Las coloridas golosinas se convierten en uno de los grandes atractivos para los más pequeños y en el enemigo número uno de los padres. El psicólgo vasco Álvaro Bilbao afirma que «son puro azúcar» y carecen de nutrientes esenciales. Aun así, no está de acuerdo con prohibir su consumo. Para explicar esto, cita los estudios del psicólogo Gustav Jung: «lo que resistes, persiste».
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Para Bilbao, lo que puede suponer un beneficio momentáneo para la salud de los niños, puede ser algo contraproducente en el futuro. «Tenemos estudios que constatan que cuando demonizamos algunos alimentos o ejercemos una restricción total, algunos niños tienden a evitar estos alimentos a toda costa mientras que otros tienden a obsesionarse con ellos», señala el experto y padre de tres pequeños.
Según cuenta, algunos nutricionistas afirman que «ese grado tan alto de restricción en la infancia puede llevar a un consumo mayor en la adolescencia y en la vida adulta». Por ello, en su opinión «lo más eficaz es tener una alimentación saludable en casa, ser un buen ejemplo y ayudar a los niños a entender que estos productos alimenticios son para tomar de forma ocasional pero no pueden formar parte de nuestra dieta habitual», concluye.
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