el 29 de abril en dos naves de Medina del Campo. Solo treinta tenían 'premio'. En ellos se ocultaban la friolera de 862 kilos de cocaína, valorados en más de treinta millones de euros. Una cantidad que supone la «mayor intervención de la historia en Valladolid y Castilla y León», según ha destacado el jefe superior de la Policía Nacional en la comunidad, Juan José Campesino.
La denominada 'operación Carvao' puso fin a más de un año de investigaciones sobre un empresario bilbaíno, Julio P. A., al que los agentes no dudan en calificar como un «histórico del narcotráfico», pero que nunca hasta ahora había sido condenado por este motivo en España. Así que el empresario, de 52 años y que sí cumplió una breve condena en Bolivia hace nueve años (solo once meses), cuando fue sorprendido con quince kilos de cocaína, cayó por vez primera durante la redada llevada a cabo aquel 29 de abril en una nave alquilada en Medina del Campo por una red que, a juicio de los investigadores, dirigía a través de un complejo entramado de empresas, con poca o ninguna actividades, asentadas en Bizkaia y que, en teoría, se dedicaban al sector inmobiliario o a importación de comida congelada. Los agentes seguían sus pasos, y los de su lugarteniente, un ciudadano argelino, A. M., de 60 años, y así, con la colaboración de la policía portuguesa, descubrieron la llegada de dos contenedores cargados de sacos de carbón vegetal procedentes de Colombia al puerto de Lisboa el 28 de abril.
Medio centenar de policías, lusos y españoles, siguieron el cargamento hasta su llegada a primera hora de la mañana a una nave alquilada en el polígono situado a la entrada de Medina del Campo, que había sido alquilado por un tercer colaborador, encargado de la logística, que también fue arrestado y que resultó ser un veterano ertzaintza destinado en Bizkaia, G. M. G., de 56 años. Este habría alquilado inicialmente una nave demasiado pequeña, en la que no cabían los camiones, y tuvo que arrendar una segunda, en la que finalmente fue interceptado el cargamento y detenidos los tres sospechosos, que permanecen desde entonces en prisión provisional a la espera de juicio en calidad de investigados por los delitos de pertenencia a organización criminal y contra la salud pública.
Los agentes emplearon semanas para descubrir que solo 30 de los 1.362 sacos intervenidos estaban impregnados con cocaína, un «método inédito» en España, que tiene su origen en «complejos procesos químicos» a cargo de los cárteles sudaméricanos. De dichos sacos, que carecían de marcas, lograron extraer los 862 kilos de cocaína.
Medina del Campo, sin embargo, solo un punto intermedio para una trama que contaba con el grueso de su infraestructura en Bizkaia, donde debían llevar los sacos con la droga aún en bruto para extraerla y procesarla de cara a su salida al mercado tanto en el País Vasco como en otros puntos de España. El valor en su venta al por mayor de los 862 kilos de cocaína hubiera alcanzado los tres millones de euros.
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